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Ximo Puig ya sabe lo que se siente al asistir a su propio funeral, políticamente hablando. Lo vivió ayer, durante el que será su último Comité Nacional, antes de abandonar el cargo de secretario general del PSPV. Y es que ayer, las intervenciones que ... se produjeron a puerta cerrada, en los numerosos turnos de palabra que se solicitaron, Puig sólo recibió elogios. Es lo que tiene irse, que pasas a ser canonizado en público, aunque en privado ya hay quienes se están tomando las medidas del traje de secretario general.
Ayer, todas las miradas estaban puestas en la ministra de Universidades, Diana Morant, que ha asumido el protagonismo porque tiene el cartel de favorita por Ferraz y por el propio entorno de la actual dirección saliente. Pero quien tiene la palabra es la militancia. Y ayer, en las intervenciones, nadie dio la cara por ella ni la presentó como mejor sucesora. Y sola no podrá hacerlo. Sobre todo porque el resto de aspirantes apelan a la autonomía. Si Morant quiere jugar, tendrá que integrar. O ceder buena parte de su dirección. Ella podría ser la cara visible, pero con un equipo valenciano en el día a día que haga oposición al PPCV.
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Ayer, la puesta en escena fue muy particular. La llegada de quienes quieren jugar la partida de la herencia era una declaración de intenciones. Carlos Fernández Bielsa, alcalde de Mislata y secretario general de la provincia de Valencia, llegó con el equipo más numeroso, en una especie de 'Reservoir dogs'. Bielsa nunca ha ocultado que quiere ser secretario general y lleva tiempo preparando ese deseo. Ayer habló de «generosidad, unidad y autonomía». Pero no mostró sus cartas.
También el otro aspirante con más ganas, el diputado nacional y secretario general del PSPV de la provincia de Alicante, Alejandro Soler, llegó acompañado. Junto a él, dirigentes que en otro momento han estado en otras familias, como los abalistas Aaron Cano o el alcalde de Almussafes, Toni González, pero también personas que han sido de la confianza de Puig durante estos años como el alcalde de Elda, Rubén Alfaro. Pero tampoco fue más allá. Era el día de Puig.
Morant, sin embargo, llegó más tarde y sin séquito. Lo hizo cuando la atención ya había menguado porque los protagonistas Puig y Cerdán ya habían entrado a la sede de UGT, escenario del adiós. La ministra era este sábado el centro de todas las miradas. Es la candidata de Sánchez, en un momento en que en el PSOE todo es el secretario general. «Nadie se atreverá a desafiarlo», decían ayer los más confiados. «Esto es el PSPV. Si Sánchez promovió que quien decide es la militancia, igual hay una sorpresa», decían los que quieren jugar. ¿Habrá partida?
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