«Oliart nombró a Manglano para que el 23F no se repitiese»
entrevista ·
Los periodistas Juan Fernández Miranda y Javier Chicote desvelan en su libro sobre Alonso Manglano la formidable figura del jefe de los espías españoles durante un momento clave de la Historia reciente
Hace 41 años, al mismo tiempo que desde Capitanía el general Milans del Bosch sacaba a pasear una comitiva de tanques por las calles de Valencia, otro militar permanecía al mando de la Brigada Paracaidista en las antípodas del capitán general de la III Región Militar: el teniente coronel Emilio Alonso Manglano, valenciano por cierto, garantizó que la tropa acantonada en Alcalá, la élite de los soldados paracaidistas, desoyera la tentación a abjurar de los principios constitucionales y siguiera fiel al orden democrático. Era el 23F de 1981, que la BRIPAC celebraba como celebra cada 23F: de fiesta. Porque ese día se conmemora el aniversario del primer salto paracaidista en la brigada y sus principales mandos estaban de libranza, fuera del cuartel: Manglano se aseguró el control de la tropa y esa defensa del sentido del deber le situó en la rampa de salida hacia posiciones más elevadas: unos meses después se convertía en el director del CESID. En el jefe de los espías.
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Así se titula el apasionante libro que los periodistas Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote, miembros de la redacción de ABC, presentan el martes en Valencia (Casino de Agricultura, 19 horas). Un libro que se lee, en efecto, como una novela de espías, un poco al estilo Le Carré aunque reflejada como ocurre siempre en España en el espejo cóncavo del callejón del Gato, como manda Valle-Inclán. En esta entrevista, sus autores desvelan las entrañas de su libro a propósito del papel jugado por Manglano nada más ser nombrado: asegurarse de que el 23F quedara sepultado bajo la sentencia del tribunal militar que juzgó a Tejero, Milans y demás protagonistas del golpe.
- ¿Puede concluirse que Manglano llegó a ser el jefe de los espías precisamente gracias al 23F? ¿Qué la mezcla de deslealtad de sus antecesores y el amateurismo del espionaje español en aquel momento facilitaron su nombramiento?
- Efectivamente, Manglano llegó a ser director del Cesid porque el nuevo ministro de Defensa, Alberto Oliart, entendió que lo que sucedió el 23F no se podía repetir: no es el que el Cesid no previera el golpe, que no lo previó, ¡es que tenía agentes implicados! Hacía falta un servicio de espionaje moderno, y Oliart encontró en Manglano un militar que se adecuaba al perfil que estaba buscando.
- Un aspecto poco conocido del 23F aparece muy detallado en su libro: las secuelas. La amenaza casi permanente de otro intento golpista mientras se juzgaba a los asaltantes del Congreso, la intentona del 270, de enorme dimensión pero apenas analizada. ¿Les parece que Manglano se gana la autoridad sobre su gestión en el CESID precisamente en esos meses, tanto a nivel interno como externo?
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- Uno de los encargos que le hizo Oliart fue controlar y reducir al involucionismo. Había mucho ruido en los cuarteles y hubo varios intentos de actuar, pero afortunadamente, tras el 23F y con el nuevo director el Cesid se puso las pilas. El balance de los 14 años de gestión de Manglano es muy positivo. Es el padre de la inteligencia moderna en España, convirtió el Cesid en un servicio que hablaba de tú a tú con los grandes. Cuando él llegó no le recibían, y cuando se fue era el decano de la inteligencia europea. Llego a tener una enorme autoridad.
- En cierto sentido, Manglano fue un adelantado a su tiempo. Parece un desclasado, me recuerda en el retrato que se dibuja en el libro a Gutiérrez Mellado: un teniente coronel situado en un plano jerárquico que no le correspondía al frente del CESID, un militar investigando a compañeros de oficio, un apestado en el orden civil, un maniático de la idea de la información como arma de poder… ¿Es exacta esta definición?
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- Fue un adelantado a su tiempo. ¿Cómo si no en la España 1981 iba a incorporar al Cesid a civiles, mujeres y jóvenes? Visto desde hoy, aquello fue un acto casi revolucionario. Era un hombre de familia conservador, creyente y practicante -estuvo a punto de ser sacerdote- y tenía una mentalidad abierta, moderna. Esto en el ámbito militar no era lo más habitual. Tal vez por eso le llamó la atención al ministro Oliart en el mismo momento en el que le escuchó hablar. Y sí, para nombrarle director del Cesid Oliart tuvo que aprobar un decreto para que pudiera asumir el cargo sin ser general. Tenía el apoyo del presidente del Gobierno y del Rey, así que fue sencillo.
- Ha pasado el tiempo suficiente para que tengamos un retrato panorámico de su figura. ¿Creen que la historia le absolverá de sus posibles pecados? ¿Que en su expediente deberá prevalecer su vocación de servicio a España, su contribución a garantizar el orden democrático?
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- La publicación de 'El jefe de los espías' en octubre de 2021 es la prueba de que ya ha pasado el suficiente tiempo para disponer de perspectiva. El problema que tuvo Manglano es que se vio arrastrado por la ola de deterioro que afectó al Gobierno de Felipe González. Fue dimitir y nunca más se supo de él, nadie habló de él, nadie se ocupó de recuperar su figura, que quedó opacada por los pecados de otros. Cierto es que ser director de un servicio de inteligencia durante quince años y no mancharse el traje es una ensoñación. Manglano vio muchas cosas, tapó algunas y calló muchas otras, pero su actitud siempre fue honesta y con un mandato claro: servir al Estado.
- En un pasaje del libro, el Rey emérito le confiesa su soledad. Lo solo que se está en la cumbre. ¿No es también el caso de Manglano?
- Tenemos esa sensación, pero lo cierto es que en sus notas era extraordinariamente parco en lo que a sus sentimientos se refiere, por lo que no lo podemos asegurar. De lo que no hay duda es de que tras su dimisión se sintió solo, no en lo familiar, pero sí en lo profesional. La relación de Manglano con el Rey era de máxima confianza, hasta el punto de que le confesaba cuestiones de su vida familiar y privada. Don juan Carlos confiaba enormemente en el director del Cesid y se apoyó en él. De alguna manera el Cesid trabajaba para el Rey, como jefe del Estado. Esta es una de las cuestiones que se derivan de que España en los 80 fuera un país en construcción.
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- ¿Se han preguntado qué pensaría Manglano si leyera su libro?
-Él fue el primer escritor de este libro, porque la base documental que legó a sus hijos, y ellos nos pidieron reconstruir periodísticamente, fue inmensa, y en ella destacan sus notas manuscritas. Este libro es su vida, y a veces duele, pero seguro que disfrutaría corroborando que la suya fue una vida singular.
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