Jorge Rodríguez es el alcalde de Ontinyent, la capital de la Vall d'Albaida, una localidad de unos 35.000 habitantes. Lo es desde 2011, año en el que logró la victoria en las municipales y logró la alcaldía para el PSPV.
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No es poca cosa ser alcalde de una capital de comarca como esa. Pero en 2015 Rodríguez fue elegido presidente de la Diputación de Valencia. Y este joven alcalde (42 años) cambió sus objetivos. Los cambió él o se los hizo cambiar su designación como máximo responsable de la corporación provincial. Cuentan que fue José Manuel Orengo, el exnúmero tres de los socialistas valencianos, el que se fijó en el alcalde de Ontinyent para asumir ese puesto. Rodríguez aceptó, obviamente, y en verano de 2015 tomaba posesión del cargo y nombraba al propio Orengo como jefe de gabinete.
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A. Rallo JC. Ferriol Moya
A escasos cincuenta metros del Palau de Batlia se ubica la presidencia de la Generalitat. El Botánico acababa de desalojar al PPCV. Puig presidía la Generalitat pero Mónica Oltra le pisaba los talones. «Se lo va a comer esta legislatura» era el análisis que se hacía entonces -las cosas no ocurrieron así, pero la lectura era exactamente esa. Y claro, si Puig caía, el PSPV necesitaría un nuevo líder. ¿Y quién mejor situado para acceder a ese puesto que el joven alcalde presidente de la Diputación de Valencia? Los hechos seguro que fueron algo más enrevesados, pero la ecuación al final daba el mismo resultado.
Rodríguez movió pronto ficha despejando a Orengo del gabinete de presidente de la corporación y trayéndose a uno de sus más estrechos colaboradores en Ontinyent, Ricard Gallego. Perodista de profesión, a la mano derecha de Rodríguez se le consderaba como el cerebro en la sombra de esa operación que tenía como destino el liderazgo del partido. El presidente de la Diputación comenzó a ganar visibilidad, se rodeó de más colaboradores, reforzó su gabinete de comunicación... y protagonizó tantos movimientos y tan vistosos que, a los mismos 50 metros de antes, en el Palau de la Generalitat, comenzaron a tomar nota de unas aspiraciones que, aún no siendo reconocidas, parecían más que evidentes.
¿Provocaron esas aspiraciones su caída, como se ha querido hacer ver desde su entorno? No es exactamente así. En 2017, en el congreso del PSPV en Elche, Rodríguez esperaba ser designado 'hereu'. Puig sumaba apoyos de urgencia para trataqr de cerrarle el paso al sanchista Rafa García. Y lo logró. Pero a la hora de componer nueva ejecutiva, Rodríguez apenas vio alterada su posición orgánica.
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Rodríguez había puesto en marcha ya esa maquinaria de nombramientos con carga orgánica en Divalterra. Nombres que parecían querer ayudarle a construir un aparato que le sirviera para consolidar su posición en el partido. Los dos últimos nombramientos, Víctor Jiménez y Lucas Ferrando, fueron un ejemplo evidente.
Las formas y malos modos a la hora de llevar a cabo esos nombramientos, las presiones a cargos y técnicos de Divalterra para que los sacaran adelante a pesar de la docena de informes jurídicos en contra, están en el origen de las denuncias que el 27 de junio de 2018 provocaron su detención. Unos días después, tras ser suspendido de militancia, no le quedó más remedio que dimitir.
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Le queda Ontinyent, donde es considerado como un líder. En 2019, al frente de La Vall, renovó mayoría absoluta. Ahora, no obstante, tiene el banquillo de los acusados a la vista.
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