
Ver fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver fotos
Una de las primeras conclusiones de Isabel Bonig a su llegada al liderazgo del PP valenciano, vistos los resultados de las elecciones de 2015, fue la de que Mónica Oltra, la líder de Compromís y número dos del Gobierno valenciano, sería su rival a batir en los comicios de cuatro años después. La dirigente de la formación nacionalista aparecía como la gran triunfadora de aquellas elecciones, con unos resultados que casi multiplicaron por tres los obtenidos en 2011 -de 176.000 sufragios se pasó a 456.000-, a escasos 50.000 votos del PSPV. Nada que ver, precisamente, con la caída en picado de los socialistas valencianos, con los peores resultados de su historia, por debajo del 21%.
Oltra se erigió como la referencia de futuro de la izquierda valenciana. Los resultados de las generales de ese mismo año y de 2016, con la coalición A la Valenciana, certificaron el sorpasso de Compromís sobre los socialistas. En el Palau de la Generalitat, Puig parecía darse por satisfecho con haber alcanzado la presidencia y asumía que su mandato, gracias al acuerdo del Botánico, no abriría un ciclo largo de gobierno para el PSPV. Oltra, la portavoz preferida por las televisiones para dar su opinión sobre temas de todo tipo, iba a ser la gran aspirante a encabezar el bloque de izquierdas en los siguientes comicios.
Dos años y unos meses después, el horizonte político de Oltra es muy distinto y el aura que la envolvía ha desaparecido. La estrategia para que la líder de Compromís encabece la izquierda valenciana en 2019 encuentra cada vez más dificultades. Puig ha dejado de considerar a su socia del Botánico como su casi segura sucesora, convencido ya de que la marca PSOE ha recuperado fortaleza. Las opciones de repetir el 'A la Valenciana' en los comicios de 2019 encuentra demasiados obstáculos, internos y externos. Y hasta la gestión al frente de la conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas -que tanto encajaba con ese perfil social que Oltra trataba de exhibir- le ha traído muchos dolores de cabeza.
Oltra tuvo manos libres para elegir si se quedaba sólo con la vicepresidencia del Consell y la portavocía o si asumía además alguna cartera. En el primer caso, habría podido ejercer un papel de coordinación, sin el riesgo de achicharrarse con la gestión diaria, limitándose a comparecer los viernes ante los medios de comunicación para reforzar aún más su nivel de valoración pública.
Pero escogió la cartera de perfil más social, el área sobre el que había construido buena parte de su imagen más reivindicativa. Quizá la líder de Compromís pensó que para salir airosa tendría bastante con buena voluntad y con un presupuesto que solventara las carencias de esos sectores más necesitados. Tras haber explotado su perfil más hooligan -el de aquellas camisetas que exhibía en la Cámara- durante la última legislatura, llegaba el momento de presentarse como gestora eficaz. Pura estrategia política: afianzar primero el voto más 'radical', para luego tratar de ir robándole espacio a los socialistas.
Los planes no han salido como esperaba. La gestión de Oltra en Igualdad se ha dado un baño de realidad. El presupuesto de su departamento ha crecido; pero, de la misma manera, la ejecución presupuestaria en algunas de las principales partidas se ha quedado muy lejos de lo previsto. Su proyecto estrella, la Renta Valenciana de Inclusión -una ayuda monetaria mensual que se concede a los residentes sin apenas recursos-, necesitará en 2020 una inversión de casi 300 millones de euros. La medida, que sustituye a la vieja Renta Garantizada de Ciudadanía, amenaza con convertirse en un subsidio permanente -antes tenía un plazo máximo de doce meses- y ha vaciado la línea de lucha contra la pobreza energética. Las aportaciones para políticas contra violencia de género sólo crecen gracias al Estado, igual que las de dependencia, centrifugando la responsabilidad a los ayuntamientos. El modelo de residencias es el concertado de la pasada legislatura.
Con todo, el episodio más grave tuvo que ver con las denuncias vinculadas a centros de menores. De manera casi consecutiva, Monteolivete, Buñol y Segorbe obligaron a Oltra a echar balones fuera sobre la delicada realidad de este tipo de alojamientos. La vicepresidenta acabó cargando contra el centro castellonense, gestionado por las Hermanas Capuchinas, a las que llegó a acusar de ocultar un supuesto caso de abusos sexuales. La bronca política derivó en una denuncia ante la Agencia de Protección de Datos contra Oltra, que no obstante acabó archivada. Demasiado para quien, como bautizó María José Català, ha llegado a parecerse a Angelina Jolie por su afición a los viajes al extranjero. «Que alguien le diga que los problemas de los valencianos están aquí», le reprochó la popular. Oltra pasó de encabezar manifestaciones a que se las hicieran a ella.
Si su responsabilidad como consellera no ha arrojado el balance positivo que Oltra esperaba recibir para consolidar su imagen como gestora, el escenario político tampoco ha ayudado a mejorar sus expectativas. La estrategia de reforzar su perfil menos radical, convirtiéndose en una figura que pudiera sumar apoyos de la izquierda moderada, se ha visto torpedeada por las posiciones de su propio partido. En lugar de reforzar su posición, ha acabado apuntalando a Puig como hombre de consenso, capaz de templar los ánimos de su socio de Gobierno, y hasta de ganar para su causa al titular de Educación -que hace pocas fechas relevó a un miembro de Compromís como número dos de su departamento para situar en ese puesto a un militante socialista-. Oltra optó por acercarse a Puig, por repetir hasta la saciedad que el Botánico estaba a salvo de cualquier tipo de discrepancia -las últimas, vinculada a la elaboración de los presupuestos para 2018-. «No ha hecho política para desgastar a Puig, pero eso ha favorecido al presidente del Consell y no a ella», señala una fuente parlamentaria.
La pugna de Oltra con Puig por el liderazgo de la izquierda obligaría a la líder de Compromís a un acuerdo con Podemos, que decantara la mayoría del bloque de izquierdas a su favor. La operación se ve condicionada por el desgaste que la formación liderada por Pablo Iglesias viene mostrando desde hace meses y que constatan las encuestas publicadas y por la invisibilidad de ese partido en la Comunitat. Y, por encima de eso, por las reticencias que los socios de Oltra en Compromís, el Bloc, han mostrado ya con diversas declaraciones públicas a ir de la mano del partido de Iglesias en los próximos comicios. La líder de Iniciativa, es cierto, ha logrado hasta ahora arrastrar a Compromís hacia las posiciones políticas que ella encabezaba. La coalición asumía que el tirón electoral era de su líder y las diferencias terminaban resolviéndose -incluidas las candidaturas electorales- de la forma más favorable para los intereses de Oltra. Pero está por ver que esa situación se mantenga. Àgueda Micó, la líder del Bloc, parece dispuesta a mantener una posición política de mayor contundencia frente a Iniciativa.
El eventual pacto con Podemos revelaría algunas contradicciones difíciles de sostener. La formación morada acaba de avalar en el Congreso el cupo vasco, que Compromís, junto a Ciudadanos, ha votado en contra. Sobre Cataluña, la posición de la formación valenciana ha sido mucho más comprensiva con el independentismo que la de Podemos, que incluso ha llegado a descabezar al partido en Cataluña para contener las tesis secesionistas de Dante Fachin.
De los platós a las broncas en comisión
Algunos cambios no van sujetos a un motivo concreto. Suceden sin más. Mónica Oltra era una de las dirigentes políticas con más presencia en los platós de televisión. No había canal que no contara con la participación de esa dirigente progresista valenciana que tanto se había enfrentado con el PP por las causas de corrupción, entre otros asuntos. Dejar la oposición, pasar a gobernar y tener que defender gestión en lugar de denunciar las medidas de los demás han sido todo uno. Y Oltra ha visto recortada su presencia en los medios nacionales, que parecen haberla dejado de considerar como uno de los referentes del entorno Compromís con mayor proyección.
Oltra ha tenido que asumir responsabilidades. Los jueves preside la comisión de subsecretarios, el órgano encargado de preparar el orden del día de la sesión plenaria del Consell de los viernes. Al menos dos fuentes atestiguan a este diario que en alguna de esas citas la líder de Compromís ha mostrado su lado más agrio, con broncas a algunos de los presentes que se han escuchado más allá de la puerta de la sala en la que se celebraban.
Compañeros del tripartito valenciano la retratan más sola que al inicio de la legislatura, sin la complicidad que demostraba entonces con compañeros de partido y líderes de la izquierda. Como si la alteración de una hoja de ruta que en algún momento llegó a situarla como futuro referente político nacional le hubiera afectado también en el trato personal. «Se la juega con la Renta de Inclusión. Si en 2018 no logra que se consolide como una buena herramienta, acabará la legislatura sin un solo éxito de gestión que atribuirse», admite una fuente socialista. Oltra se ha empeñado en salvaguardar en público su relación con Puig, aún a pesar de que éste lleva meses trabajando en reforzar sus complicidades con el titular de Educación, Vicent Marzà.
La confección de candidaturas para los comicios de 2019 reabrirá la batalla en su coalición. Y Oltra ya no participará en ella sólo como la referente de uno de los partidos sino como el valor electoral más destacado, además de como líder de la coalición.
En un escenario que ya no será de crecimiento, como en 2015, sino que las encuestas anticipan que puede ser de desgaste para su partido. Además, sin un culpable al que responsabilizar de la herencia recibida porque los últimos cuatro años de gestión ya habrán sido suyos.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.