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El cargo de portavoz del grupo parlamentario en Les Corts se ha convertido en un puesto de máxima volatilidad. Con el paso de los años, desde la vigencia del Estatut y la actividad de la Cámara autonómica, la expectativa de vida de un síndic se ... ha recortado drásticamente. Es una profesión de riesgo en constante renovación. Duran menos que un caramelo en la puerta de un colegio. La velocidad de la política no sólo afecta a las declaraciones, a las circunstancias cambiantes. También afecta a quién pone la cara en nombre de los partidos. En 40 años, la caducidad de un portavoz parlamentario se ha acortado drásticamente. En el mes pasado cayeron dos síndicas, la del PSPV (Rebeca Torró) y la de Vox (Ana Vega). La voxista era la única que repetía de la legislatura pasada en relación a los cuatro partidos (socialistas, voxistas, populares y los nacionalistas de Compromís) que lograron representación parlamentaria en las elecciones del 28 de mayo.
No es cuestión de apelar a que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero desde luego, en el caso de los portavoces parlamentarios, el tiempo de vigencia de su cargo era mucho mayor que ahora. La denominada 'nueva política', que dinamitó el bipartidismo que imperó durante 25 años y que se tradujo en el multipartidismo que se extendió en Les Corts en 2015 (cinco partidos representados: PP, PSPV, Ciudadanos, Compromís y Podemos) y que se amplió en 2019 con la irrupción de Vox, ha recortado drásticamente la esperanza de vida (política) de los síndicos.
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Ser mujer y, especialmente, portavoz de un partido como Ciudadanos y Podemos es una mezcla de alto riesgo para la estabilidad laboral en el mundo de Les Corts. La síndica más resistente fue la popular Isabel Bonig, un total de 70 meses, y entre las más breves aparece Rebeca Torró. La primera vez que el PSPV inició una legislatura con una portavoz ha servido, también, para que sea de las más rápidamente sustituidas, el pasado mes de diciembre, por José Muñoz, para que la de Ontinyent ocupase un cargo en el Gobierno central. La fugacidad también marcó la singladura por Les Corts como síndica de Carolina Punset (8 meses) o Eva Ortiz (cuatro). Han sido pocas y generalmente muy volátiles.
Los más duraderos han sido, por lo general, señores encargados de poner la voz a los grandes partidos de orden, PP y PSPV (cada uno de ellos ha situado a 17 personas al frente de los respectivos grupos parlamentarios), si bien Esquerra Unida cuenta con la serie de portavoces más longevos en la historia valenciana de la democracia: tres en 20 años, entre 1987 y 2007: Albert Taberner, Joan Ribó y Gloria Marcos.
Les Corts ha contado a lo largo de los últimos 40 años con un total de 61 síndicos. De media, cada ocho meses un partido político ha cambiado de portavoz en la Cámara, una renovación que al iniciar la legislatura ha sido una constante excepto en casos contados, como en las últimas ocasiones ocurrió con Manolo Mata (PSPV), Fran Ferri (Compromís) e Isabel Bonig (PP), que acabaron una (la que arrancó en 2015) y comenzaron la siguiente (en 2019) en el mismo puesto. Más recientemente ocurrió con Ana Vega (Vox), si bien sólo ha retenido la portavocía medio año para dar paso a José María Llanos.
En la cúspide de la resistencia al frente de un grupo parlamentario hay que situar por derecho propio a Albert Taberner, con gran distancia respecto a todos los demás. Ni más ni menos que diez años estuvo dando voz a EU en Les Corts, seguido por Manolo Mata, que además de ser el socialista más duradero es el síndic más longevo entre los que se encargaban de sostener al grupo de un presidente de la Generalitat (84 meses), un puesto muy complicado. Ribó (EU), Ferri, Bonig, Héctor Villalba (UV), Morera (Compromís), Vega y el socialista Joan Ignasi Pla se sitúan también entre los que superaron el rubicón de la legislatura completa y continuaron durante la siguiente.
Cuando se observa la evolución de esa caducidad de las portavocía cada diez años (los años 80, 90, el inicio del siglo XXI, la pasada década y a partir del año 2020) se constata que la evolución de la política juega en contra de la durabilidad de los síndicos. Es un puesto muy complicado. Bonito, por la responsabilidad que tienes, la visibilidad y la posibilidad de hacer cosas provechosas, pactar asuntos importantes… pero con un fuerte desgaste, tanto internamente, porque tomas muchas decisiones que no gustan a tus compañeros y los egos en la política siempre están ahí, como externamente, porque en cualquier momento metes la pata y puedes saltar«, explica uno de los portavoces más duraderos.
En los años 80 se registraron menos de una docena de nombramientos de portavoces, un total de once, y se trata de la década de mayor estabilidad. Al frente de la Generalitat estaba el socialista Joan Lerma, y esa falta de alternancia y de luchas internas propició el periodo con menos cambios al frente de las portavocías. Se trata de un tiempo que contrasta con la década siguiente, la de los 90, cuando se produjo el primer cambio de signo al frente de la Generalitat. Perdió Lerma, que durante unos días (cuatro) fue portavoz de su grupo parlamentario, en 1995, cuando Eduardo Zaplana se convirtió en el primer jefe del Consell del PP, unos tiempos convulsos en el PSPV que tuvieron su reflejo en los cambios en el liderazgo de su grupo (Guardiola, Bru, Lerma, Martín Sevilla, Moreno, Asunción y otra vez Moreno).
A lo largo de los 90 se registraron 17 síndicos distintos. La década con la que se inicia el siglo XXI supone la entrada y salida de 14 portavoces de los partidos, pero la situación se dispara entre 2010 y 2015, más de una veintena, uno cada medio año. El colofón se produce en la presente década, que arrancó con unos, registró cambios de todo tipo durante la pasada legislatura y otros tantos después de las últimas elecciones, un total de 18 personas distintas han sido síndicos entre 2020 y la actualidad. Cada trimestre, un cambio, un ritmo vertiginoso que tiene mucho que ver con la inestabilidad de Podemos y Ciudadanos, que ante los malos resultados electorales y las luchas internas han registrado un cambio tras otro. Pero en los grandes partidos también ha habido mucho movimiento. Los socialistas entraron en pandemia con Mata, acabaron la legislatura pasada con Barceló, comenzaron la actual con Torró y ahora cuentan con José Muñoz. Los populares empezaron con Bonig, luego llegó Ortiz, sustituida por Catalá y actualmente tienen al frente del grupo a Miguel Barrachina. Así pues, durante la década actual, la volatilidad de los síndicos en Les Corts se ha disparado en relación a las anteriores. Se registra un cambio cada trimestre.
Respecto a los síndicos presentes, el popular Barrachina puede ser un perfil similar a los que tuvieron Alejandro Font de Moda o Serafín Castellano, y aguantar toda la legislatura como en los clásicos gobiernos del PP al frente de la Generalitat en periodos estables… o ser sustituido a los dos años para, por ejemplo, entrar en el Consell. El socialista José Muñoz queda pendiente del congreso del PSPV, que se celebra en febrero (se supone) y que puede propiciar un vuelco en el equilibrio de poderes socialista. A Muñoz le consta que su permanencia puede no ser demasiado larga, aunque en política nunca se puede dar nada por seguro.
Si en el partido se impone el continuismo de la línea que ha establecido Ximo Puig, el actual síndic del PSPV podría mantenerse hasta 2027. Joan Baldoví queda igualmente pendiente de los vaivenes en Compromis, Bloc y, finalmente, ante una futura campaña electoral que precise de potenciar a un candidato o candidata a si se trata de un diputado o diputada y necesita de la mayor visibilidad posible. En el caso del voxista José María Llanos, queda pendiente de lo que diga su partido a nivel nacional. Ningún síndic, y menos en la actualidad, ha podido dar por seguro que al mes siguiente lo seguirá siendo.
Sale muy barato cambiar de portavoz parlamentario. Los últimos relevos, los de Rebeca Torró tras ser nombrada secretaria de Estado y Ana Vega, lo demuestran. También la infinidad de cambios la pasada legislatura en los grupos parlamentarios de Ciudadanos y Podemos. Cambiar al máximo responsable del grupo parlamentario no genera tensión alguna por la sencilla razón de que su designación corresponde única y exclusivamente al criterio del líder del partido de turno. Ya no es necesario cuidar el equilibrio entre sensibilidades o familias del partido para elegir a tal o cual sustituto. Ahora manda y decide el líder, y el resto de la organización, el aparato del partido, se limita a aceptar. Se cambia una pieza del rompecabezas por otra, simple y llanamente porque el rompecabezas no tiene dibujo, únicamente varias piezas iguales e intercambiables.
Veteranos como Albert Taberner, una década al frente de la coalición que en su día representaba Esquerra Unida, que pertenecían no a la formación mayoritaria, que era el PCPV, sino a Nova Esquerra, corriente respaldada por la histórica Esquerra i País de Pasqual Mollà, germen de la actual Iniciativa integrada en Compromís. La nueva dinámica política habla de unos liderazgos hiperpersonalizados en la que el síndic del grupo parlamentario deja de tener la fuerza y el peso político que tenía antes. Ahora es sólo una pieza más en el engranaje. Los síndicos cambian igual que cambia el fondo de la trasera del comité ejecutivo del partido de turno. Y Patxi López, el portavoz de los socialistas en el Congreso de los Diputados es el caso más evidente. Su peso en el partido es el que le da Sánchez por ocupar ese puesto. Empieza y acaba en esa responsabilidad. Y si el líder decide otra cosa, como ha ocurrido ahora en el PSPV o la dirección nacional de Vox, se cambia. Y a otra cosa.
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