BURGUERA
VALENCIA.
Martes, 22 de septiembre 2020, 00:52
El discurso del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, ayer en Les Corts con motivo del debate sobre el estado de la Comunitat fue optimista. Quizá demasiado. Para la oposición, lo fue, sin duda. Incluso en Compromís, tras la intervención del presidente, se preguntaron en los pasillos de la Cámara de dónde vendrán los ingresos que permitan sufragar una retahíla de proyectos, planes e inversiones que precisarían cerca de 21.000 millones de euros. El montante es el equivalente a un presupuesto anual de la Generalitat entero. Desde Presidencia se precisó que eran cálculos con un plazo que se alarga hasta 2027, lo cual tampoco incrementó la confianza en las cuentas del presidente, teniendo en cuenta cómo cambian las cosas en una sociedad en la que hace poco más de medio año ni se sabía qué era el coronavirus. La incertidumbre inherente a todo lo que ha sucedido en el mundo y en la Comunitat en los últimos seis meses alimenta el escepticismo, las dudas respecto al idílico horizonte inversor vislumbrado por Puig, quien confió ese futuro a unos fondos europeos que precisan, primero, del visto bueno del Gobierno central y, después, de la aprobación de la Unión Europea. Más que del estado actual de la Comunitat, el jefe del Consell prefirió hablar de un porvenir al que sólo se llegará si los valencianos sobreviven al presente.
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Los millones rebosaban de tal manera en el discurso presidencial que llegó un momento que en vez de anunciar que se plantarán 15 millones de árboles afirmó que serían 15.000 millones. Luego rectificó, pero en cualquier caso, la quincena de millones de árboles ya provocó que algunos miembros del Consell levantasen las cejas y cruzasen los brazos con una incredulidad manifiesta. Entre los socios del Botánico había altos cargos que se preguntaban cómo logrará compatibilizar ese «aumento del gasto con la reducción de ingresos que necesita para pactar con Ciudadanos, pero qué sé yo, no soy economista».
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Marta Hortelano Burguera .
Está tan arraigado la creencia de que el presidente de la Generalitat se maneja en futuribles que hasta el propio jefe del Consell emplea sin sonrojo un término: 'ximoanuncios'. Unos y otros lo usaron ayer. Se prefiere el futuro que el presente. La oposición, en cualquier caso, lo hizo para afearle el carácter utópico de alguna de esas propuestas, planteadas con el fin de acelerar la reconstrucción de la Comunitat tras la crisis generada por el coronavirus. Desde el bloque de la derecha se consideró que las palabras del jefe del Consell habían sido «un despropósito, un discurso de buenas intenciones, de investidura, y no de rendir cuentas», según Vox, mientras que Ciudadanos consideró que había asistido «a un mitin» ofrecido por un presidente «en su palacio de cristal, promesas que escuchamos con estupor y escepticismo». Desde el PP se consideró que las palabras del líder socialista denotaban «que no vive en la realidad», e incidían en el modo en que el presidente había anunciado unas modificaciones en el organigrama de Sanidad que suponen «una OPA hostil contra la consellera» Barceló.
Precisamente, la líder del PP fue la que inició el turno de intervención de los partidos con representación en Les Corts, y lo hizo en un tono duro pero propositivo. Le ofreció negociar los presupuestos en varias ocasiones, si bien también le afeó a Puig «la indecencia» de emplear los tiempos de la crisis sanitaria para intentar lograr rédito electoral. El choque dialéctico entre el presidente y la líder de la oposición fue el más virulento, y no por el tono de ella, sino porque a las críticas de Bonig se sumaron las réplicas de Puig, bastante más afiladas que las que el jefe del Consell empleó para dirigirse al portavoz de Ciudadanos, Toni Cantó. Si bien el síndic de Cs fue en su conjunto más hiriente con el Botánico, el debate con el presidente de la Generalitat fue de mejor tono que el inicial, el correspondiente al PP, porque Puig evitó entrar al cuerpo a cuerpo. A Bonig, el líder socialista no sólo le recordó con tono crítico el pasado de los Gobiernos valencianos populares, sino que también contraatacó sus reproches con arremetidas hacia la gestión del Gobierno de Díaz Ayuso en Madrid. Y eso que la dirigente popular se ofreció a negociar los presupuestos una y otra vez. Sin embargo, en el caso de Cantó, ese intercambio de golpes no se produjo.
El dirigente de Ciudadanos, igual que habían hecho en los pasillos los nacionalistas de Compromís, se preguntó por los ingresos que iban a permitir a Puig hacer esas inversiones multimillonarias. El jefe del Consell lo fió todo a Bruselas, a los fondos para la reconstrucción que deberán ponerse en marcha a partir del año próximo, si bien no se sabe ni cuánto se le asignará a la Comunitat ni cuándo se producirá ese desembolso, si es que llega. Puig se encontró con un discurso de Cantó que era una enmienda a la totalidad de la gestión actual y, también, del modo en que Puig pretende abordar el futuro con el Botánico.
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Precisamente, el Botánico, el pacto, no fue nombrado por el propio presidente durante su discurso sobre el estado de la Comunitat. Sí enumeró los logros de la anterior legislatura, pero no se detuvo demasiado en asuntos candentes y pendientes, como la financiación. Esas carencias fueron las que echaron de menos sus socios, especialmente Compromís, un punto más reivindicativo que Podemos durante su turno de palabra. En cualquier caso, los dos socios de los socialistas sí coincidieron a la hora de recordarle a Puig que todos esos proyectos y deseos que quiere poner en práctica no podrían llevarse a cabo fuera del Gobierno de coalición, y especialmente con más dificultades si llegase a pactar con Ciudadanos más allá de lo que ahora parece una especie de coqueteo de cara a los próximos presupuestos.
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