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El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, acometerá este sábado la primera remodelación del Gobierno en sus siete años al frente del Consell. Y ... lo hará tras más de dos semanas de crisis abierta en las que las que el tripartito ha pasado de la repetida estabilidad a una montaña rusa de especulaciones, intrigas y despedidas que han culminado este viernes con una jornada casi esperpéntica, y con el Palau de la Generalitat como escenario de la acción principal. Además, solventará ese anunciado «impulso a la acción del Consell» echando mano del segundo escalón de su Gobierno, con la incorporación de perfiles que hasta ahora ocupaban Secretarías Autonómicas o cargos del PSPV en el Senado. Un diseño que evidencia las dificultades del jefe del Consell para encontrar perfiles nuevos que quieran sumarse el proyecto a un año de elecciones.
Por el salón de plenos del edificio gótico han desfilado los doce miembros del Consell para certificar el fin de una etapa, a apenas un año de las elecciones. Un tercio de ellos, sabedores de que ese paseíllo por la calle Caballeros iba a suponer el epitafio a sus años al frente de una cartera en el primer gobierno de coalición de la historia de la Comunitat. Lo curioso es que un tercio de los que este viernes creían sentarse a la mesa en la que se toman las grandes decisiones eran sabedores de que lo hacían por última vez. Así se enfocó el pleno, como el de despedida de consellers que, como el de Hacienda, Vicent Soler, o el de Educación, Vicent Marzà, dejarán su puesto tras siete años. La responsable de Sanidad, Ana Barceló, tras la dura gestión de la pandemia, volverá a ser síndica del PSPV en Les Corts, desde donde llegó al Consell. Y la de Innovación, Carolina Pascual, que sale después de una primera vez más que discreta en política.
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Sin embargo, tras una reunión matinal de abrazos «un poco más apretados que otros días», como los describió la vicepresidenta Mónica Oltra, y aplausos a algunos de los que ya tenían claro que saldrán, comenzaron las ceremonias de despedida, sólo interrumpidas por una pifia administrativa que volvió a llevar a los consellers ya despedidos incluso por el presidente a la misma sala en la que se habían reunidos a las nueve de la mañana, pero esta vez apenas diez horas después. Y es que, cuando alguien se dio cuenta del fallo administrativo, en varias consellerias había ya mares de lágrimas a media mañana, con comidas de cierre de etapa y selfies con los que dejar página impresa de su paso por la Administración. Sin embargo, un error administrativo a la hora de confeccionar la salida reglada de los cargos que entran y los que salen interrumpió el luto en algunos departamentos para tener que volverse a ver las caras en un pleno extraordinario por la tarde, donde todos ya habían sido informados por el presidente de que cesaban.
Y ahí se empezaron a desvelar los misterios, tras una jornada repleta de quinielas. La fallida operación de nombramiento de Tamarit, por un descuido en el orden, que provocó el pleno extraordinario para cesarla como dos de Cultura y poder ser nombrada consellera, este sábado, también supuso la salida de la secretaria autonómica de Economía, Rebeca Torró, que ocupará la cartera de Política Territorial. Torró, una de las personas que ha participado de la llegada de la gigafactoría a Sagunto, ya fue directora general en Vivienda, en la primera legislatura.
Los cambios denotan la falta de cantera a la hora de incorporar nuevos perfiles. Un nuevo Consell al que distintas fuentes restaban este viernes lustre. «Se ha hecho lo que se ha podido con el nivel de sueldos que se ofrece», recordaban este viernes algunos. En las apuestas entraba la actual senadora alicantina y en su día directora general en el departamento de Innovación, Josefina Bueno, sonaba con fuerza para liderar esa cartera. Además, su entrada permitiría dar una salida honrosa a Soler, que podría ser senador.
La pieza comodín, en la noche de este viernes, era el hasta ahora conseller de Política Territorial, que ocupará la cartera de Hacienda, donde se convertirá en el hombre fuerte de Puig en el Consell. Un destino complejo desde el que mantener un discurso político con la financiación y afronta la difícil negociación económica del final de legislatura.
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