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Coincidiendo con la derrota electoral del 28 de mayo, el líder de los socialistas valencianos, Ximo Puig, ha podido comprobar en sus propias carnes ... cómo de distinto es el trato que se dispensa a quien tiene poder institucional y a quien lo acaba de perder. La dirección federal del PSOE ha dejado en evidencia en dos ocasiones al secretario general del PSPV. Y en ambas, con el debate orgánico como razón de fondo. Primero, con los cambios en la propuesta de candidatura socialista a Congreso y Senado por las circunscripciones valencianas. La segunda, si se quiere menos evidente, con la decisión de la calle Ferraz de ratificar la candidatura de Carlos Fernández Bielsa a la presidencia de la Diputación. Dos decisiones en el sentido contrario al preferido por Puig. Y ambas, sólo unas semanas después de la derrota electoral en las autonómicas.
La primera decisión de la calle Ferraz resultó particularmente llamativa, por inesperada. La dirección provincial que dirige Bielsa había aprobado unas propuestas de candidaturas que la ejecutiva del PSPV tomó como una provocación y decidió cambiar. Bielsa y el líder provincial alicantino, Alejandro Soler, se plantaron en Madrid y el PSOE decidió estimar parcialmente sus peticiones. Sin ir más lejos, el alcalde de Paterna Juan Antonio S agredo recuperó su condición de candidato al Senado, y en cambio el secretario autonómico en funciones Alfred Boix –que había sido incorporado por Puig- la perdió. A Puig, que se recuerde, nunca la dirección federal del PSOE se había atrevido si quiera a tocarle una sola propuesta de candidatura. Ni a eso, ni a poner en cuestión su criterio, como poco, en el ámbito orgánico del PSPV.
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En el segundo caso, Bielsa y su equipo se apresuraron a confirmar su candidatura a presidir la Diputación –primero la ejecutiva provincia y después el comité-. Y ahora ha sido la dirección federal del PSOE quien ha hecho lo propio. Puig, es cierto, nunca ha dicho una mala palabra sobre la candidatura de Bielsa a presidir la corporación provincial. Y pese a ello, su entorno más cercano llegó a hacer circular hasta dos nombres, Jesús Ros y Marta Trenzano, como posibles alternativas a Bielsa. Incluso cuando la dirección del PSPV cambió las listas de Bielsa, se dejó en el aire que la actitud del también alcalde de Mislata fuera la más adecuada para un aspirante a presidir la Diputación.
Bielsa ya es, a todos los efectos, el aspirante de su partido a presidir la Diputación –ahora la pelota está en el tejado de Ens Uneix, que con su voto decisivo tiene en su mano quién obtiene la mayoría en la corporación-. Y Puig vuelve a conformarse con ver cómo la dirección federal de su partido da el visto bueno a una decisión que, de haber conservado la presidencia de la Generalitat, no se habría producido, o al menos no de este modo.
La diferencia entre el Puig que se hacía oír en la dirección federal y el que ahora parece no ser tenido en cuenta es el 28-M y el resultado de unas elecciones que dejan al exalcalde de Morella sin opciones de continuar en la presidencia de la Generalitat. Como si Ferraz hubiera caído en la cuenta de que el hasta ahora barón del PSPV, considerado esta última legislatura como uno de los más cercanos a Pedro Sánchez, está llamado a abandonar esa condición más pronto que tarde. Ya no se trata de que la decisión de la dirección federal del PSOE sea injusta, que no lo parece. Es más que en otro momento probablemente no se habría adoptado, o al menos no se habría hecho sin consultar primero con el secretario general del PSPV. Ahora, en cambio, la percepción es que el canal de comunicación de Puig con Ferraz se ha averiado. O se ha roto.
En el seno del PSPV se considera como un hecho incuestionable el cambio de actitud de la dirección federal con el líder de los socialistas valencianos. Algunos dirigentes, incluso, vinculan esa nueva situación no ya a la derrota del 28-M y la pérdida del poder por parte del dirigente valenciano, sino a lo ocurrido en 2016, cuando el comité federal del 1 de octubre exhibió la minoría de Sánchez en su partido y tuvo que abandonar el cargo. Un suceso en el que la posición de Puig, alineado con la entonces baronesa andaluza, Susana Díaz, tuvo un papel clave. Según esta tesis, Sánchez, que unos meses después acabó recuperando el liderazgo del partido, estaría ahora ajustando cuentas de lo ocurrido durante aquel episodio. Han pasado siete años, una pandemia y una guerra, y lo cierto es que la actitud en Ferraz deja entrever, como mínimo, que la influencia de Puig en la dirección federal o ha desaparecido o está en decadencia.
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