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La salida del vicepresidente Rubén Martínez Dalmau es la consecuencia inmediata de la pérdida del pulso que mantenía con la dirección de Podemos. Resulta complicado desligar su abandono de la derrota que ha sufrido en clave orgánica. A Dalmau, hastiado de las ansias ... de poder de Pilar Lima, sólo le quedaban un par de fichas y se las jugó a doble o nada en esa ruleta en la que se ha convertido la política. Le salió nada. Y en aquel momento incluso pudo imagina la sonrisa de Lima al otro lado de la mesa. Se despide el vicepresidente tras unas semanas de éxtasis institucional donde el alto cargo, el de mayor relevancia de Podemos en el Consell, se ha agarrado a su agenda, en el sentido figurado claro, para no perder comba de la actualidad.
Y todo pese a que anunció su salida hace ahora 14 días en una reunión con integrantes de su equipo. Les reclamó discreción ante la noticia, una revelación que ese mismo día, alrededor de las diez de la noche, ya copaba los grandes titulares de los principales medios.
Dalmau no era de Podemos y posiblemente ya no lo sea nunca. Deja un partido ciertamente a la deriva con la particularidad de que su máxima representación orgánica y además síndica en Les Corts juega a hacer ver que nada de esto está ocurriendo. Habla de cohesión y trabajo cuando la formación atraviesa el peor momento desde su fundación. Como última muestra de la desintegración de la plataforma destaca la salida de siete miembros de la dirección.
El futuro, para los morados, se presenta más negro que nunca. Las turbulencias amenazan ya la estabilidad de su coalición con Esquerra. El futuro no permite ser optimista si el análisis se basa en criterios objetivos.
El vicepresidente Dalmau se despidió ayer del Gobierno con un acto en el Ayuntamiento de Valencia, con Joan Ribó a la cabeza. ¿Es casual que el dirigente se despida de la 'mano' de Compromís? La coalición nacioanalista parte, en teoría, con cierta ventaja sobre el PSPV a la hora de lanzarse a por el voto de los de Podemos, una de las claves para mantener el Botánico frente a la pujanza del PP.
El convenio con Ribó sirvió para ceder al Ayuntamiento el derecho de tanteo y retracto para adquirir viviendas de manera preferente y ampliar el parque municipal. Se trata de una de las medidas estrella del departamento que ha dirigido hasta la fecha Dalmau. La iniciativa «permite que València pueda adquirir casas que podrían ir a parar a fondos buitre y que ahora ayudarán a paliar las necesidades habitacionales de la ciudad».
No parece que Dalmau tenga a corto plazo, entre sus prioridades, el regreso a la primera línea política. No se tomará ni unos días de asueto. Hoy ya tiene previsto asistir al inicio del curso universitario en La Nau. El próximo lunes, a la facultad.
El vicepresidente se despidió ayer con uno de sus ya casi habituales hilos de Twitter, una serie de mensajes encadenados en la conocida red social. En los 17 mensajes que publicó de manera consecutiva no aparece ninguna mención a Lima. Para ensalzarlo o para criticarla. Un hecho que llama poderosamente la atención. Sí tuvo palabras de reconocimiento para los socialistas, Compromís e incluso algún diputado del PP.
El motivo de la salida de Dalmau fue la disputa que mantenían por la designación de un alto cargo de la secretaría de Justicia. En las últimas horas, al parecer, le habrían ofrecido el puesto a una magistrada. El entorno de Lima obligaba a que el alto cargo diera parte de sus emolumentos al partido, un requisito que complica y mucho la salida de este tipo de profesionales. Una cuestión es ir perdiendo algo de dinero y otra es que de ese sueldo menor todavía se tenga que restar otra parte.
Dalmau llevó su pulso a la dirección nacional de la mano de la ministra Ione Belarra con la que mantenía una vía de comunicación abierta por si la situación se reconducía. Pero cuando recibió el mensaje de su interlocutora, con la negativa de Lima a negociar, comprendió que había llegado el final. Siempre le quedará explicar a sus alumnos que escapó de la hoguera de Podemos. Es el turno de Héctor Ilueca. Su reto será agotar la legislatura.
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