![Alberto Toldrá: «Me ha pesado haber tenido un padre tan crack en todos los sentidos»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202103/29/media/cortadas/LF2VE5U1-kKsE-U130977682727T2H-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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No se prodiga en los medios de comunicación, quizás por ese motivo confiesa medio en broma que se ha puesto su mejor camisa para las fotos, mientras intenta alisarse el pelo con la mano sin demasiado éxito. Alberto Toldrá nos ha citado en el bar del hotel NH Colón, y no es casualidad. El representante de jugadores se ha quedado con la gestión del lugar para poner en marcha un club de música en directo. Entre papel pintado, suelo enmoquetado y paneles de madera al estilo inglés es fácil sentirse cómodo en un espacio así. «Llevamos cuatro meses trabajando y tenemos claro que no se ha abierto nada igual en Valencia», explica el agente, que sentado en un sofá chester tiene ese magnetismo de quien, pese a estar siempre en un segundo plano, ha sido cerebro y mentor de fichajes como Soldado o Gayá. Que creció viendo comer en su casa a todos los grandes futbolistas españoles de la mano de su padre, como Raúl, Cañizares, Fernando o el Piojo y que, tras su fallecimiento se ha convertido en el pilar en el que se apoya una saga de empresarios que va más allá del fútbol.
-¿Qué le ha quedado de él?
-Lo que nos ha quedado a todos es la honestidad. Porque mi padre era un tío claro, de fiar, un fenómeno. Así que podemos tener muchos defectos, pero intentamos transmitir lo que somos. También mi madre nos ha influido en intentar ir de cara, en ser muy rectos en el trabajo y lo más honestos posibles.
-¿Él quería que siguierais?
-Él siempre nos dijo que hiciéramos lo que deseáramos, nunca nos quiso influenciar en ese sentido. Lo único que nos insistió fue en valores. Hay dos o tres frases que guardo de él que son claves en mi vida.
-¿Cuáles?
-(Piensa, parece algo emocionado) Me las guardo para mí...
-Supongo que sus recuerdos están relacionados con el fútbol…
-Éramos tan pequeños cuando mi padre nos empezó a llevar al fútbol que nos dormíamos. Quizás tendríamos cuatro o cinco años y estábamos tan cansados de hacer el cafre todo el día que los tres hermanos llegábamos al fútbol reventados.
-¿Ha sentido mayor responsabilidad al ser el primogénito?
-No, aunque siempre pesa un poco haber tenido un padre tan crack en todos los sentidos, porque todo el mundo espera de ti lo mismo. Pero hubo un momento en que me di cuenta de que yo era yo, con mis defectos y mis virtudes, y él era él. Ahí la situación mejoró mucho.
-Hace ya casi diez años que murió. ¿Se siente huérfano de consejo paterno?
-Aún lo busco. Hay situaciones complicadas donde automáticamente me viene a la mente pedirle consejo a mi padre, porque él tenía mucho equilibrio y mucho saber estar.
-Dicen quienes le conocieron que era una persona muy generosa.
-Y trataba a todo el mundo por igual, ya fuera Florentino Pérez o el quiosquero de la calle Xàtiva, el señor Revert, que le enseñó a hacer paellas. Los viernes era el día en que llegó a pasar todo el fútbol español por mi casa, y daba igual cuántos fueran. Invitaba a comer a todo el mundo y el lunes otra vez a comprar champán, vino, cerveza y coca-cola... (ríe). Era la persona más espléndida que ha habido en la tierra.
-Usted ha aprendido también a hacer paellas.
-Sí, yo también, pero al lado de mi amigo Toni Boix soy un alevín. Con él, con mi hermana Paula, con Álex Font, vamos a abrir en el hotel un club de música en directo.
-¿Le gusta la hostelería?
-Esta afición nos ha venido de mi padre, que fue quien abrió la Cervecería Don Pablo con otros amigos, como Jesús Martínez, al que considero mi tío, y la que creo que era la mejor persona que he conocido en mi vida, Juan Sol. Justo hace poco cerró el local.
-La pandemia ha pasado factura... ¿Cómo lo ha vivido usted?
-Queriendo más a mis hermanos, a mi hija, a mi madre, admirándola cada día por la entereza que está demostrando, siempre pendiente de una llamada nuestra. Todo el mérito de que la familia sea tan importante para nosotros es de ella, que es una fenómena, porque ha sido la que nos ha criado, que mi padre lo único que ha hecho ha sido trabajar como un cabrón toda su vida. De hecho, la última vez que me emocioné fue cuando la vacunaron hace unos días.
-¿Le gustaría que su hija siguiera sus pasos?
-Martina tiene dieciséis años y me da mucha guerra, pero es maravillosa. Disfrutamos mucho juntos, somos muy nocturnos, a veces nos acostamos a las cuatro o cinco de la madrugada viendo series - «y a las ocho de la mañana ya está llamando», dice Antonio Sanfeliu, su jefe de prensa, que está presente en la entrevista. «Somos muy amigos», asegura Alberto-. Yo siempre le digo que haga lo que quiera, que la voy a apoyar siempre, pero tiene que ser desde el trabajo y los valores que nos han regido a nosotros.
-Usted ha tenido éxito. ¿El trabajo es uno de los secretos? No creo que tenga muchos fines de semana libres...
-24 horas, siete días de la semana, y encantados. Para disfrutar las cosas hay que disfrutar el camino. Lo bonito es ver cuando un jugador triunfa y haber estado a su lado cuando estaba jodido. Y lo suelen estar, no solo porque no entre un gol, sino porque hay muchos momentos complicados en la vida para todos, y más para ellos, que tienen tanta presión. Pero si yo me siento especialmente orgulloso es por los amigos que tengo.
-¿Por qué?
-Si espero ser reconocido por alguien es por las personas que están cerca de mí. Recuerdo que cuando mi padre estaba muy mal el único que le sacaba una risa era Fari (el exfutbolista Javier Farinós), y eso siempre se lo voy a reconocer, porque es una de las mejores personas que conozco. Tengo amigos de todo tipo, y es el mayor tesoro. Organizamos una cena muy chula, que fundamos mis amigos José Luis Soler, David Navarro y yo, que se llama la cena de los idiotas. Es muy heterogénea, y a ella vienen políticos, empresarios, jugadores, expresidentes... Voy a nombrar sólo a tres personas: Rafa Bádenes, Javi Barberá y David Navarro, tres médicos a los que considero héroes, que han estado al pie del cañón todo este tiempo. Me emociono hablando de ellos y no puedo estar más orgulloso de considerarme amigo suyo.
-Si hay algo que se ha cortado casi de raíz en estos meses son los viajes. ¿Lo echa de menos?
-Yo viajaba todas las semanas y gracias al fútbol he estado en los cinco continentes, pero tengo que reconocer que no me gusta viajar. Soy un enamorado pueblerino de Valencia, me encanta el Mercado Central, los restaurantes, la gente de aquí, del tiempo, del Mareny Blau y como mucho me voy un poquito a Ibiza. Para eso soy muy cazurro.
-Algo habrá tenido que viajar.
-Este verano a Mallorca por el míster, a Pamplona y a Madrid, poco más. Y sólo por trabajo. Creo que ahora toca ser responsables, pero cuando pase todo hay un sitio donde tengo muchas ganas de volver, y es Argentina.
-¿Alguna vez va al fútbol sólo por el hecho de disfrutarlo?
-Sólo cuando voy a ver a cadetes. Recordaba en la boda de Paco Alcácer, a la que fui con mi hija Martina, cómo íbamos a verle jugar. Ella era una niña todavía. Aunque ya no es lo mismo, los cadetes todavía mantienen lo bonito del fútbol, más allá del tema económico.
-Ya no se da la mano, como hacía su padre para sellar acuerdos...
-Hay que mantener la honestidad y la confianza, sí, y al mismo tiempo adaptarse a los nuevos tiempos. Ahora estamos trabajando con un fondo de inversión que se llama All Iron Sports, que manejan 200 millones de euros, para poder acometer operaciones complicadas que antes no podíamos.
-Parece que su cerebro no descansa... ¿Se imagina dentro de diez o quince años?
-Ahora tengo cuarenta y tantos, así que cuando cumpla cincuenta y tantos me voy a cortar menos, voy a hacer más lo que quiera y voy a trabajar más duro.
-¿Más todavía? La gente suele decir que quiere trabajar menos.
-Si me quejara es para que me diesen un cachete grande, porque yo me siento un privilegiado de trabajar con las personas con las que trabajo, de hacer lo que me gusta. Que nuestra profesión tenga que ver con el deporte es fantástico, y qué privilegio hacerlo en una ciudad donde hay grandes empresarios que dedican su tiempo libre a promoverlo.
Pregunto por el Valencia. Alberto Toldrá habla de la difícil relación entre un señor que compra unas acciones de una sociedad y unos sentimientos que se desbordan. «Esa ecuación es imposible de casar, no puede ir bien nunca». Habla también de Gayá, «un gran jugador, pero sobre todo una gran persona». Destaca las cualidades humanas de quienes le rodean, aunque confiesa que le encantaría que los jugadores pudieran tener una «foto fija» de lo que sucede dos o tres años después de su retirada. «Y volver al presente, al campo de fútbol, con otra perspectiva completamente distinta».
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