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«Siempre he creído que fue un privilegio tener unos padres como los míos».

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«Siempre he creído que fue un privilegio tener unos padres como los míos». IRENE MARSILLA

El álbum de la infancia de María Dolores Enguix

La óptica recuerda una infancia apacible y feliz en Tavernes, cerca de sus abuelos, que tenían un almacén que exportaba fruta a varios países de Europa, y que se truncó al entrar interna en Escolapias

Viernes, 19 de febrero 2021, 01:11

María Dolores Enguix, propietaria de una de las ópticas más veteranas de Valencia y socia del Club Moddos, nació en Tavernes de Valldigna y pasó su infancia entre su casa y la de sus abuelos. «Fui una niña muy querida, la primera hija, la primera sobrina, la primera nieta. Vivíamos muy cerca de mis abuelos, que tenían un almacén de naranjas que nació a prin cipios de siglo, en 1920. Una parte era vivienda y por un patio pasabas al almacén, y yo me pasaba los días allí, viendo a las encajadoras y a mi padre trabajando. De la casa, que todavía conservamos, recuerdo que aporreábamos el piano de mi abuela. Además, había una fuente con carpas de colores y nos sentábamos en el borde para ver a los peces. Cuando venían mis primos disfrutábamos muchísimo aquel lugar».

Vínculo materno. Con su madre Mª Dolores Manclús, con la que tuvo un vínculo muy estrecho. LP

Los naranjeros de la época acostumbraban a poner fotos de sus hijas en las etiquetas de las cajas de naranjas, que luego exportaban. 'Cromos', las llamaban entonces. María Dolores, la mayor de las tres hermanas, fue la imagen de las naranjas Dores durante muchos años. «Me llamaban Dores de pequeña, pero nunca fui muy consciente de que mi foto estaba en los supermercados de Alemania e Inglaterra».

Esa vida apacible rodeada de familia se rompió a los diez años, cuando sus padres la llevaron interna al colegio de Escolapias en Valencia. «Mi padre era escolapio y quiso que yo también estudiase allí. Fue muy duro, nunca había dormido fuera de casa y ni siquiera había ido de excursión. Solo volvía con mi familia un fin de semana al mes y en Navidad, Semana Santa y verano». Del internado recuerda que dormían unas cuarenta alumnas en salas enormes, que se repartían por edades. Pasar tres meses llorando no le sirvió de mucho. «Mi padre me dijo: 'yo he estado interno y no me he muerto. Hasta que no termines no vas a salir'. Me tuve que poner las pilas y espabilar. Me dijo que algún día se lo agradecería, tenía una voluntad inquebrantable. Y así fue».

Al acabar el colegio, estudió Historia del Arte y, años después, ya casada, Óptica. Sus hijos la han seguido.

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