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«En mi nuevo estudio de la calle San Vicente, rodeado por mis obras y esas fotos de la infancia con las que me he reencontrado, ha sido muy bonito»

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«En mi nuevo estudio de la calle San Vicente, rodeado por mis obras y esas fotos de la infancia con las que me he reencontrado, ha sido muy bonito» LP

El álbum de la infancia de Misael del Rosario

Creció rodeado de pinturas e integrado en una gran familia donde siempre se fomentó la creatividad. La infancia del artista sabe al arroz con leche de su abuela y huele a las hojas de limonero de Gran Canaria

Elena Meléndez

Valencia

Viernes, 21 de agosto 2020, 00:42

Misael del Rosario pronto tuvo claro que quería ser artista y en su casa se lo pusieron fácil. Cuando él era un niño su padre, arquitecto técnico, decidió estudiar Bellas Artes, así que los lápices, acuarelas, témperas y cuadernos de dibujos se convirtieron en objetos cotidianos para él. «Tuve muchas posibilidades de expresarme, estaba todo a mi alcance», explica el artista, residente en Valencia hace diez años. Misael nació en Las Palmas de Gran Canaria y creció en un bonito pueblo llamado Teror. Fue el hermano mayor de otros seis, en total dos chicos y cuatro chicas.

Su personalidad sensible y el gusto por hacer cosas solo le regalaron un rico mundo interior y una desarrollada capacidad de observación que empezó a trasladar a sus dibujos. Su madre tenía una finca con árboles frutales donde antes su abuelo había alojado burros y vacas, un lugar donde se reunían allí los fines de semana para comer y donde Misael aprendió a disfrutar el contacto con la naturaleza.

Imágenes de la infancia de Misrael del Rosario. LP
Imagen principal - Imágenes de la infancia de Misrael del Rosario.
Imagen secundaria 1 - Imágenes de la infancia de Misrael del Rosario.
Imagen secundaria 2 - Imágenes de la infancia de Misrael del Rosario.

Integrado en esa gran familia donde fluía la energía creativa, Misael estableció un vínculo estrecho con sus dos abuelas. Consuelo tiene cien años y con ella aprendió a hacer las comidas de caldero como los potajes y las lentejas. Y Eloína, con la que pasaba tardes preparando arroz con leche. «El sabor de mi infancia es el del arroz que se quedaba pegado en la olla. Fueron ellas dos las que potenciaron mi parte emocional, me siento afortunado de haberlas tenido cerca y siempre he agradecido su mirada de amor tan reconfortante».

El artista explica que está en «un momento personal de reconciliación con mi niño interior, que me propusieras esta entrevista me pareció mágico y encontrarme con las fotos me produjo ternura».

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