El álbum de la infancia de Valentín Herráiz

Valentín fue un niño inquieto, creativo y algo incomprendido. «Recuerdo que cosía vestidos para las muñecas y les cortaba el pelo a mi hermana María Ángeles, a la que siempre he llamado 'teta', y a sus amigas. Era lo que me gustaba y me sentí durante mucho tiempo muy extraño porque se esperaba de mí que jugara al fútbol o a las canicas, pero a mí no me interesaba para nada». El diseñador pasó su infancia en la casa familiar en Patraix, donde vivía también su tía Elena, hermana pequeña de su padre. «Era modista, hacía punto, bordaba y montó el primer taller de costura en Valencia con Julián López. Ella influyó mucho en mi vocación». Y sobre ella ha construido su vida.

A Valentín le encantaba ir al cine con su madre y fue un niño muy activo. Formó parte de los pequeños cantores de Valencia, tocaba la guitarra, participaba en las tómbolas de la Beneficencia… «Siempre me ha gustado participar, liderar y apoyar». En el colegio era buen estudiante pero nunca terminó de encontrar su sitio. Tenía amigos, algunos con los que se sentía más identificado porque eran sensibles como él. «Sacaba buenas notas, pero es como si no estuviese allí, me evadía en mis fantasías».

A los catorce años, Valentín se dejó el pelo largo y se puso un pendiente, empezó a viajar a Ibiza y conoció a Francis Montesinos. «Fue en una tienda muy moderna que había detrás de la Lonja, se llamaba 1,2,3 y allí se reunía la gente más fashion de la ciudad: Francis, Juan Andrés Mompó con su hermana Merche, las modelos Amparo y Lupe Cerdá. Yo era un niño, tenía quince años cuando empecé a ir con él, que era siete u ocho años mayor. Me fui con él sin pensarlo, dejé de estudiar y entré de repente en un mundo con el que me vi identificado, encontré a gente que pensaba como yo».

Aquella nueva vida fue mágica para Valentín. «Después de haberme sentido tan extraño durante la infancia, poder diseñar fue maravilloso, yo sabía dibujar, sabía lo que quería la gente, intuía lo que les gustaba y lo hacía bien, se vendía».