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Sobre la mesa de trabajo de Alejandro Resta, ubicado su atelier en un piso antiguo de la Valencia más chic, solo hay un lápiz y un cuaderno para dibujar. En cada hoja, que pasa con cuidado, hay sueños esbozados por mujeres que acuden ... a él para que los haga realidad. Parece sencillo, viéndole con qué destreza maneja el lápiz, cómo lo traslada a la tela.
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Pero Alejandro Resta, que lleva toda su vida vinculado al mundo de la moda, lo ha pasado mal. Muy mal. «La pandemia casi acabó conmigo, pero he resurgido incluso con más fuerza que antes, como el ave fénix», dice este joven, que a los doce años llegó a Barreira acompañado por su madre, cegada ya por un talento plasmado en los vestidos de las barbies de su hermana y en los pupitres de Dominicos llenos de bocetos.
Tras la mesa de su despacho, una gran Sara Montiel preside un cuadro que le regaló su tío, y a la que Alejandro admira. «Nos posicionó muy alto», dice el diseñador, que reconoce que le encanta la pintura, la restauración...
Alejandro Resta se siente ahora «el hombre más afortunado del mundo» porque ha sobrevivido a la pandemia -con ayudas de personas cercanas, de novias que pagaron el traje íntegro aunque no supieran la fecha de casamiento, con los ingresos de los dibujos que vendía por Instagram-, porque trabaja en aquello que más le apasiona y porque a día de hoy no da abasto. «¿Que me encantaría ser una firma de moda internacional? Sí, pero yo agradezco lo que tengo», asegura. De momento, atesora clientas repartidas en tres continentes, viste a famosas para alfombras rojas y ha empezado a colaborar con Eduardo Navarrete en 15 segundos.
El diseñador valenciano reconoce que en Qatar y en Dubai adoran su trabajo, pero también en México o en Inglaterra, con esos volúmenes y telas con brillos y plumas para sentirse princesa por un día. Y mientras contempla el traje sobre el maniquí, le viene a la memoria cómo de pequeño iba recortando, a escondidas, el vestido de novia de su madre. «Antes tenía miedo a que me vieran haciendo ese tipo de cosas, pero mis padres me apoyaron siempre, desde que me descubrieron el costurero oculto dentro de la cama porque me daba vergüenza. ¿Y si me decían que aquello era de maricas?».
Últimamente hay mucha gente que le escribe, que le preguntan cómo lo ha conseguido. «No saben que yo me he caído, me he arruinado, he ganado mucho dinero, lo he vuelto a perder, y he hecho veinte mil cosas por seguir manteniendo esto», y mira alrededor. Según Alejandro Resta, solo hay dos opciones, o conformarse o tirar hacia adelante. «Y en la pandemia me caí a lo grande, pero yo tiré adelante», explica el diseñador, que en una de las paredes del taller tiene un corcho donde no caben más pedidos. «Faltan los encargos pendientes de patronaje, ¿cómo me voy a quejar?», y reconoce que pasa entre doce y catorce horas en el atelier. «No me importa». Ahora ha tenido que delegar, pero llegó a estar solo en el taller, midiendo, dibujando, patronando, cosiendo...
Hay otro tipo de satisfacciones más emocionales para Alejandro. El otro día, Presen Rodríguez le nombró como referente en la costura. «Lo leí y no lo podía creer, porque a quien tenía yo como modelo a seguir era a ella». La modista.
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