Almudena Bernabeu lleva toda la semana en México, donde ha escuchado «auténticas barbaridades» sobre los feminicidios, un país donde la situación de las mujeres es trágica. Reconoce esta abogada, la única 'barrister' (letrado de nivel superior) no inglesa, que no puede abstraerse del horror ... de las víctimas a las que trata de hacer justicia. No sólo en México, también Guatemala, El Salvador, Chile, Siria y ahora Ucrania, Almudena se ha enfrentado a testimonios que ponen los pelos de punta, y ha visto cara a cara a sus responsables. Pinochet, Ríos Montt y tantos otros que le ponen cara a la maldad en el mundo. Ha reflexionado esta valenciana sobre ello, y a pesar de todo es optimista.
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El éxito profesional de Almudena Bernabeu no tiene nada que ver con la ambición -llegó a tratar temas de justicia universal empezando como voluntaria defendiendo a inmigrantes-, pero la vida le ha ido llevando. La charla es telefónica, después de un fugaz paso en Semana Santa por Dénia, uno de sus refugios, donde participó en la 'Ruta de la sal'. «Acabamos todos vomitando, pero al llegar a Ibiza me sentía como una niña de tres años», ríe.
-Empezamos si quiere por su tierra. En alguna entrevista ha dicho que con el tiempo cada vez se siente más apegada a sus raíces.
-Soy medio alicantina y medio valenciana, y cuanto más tiempo llevo fuera más me gusta volver y descubrir Valencia. No sé si podría volver a vivir allí porque seguramente no está en mi camino, pero me encanta ver cómo evoluciona a través de los amigos, de la familia. Soy un poco turista en casa, y me encanta.
-Usted ha llegado a lo más alto a nivel profesional como abogada. ¿Tiene esa sensación de éxito?
-Cuando tenían treinta y tantos decía que si me muriera mañana podía estar satisfecha porque había hecho mucho más de lo que pensaba que jamás iba a hacer. Y sí, he tenido la sensación de estar logrando metas importantes aunque, francamente, siempre voy a cuestas con el síndrome del impostor, intentando matarlo. Incluso este año, cuando me nombraron 'barrister' en Inglaterra, pensaba: «¿cómo puede ser que con cincuenta años todavía tenga esa sensación como de no merecer el lugar en el que estoy?». Sé que he llegado alto, y no ha sido un tema de ambición, sino de oportunidades.
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-Se ha convertido en un referente para muchas personas. ¿Se trata de una cuestión de talento, de trabajo, de suerte?
-Hay que trabajar duro y no tener una agenda muy precisa de lo que crees que debes hacer. Yo siempre digo que tan importante es saber limpiar el baño como escribir una buena querella. Un día puse a mi hijo a hacer lo primero y cuando me preguntó porqué, le contesté: «porque tú irás a Harvard pero por si acaso no vas tienes que saber limpiar cuartos de baño». Mi marido se ríe mucho, pero es que es así. ¿Cómo consigues explicarle a un niño que no hay trabajo indigno? Tengo claro que hay que saber usar las manos e, idealmente, que haya un cerebro erudito detrás.
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-¿Fue esa su educación?
-A mí me educaron en prestarle mucha más atención al hacer que al intelecto. Me ha costado mucho aprender a estudiar, no vengo de esos ámbitos eruditos donde se cultiva más la formación teórica. Pero no pasa nada, casi lo prefiero. Mi familia han sido personas de clase trabajadora, mis abuelos no tuvieron educación y he sido muy consciente de esa parte de mí. Así que lo que hice fue trabajar muy duro y nunca ambicionar que yo estaba llamada a grandes ligas. Hice lo que tenía que hacer y, mira por dónde, lo logré.
-Su hijo no está teniendo la misma infancia, claro.
-Mi hijo tiene una infancia privilegiada, no tanto por seguridad, que yo también la tenía: vive entre tres ciudades, ha crecido en un avión, mientras que yo me subía a uno por primera vez con dieciocho años.
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-¿Cuánto hay de utópico dentro de usted llevando a la práctica palabras tan grandes como la justicia universal?
-No sé si es utopía, porque hay una parte de mí que todavía aspira y cree fervientemente que podemos hacer las cosas mejor. Hace un momento tenía una llamada sobre Ucrania, en la que me pedían opinión, y yo decía que no estamos haciendo las cosas bien allí. Hablamos de la vida de seres humanos, de la vulnerabilidad de la mujer; aspiraciones muy esenciales sobre las que tengo mucha fe e ilusión.
-Antes Chile, El Salvador, Ruanda, ahora México, Siria, Ucrania... ¿Tiene esa percepción de que todo se repite o es optimista?
-Las dos cosas. Yo creo que sería mentirosa si no te dijera que me levanto a veces pensando que somos unos bestias, que nos encontramos con situaciones que se pueden anticipar, incluso prevenir. Y sí, desespera, pero no soy pesimista. Se avanza, aunque sea a pasitos de tortuga. Con Ucrania hemos empezado a hablar inmediatamente de derecho penal internacional y de ulteriores responsabilidades. No necesariamente soluciona la guerra, pero yo creo que es un avance.
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-¿Cree que veremos a Putin sentado delante de la Corte Penal Internacional?
-Esa imagen yo no creo que suceda porque se nos va a morir antes pero sí lo veo acorralado, con descrédito y aislado. Y eso le va a pesar. Esa arrogancia con la que se maneja no es como funciona el mundo, aunque estemos delante de grandes crisis medioambientales y de recursos.
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-Ha llevado a dictadores delante de la justicia. ¿Ha visto la cara de la maldad?
-Sí, y una cara de la maldad que persiste sin arrepentimiento y en la justificación de lo que hicieron. Que además viven reiterando que lo hicieron por convicción.
-¿Ha pasado miedo?
-Sí. Anoche cenaba con el embajador de España en México, una persona a la que aprecio muchísimo, y me recordaba cuando me puso seguridad porque me amenazaron. Tenía 31 años y pasé mucho miedo, pero es que a mí se me olvida. No sé si soy una ingenua, afortunadamente no me ha pasado nada, y ello me permite seguir.
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-Ha luchado porque se reconozca como debe la violencia contra la mujer, violaciones, ablación digital, crímenes machistas… Ha llegado a decir que la responsabilidad es de un mundo jurídico copado por hombres.
-El mundo de los abogados todavía es tremendamente masculino, y si se ha tardado tanto en reconocer la violación como arma de guerra, es que los legisladores son hombres, no hay otra razón. Hay más mujeres, sí, pero todavía estamos en pañales. Y en algunos países, como México, el tratamiento en los periódicos de crímenes contra la mujer es de los años ochenta.
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-¿Cuál cree que es la razón por la que no hay mujeres?
-Aunque empezamos en las mismas condiciones, se sigue sin tener en cuenta que la mujer será la proveedora de la familia, y hay una interrupción en su carrera y evolución profesional que es mentira que luego recuperas. En muchos casos te matas para intentar hacerlo todo, pero no se llega. Es una conversación que deberíamos tener más a menudo, porque así como la carrera del hombre es lineal, la de la mujer está llena de baches.
-Usted sí lo ha conseguido.
-Sí, pero ha habido un coste. Tengo un hijo nada más, y a los cuarenta años. Y si hay alguien que me vea como una superheroína ya le digo yo que no. Necesité de ayuda, lo cual también es un coste adicional, porque he compartido esa intimidad que sólo una madre tiene con su hijo para poder seguir con mi carrera profesional.
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-¿Piensa que las mujeres pueden aportar otra mirada distinta?
-A la abogacía le vendría muy bien que las mujeres trajeran su manera de entender la relación profesional e incluso humana, su compromiso. Introducir lo que en inglés se llama 'multitasking'. Las mujeres, en cualquier momento del día, están pensando en seis o siete cosas, todas relacionadas con su vida personal, profesional y familiar. Eso no es así en el cerebro de un hombre. Punto.
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María José Carchano
-¿Cree que su trabajo está reconocido en España?
-Los medios de comunicación sí os habéis hecho eco de mi trabajo, y yo agradecidísima, pero es cierto que hace tres o cuatro años volví a Madrid para tantear la posibilidad de abrir un despacho, sin tener ningún interés en competir con nadie, y la recepción no fue cálida.
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-¿Qué sueño le queda por cumplir?
-Mi sueño a nivel profesional es todavía disfrutar con el trabajo y darme cuenta de que soy capaz de hacerlo cada día mejor y con más rigor. Dejar de pensar: «¿por qué estoy aquí? Se van a dar cuenta de que soy un desastre». A nivel personal, ser buena madre; esa es una obsesión recurrente, porque no sé si lo soy.
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