![Luis Trigo: «Me he subido a la parra y ahora quiero arreglar los problemas del mundo»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202204/09/media/cortadas/1446694226-RaMyPl8QWeBOMXyOKgOWZ8M-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Al inicio de la pandemia, Luis Trigo estaba en plena puesta en marcha de su proyecto más personal, la fundación 'El secreto de la Filantropía'. Vio enseguida la necesidad de actuar en aquella situación de emergencia, y creó un grupo de Whatsapp con el ... único objetivo de recaudar dinero para Cáritas. En cuatro horas consiguió más de 23.000 euros. En tiempo real lo transfirió. Quizás es una muestra de su carácter hiperactivo y entregado, y reconoce que los éxitos que ha conseguido con la fundación dando forma a proyectos sociales y culturales le han reportado más alegrías que las que ha tenido en el ejercicio de la abogacía, siempre en el ámbito del derecho tributario.
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A caballo entre Madrid, su ciudad natal, y Valencia, donde trabajó durante mucho tiempo como socio director en el despacho de abogados Broseta, confía en el potencial de una ciudad a la que ha llegado a conocer bien. La sede de la fundación en la Gran Vía Marqués del Turia respira además la misma pasión por el arte que su promotor, que tiene una fabulosa colección. Una muestra se podrá ver en una exposición que está preparando en el Casino de Agricultura, del que se ha quedado parte de la gestión cultural. Tanto le gusta el arte en todas sus versiones que Luis Trigo compró en 2021 la primera obra NFT (virtual) que se ha expuesto en la feria Arco.
-¿Qué hace un madrileño en Valencia?
-(Ríe) Sabía que me lo preguntaría. Y yo le contesto: «¿Por qué no?» Yo nunca me imaginé que los 350 kilómetros que nos separan podían generar tanta distancia. Al madrileño siempre se le ha visto como alguien que al valenciano le hace de menos, que es un poco arrogante… Sin embargo, tengo muchos amigos valencianos en Madrid y que me hablan maravillas, ya no sólo de la ciudad, sino de lo a gusto que se sienten. Hay que entenderse, y eso se consigue acercándose.
-¿Qué Valencia se encuentra cuando llega aquí?
-Cuando llegué estaba ultimándose el AVE, la Copa América, se veía una comunidad pujante. Por desgracia, a Valencia le pasó una gran factura la crisis de 2008; quizás fue la comunidad a la que más le afectó en el conjunto de España, porque muchos empresarios se volcaron en la rentabilidad de los desarrollos inmobiliarios. Desapareció el sistema financiero valenciano, tuvo un coste político brutal, muchas empresas fueron a la quiebra y hubo un desánimo muy grande. Valencia necesita desperezarse, darse cuenta de las muchas virtudes que tiene, una grandísima creatividad y mucho empuje. El problema es que le falta cohesión social, cada uno va por su lado, y tienen que existir movimientos que ayuden a cohesionar y vertebrar.
-Dicen que ese individualismo forma parte del carácter valenciano.
-Pues entonces si ese individualismo no ayuda, probemos otras vías. Así que si me pregunta porqué Valencia, para mí es un reto. Hay veces que cuesta convencer a la gente, pero no hay que dejar de intentarlo.
-¿Qué es El secreto de la Filantropía?
-Es un propósito muy personal que trata de buscar soluciones y atender necesidades que ayuden a mejorar la sociedad. Conectamos problemas y recursos como un operador intermedio, evaluamos proyectos para ver si son confiables y, además, desarrollamos proyectos nosotros mismos.
-Uno de los ejemplos es la gala para recoger fondos para refugiados ucranianos de mañana.
-Cuando se produjo la invasión de Ucrania por Rusia a mí lo que más preocupaba era la continuidad de los refugiados en Valencia. Un techo, un trabajo, la lengua... Hay una entidad católica, la capellanía ucraniana, que trabaja desde hace veinte años con la comunidad de ese país. Dos excampeonas mundiales de ajedrez, las ucranianas Mariya y Anna Muzychuk, han promovido la gala en el Mercado de Colón que han organizado Cesar Camisón y Quique Llobell, y donde habrá partidas simultáneas y una cena, con el apoyo de Ricard Camarena.
-Usted decidió retirarse antes de llegar a la edad de jubilación. ¿Por qué?
-Si quieres ser un buen abogado, tienes que trabajar mucho. Yo lo hacía dieciséis horas diarias, y tenía que bajar el ritmo. Pero no podía hacerlo si no me apartaba. Además, creo que siempre debemos tener una actitud de estar permanentemente dando las gracias de lo que somos y lo que tenemos, y parto de la base de que la peor tentación que podemos tener es la vanidad.
-¿Cuál es entonces su objetivo?
-Entre los objetivos en la vida, el dinero y el poder parecen ser los que movilizan al mundo. Pero he llegado a la reflexión de que son falsos compañeros de viaje. En realidad son medios, y lo importante es qué se hace con ellos. Tener una cuenta corriente muy grande y ensancharla sin parar no tiene ningún sentido. Una vez las necesidades básicas están cubiertas, lo mejor que puedes hacer con él es darle un buen uso, resolviendo problemas de la sociedad que van a generar tensiones. Si toda la capacidad de producir riqueza la orientamos a que la sociedad sea más justa y que podamos conseguir que no haya seres humanos que pierdan ni un ápice de su dignidad, ese es el mejor trabajo que podemos hacer.
-No parece que estemos yendo por ese camino, ¿no le parece?
-Sí, ese es el mundo ideal, pero cada vez vemos que nadamos más en contra de esos objetivos. A mí me costó mucho dormirme después de ver lo de Bucha, cómo el ser humano puede llegar a estos niveles de degradación. Y la realidad es que están dentro de nosotros esos impulsos, y debemos educar y trabajar para que no aparezcan.
-Hay una sociedad muy competitiva además que comienza cuando son niños.
-Por eso es tan peligroso que la filosofía desaparezca. En realidad, la debemos tener como un deber permanente, porque a las cosas tenemos que darles un sentido vital. Si algo califica a nuestra fundación es esa base humanista de entender qué es lo que tiene que hacer el ser humano respecto a los demás. Y recuperar el concepto de fraternidad, uno de los pilares de la Revolución Francesa, que se nos ha olvidado. Porque si yo a ti te veo como un enemigo, en algún momento intentaré eliminarte. Si te veo como un hermano, intentaré ayudarte. Eso es humanismo.
-Me he encontrado que las personas que encuentran un propósito en su vida se sienten más plenas, y si se trata de ayudar a los demás su felicidad es mayor. ¿A usted le ha pasado?
-Sin duda, y es algo que debería estar presente en todos los seres humanos. Aún así, yo trato de eliminar el aspecto más emotivo y darle un sentido racional. Hay mucha gente sin vocación altruista, y yo digo: «si es que es puro egoísmo, en la medida de que no queramos conflictos, evitemos que surjan. Si yo no cuido a la sociedad, la sociedad reacciona». Si nos orientamos a ese ayudarnos unos a los otros las cosas nos irán mejor.
-¿Le ha dado más alegrías esta faceta que su profesión como abogado?
-Sí, porque yo como abogado era muy autoexigente, y es verdad que cuando tienes éxitos te sientes satisfecho, pero al final estás resolviendo las necesidades de una persona, una familia, una empresa. Ahora yo es que me he subido a la parra y lo que quiero es resolver los problemas del mundo. Cómo no me voy a sentir orgulloso. Me pongo loco de alegría cada vez que un proyecto sale. Y, ¿sabe qué pasa? Que ahí sí que peco un poco de vanidad.
-¿Cree que toda su experiencia laboral le está sirviendo ahora?
-Sin duda alguna. Tanto a nivel de conocimientos, como de contactos. La verdad es que yo he procurado no pisar ningún callo, y si lo he hecho ha sido involuntariamente, y eso hace que cuando llamas a las puertas te reciben. Ahora, esto es muy duro.
-Pensaba que iba a trabajar menos que de abogado...
-Y eso que yo nunca tuve claro lo de serlo. Cuando estaba estudiando mis profesores más cercanos me querían llevar por las ciencias. La física y la química se me daba bien, pero las matemáticas no me gustaban en ese momento. Luego las he entendido. Así que como toda mi familia de tradición es abogada y mi hermano ya estaba metido en el Derecho, fue como seguir el carril. Luego me ha gustado mucho.
-¿Cree que volcarse en los demás tendrá un efecto futuro en sus hijos?
-Los padres con los hijos tienen que ser jardineros y no escultores, porque el escultor está queriendo forjar una imagen que tú quieres para ellos, y no funciona. En cambio, el jardinero planta una semilla y la deja crecer. Ellos tienen que decidir. Si soy un ejemplo y un estímulo, fenomenal. No quiero que ellos hagan nada que no quieran hacer. Creo que esto es un buen camino, pero es el mío. Además, les educamos muy mal porque si haces muchas cosas les generamos presión. Por eso hay que dejarles libertad.
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