Una noche, cuando el padre de Beatriz y Marta Fernández Nogales llegó a casa, se encontró con que todas las paredes estaban pintadas de amarillo. ... Las dos hermanas, que forman el Estudio Nogales Interiores, recuerdan con un punto de nostalgia anécdotas como esta, ahora que su padre ya no está, y hablan de la importancia que para ellas ha tenido el ambiente artístico en el que se criaron: su abuelo fue el pintor José Nogales y sus padres, después de estudiar Bellas Artes, se movieron durante toda su vida entre pinceles. «Nos hemos criado con el olor a aguarrás en casa», dice Bea, en una conversación donde van desgranando, primero tímidamente, cada vez con más pasión, cómo es el espíritu Nogales que ha definido una trayectoria de más de dos décadas.
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-Dicen que la infancia siempre marca.
-Marta Fernández Nogales. Nuestro entorno siempre ha girado en torno al arte y la estética. Todos los amigos de nuestros padres son escultores, pintores, diseñadores o profesores de la Escuela de Bellas Artes; nuestro padre ha sido profesor de análisis de formas durante cuarenta años.
-Beatriz Fernández Nogales. Nuestra madre, por su parte, tenía un estudio muy bonito en la calle Taquígrafo Martí y preparaba alumnos para Bellas Artes.
-Pero ustedes decidieron dedicarse a un arte mucho más aplicado.
-B.F.N. Las dos empezamos Bellas Artes y no lo terminamos, porque nos pareció entonces que era una escuela demasiado conceptual. Sin embargo, para mí la pintura es muy importante, en el caso de Marta la fotografía, por ese motivo no somos unas interioristas al uso. Nos gusta la plasticidad, y al final es una forma de ver.
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-Dicen que trabajar en familia no es fácil. ¿No ha habido rivalidades?
-M.F.N. Nunca hemos sido rivales, al revés, siempre nos hemos apoyado un montón y nos respetamos muchísimo. La suerte es que llevamos ya muchos años en un negocio que construimos las dos, mano a mano, que partió de cero. Y eso es muy gratificante.
-B.F.N. Marta tiene la cabeza más estructurada, yo soy más intuitiva. Ella es más fotográfica, yo más plástica. Y está muy bien aunarlo. Porque nos potenciamos mutuamente.
-¿Es difícil decir que no?
-B.F.N. Ha sido una carrera de fondo. Cuando empezamos, nuestro cliente era la pareja que se iba a casar y ella venía con la madre, que hablaba de la entradita, del cuarto de la plancha... Se nos hacía cuesta arriba hacer entender que las casas se podían vivir de otra manera. Por ejemplo, queríamos espacios abiertos separados por cristaleras y no encontrábamos quien nos las hiciera.
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-M.F.N. Nosotras queríamos quitar pasillos, que la cocina fuera el corazón de la vivienda... Ahora la gente ya lo entiende pero al principio era muy complicado.
-¿Han aprendido a conocer las necesidades de quienes las buscan?
-B.F.N. Cuatro frases después de que una persona entre por la puerta yo ya sé si es separada, si tiene pareja, si está pasando por una depresión... Al final a nosotras nos encantan las personas y hemos aprendido a saber qué necesitan en su intimidad. No somos nada de cara a la galería, no nos gustan los eventos, las fotos... nos gusta esto. Y como somos apasionadas de por sí esto no tiene fin. Y a veces nos miramos preguntándonos cuándo nos vamos a jubilar, y lo tenemos claro.
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-M.F.N. Estuve el fin de semana en Londres con una amiga y hubo un momento en que me dijo: «creo que deberías descansar, porque no has parado, llevas más de mil fotos». Pero no lo puedo evitar, me cura. Entré en el British, vi el discóbolo y me puse a llorar porque con mi madre lo hemos dibujado cincuenta mil veces. Y verlo allí en su esencia…
-¿Hasta qué punto es importante la creatividad?
-M.F.N. Yo soy disléxica, y de entrada, me cuesta mucho centrarme. Esas dificultades son una traba por un lado y, por otro, me han obligado a ser creativa; por ejemplo, cuando escribo y no sé cómo se escribe una palabra tengo que buscar otra. Y mi cabeza no para. No entiendo la frase 'no sé qué hacer'. A mí se me ocurren mil cosas distintas.
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-¿La pandemia ha acabado de darles la razón?
-B.F.N. Yo creo que había ya mucha gente que se había dado cuenta de otra forma de entender la vivienda, pero es cierto que desde la pandemia, al vernos encerrados en esas cuatro paredes, se le empezó a dar más importancia a la casa. Además, hay mucha más gente que teletrabaja y hay que reestructurar los espacios de forma distinta.
-M.F.N. Después de la pandemia se ha dado mucha más importancia a la vivienda y a las terrazas. Y nada es un problema. Ni el pilar enmedio del salón, ni la casa en chaflán, ni crear ese espacio para teletrabajar.
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-¿Hasta qué punto se han identificado con ese estilo mediterráneo?
-B.F.N. Nosotros no le ponemos etiqueta a nada, nos gusta ir a nuestro aire, pero sí que es verdad que no podemos perder de vista que somos mediterráneas, y lógicamente nos influye la luz, el color, los materiales, y la forma de ver...
-M.F.N. Y la pasión. Lo tenemos muy arraigado, pero es verdad que todavía viene mucha gente por la casa de promoción, con el espejo de la entrada. Hay mucha gente que culturalmente no está preparada para esto.
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-Sólo hay mujeres en el estudio. ¿Creen que hay una manera femenina de trabajar y de entender la profesión?
-B.F.N. Totalmente. Trabajar con mujeres es una delicia, nos entendemos muy bien, somos competentes, somos empáticas. No necesitamos tener ninguna más importancia que la otra, y cada una cumple una función muy concreta y muy complementaria. Si estuviera yo sola sería un desastre, si estuviera Marta sola también. Somos una mesa de cuatro patas, cuatro mujeres muy bien avenidas y con muchísima ilusión.
Siguen hablando de su trabajo, del placer de comprobar cómo los clientes confían en ellas, de las reformas sorpresa que en ocasiones han tenido la suerte de poder vivir. «Ese día lo preparamos a conciencia, ponemos velas, flores, y lo vivimos con mucha emoción», explica Marta. Durante la entrevista mostrarán el espacio que ocupan en un bajo de la calle Dénia, que en los últimos años se ha llenado de estudios creativos. Un lugar con mucho encanto, donde las imperfecciones forman parte de su manera de entender la decoración. Al fondo, un patio donde Marta cuida las plantas que 'adopta' después de encontrarlas junto a un contenedor. Y un poco más allá, un cuarto habilitado como estudio de pintura para Bea, que ha vuelto a retomar los pinceles tras unos años de inactividad. «Lo necesitaba».
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