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A una buena fallera -de las de verdad- siempre la oirás decir que fallera se es todos los días del año. De marzo a marzo. Cada día, sin excepción. Y eso es justo lo que te dirán Carla Olmos Llovera, Bea de la Osa Martínez, María Amparo Marti Beneito y Celia Fuster Pallarés, cuatro devotas de la fiesta que forjaron una bonita amistad siendo falleras mayores, cada una de sus respectivas comisiones, en el año 2023. La falla no es solo una fiesta, es una forma de vida.
Para ellas, los sacrificios nunca pesan, porque lo que reciben a cambio es mucho más grande: una segunda familia, una historia que se escribe generación tras generación, una tradición de la que saben cuidar y un vínculo con su ciudad y su cultura. La pólvora, la música, la luz, el color, el fuego, el arte, son la esencia de un universo que sienten como suyo y comparten con el mundo. Ellas son las mejores prescriptoras del sentimiento fallero y así lo demuestra cada una de sus historias. «Es mi día a día, toda la semana, mi jornada laboral, mi tiempo libre y mi tiempo en casa, mi pareja. Conciliar siempre viene de la mano de la falla. Y conforme se acerca marzo la intensidad es mayor. Cuando llega el fin de semana lo primero es lo primero, y para mi la falla es lo más importante», cuenta Ampi Martí, quien no solo es miembro de la junta ejecutiva y directiva de su comisión, sino que además ha ocupado otros cargos en la agrupación de fallas de su zona, Gran Vía, y en la Junta Central Fallera, trabajando en la delegación de medios como secretaria y tiene la oportunidad de vivir desde dentro la fiesta «en primera fila», como ella cuenta.
«No entiendo una vida sin Fallas», dice alto claro y Celia. Fue fallera mayor el año en el que su comisión, Conde Salvatierra-Cirilo Amorós, cumplía el centenario y en la junta directiva todos los años, sin excepción, ha habido un miembro de su familia. Perteneció a la corte de la fallera mayor de Valencia en el año 2024. Su comisión ha crecido mucho en los últimos años, y ya han cerrado el censo porque si llueve, ¡no caben en la carpa! A pesar de eso, Celia confiesa muy orgullosa: «Somos una gran familia».
La familia forma una parte indispensable en esta afición, que todos comparten como una herencia. Como en la de Bea, que contando solo con hermanos, parejas y sobrinos suman un total de 14 miembros, todos ellos falleros hasta la médula. «Fui fallera mayor Infantil con mi cuñada Bea Soler, la mujer de mi hermano mayor Javi. Cuando ella fue a la corte en 2009 conoció a Ana Cuesta, y su hermana gemela, Laura Cuesta conoció así a mi otro hermano Borja. Ahora están casados, tienen dos hijos y todos están apuntados a la falla», cuenta Bea. «Mi familia está muy unida, y el ser fallero es algo que nos une todavía más».
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El tatarabuelo de Celia fue fundador de su falla, su tío abuelo presidente durante 25 años y su padre lleva ahora 15 ocupando el mismo cargo, «en las reuniones familiares si no hablas de la falla, hablas de la corte, de los trajes nuevos… todo es Fallas», cuenta Celia. Carla fue fallera mayor con tan solo 20 años, «mi ilusión era que mi abuela pudiera disfrutarlo siendo joven. Ella es la que me ha ayudado a elegir todo y ha estado a mi lado, es un recuerdo que voy a tener con ella para siempre», confiesa.
En 2023 fue elegida fallera mayor de la falla Almirante Cadarso-Conde Altea. Un año después formó parte de la corte de honor de María Estela Arlandis y se reconoce como una fallera de todo el año. Es integrante del grupo de baile para la danza de la Virgen y también participa en la gran parada mora que celebran en su falla. Las juntas cada jueves, visitas al taller, la presentación... Hasta ha conseguido arrastrar a cinco de sus mejores amigas a su comisión.
Compromiso, esfuerzo, trabajo en equipo, desinteresado, y una entrega que antepone la fiesta a cualquier otra cosa. Estos son los valores con los que crece un fallero, los mismos que forjan ese admirable carácter valenciano. «Creo que ser fallera mayor joven es algo muy positivo, porque te hace tener una responsabilidad que no todo el mundo tiene a esa edad. Cuando eres fallera mayor representas a tu falla, que significa mucha gente, llevas la banda allá donde vas y piensas no puedo defraudar. El no ir a actos, llegar tarde o llegar mal, son cosas que no puedes hacer. Y aprendes también a tener que renunciar», explica Bea.
Ampi tiene un gran sentimiento de pertenencia no solo a su comisión. «Tengo mis amigos de la falla, de la agrupación de Gran Vía y mi grupo de Junta Central Fallera, porque las Fallas son eso, crear germanor y vínculos con gente con la que compartes una misma pasión», cuenta. Y en sus palabras se puede comprobar ese amor incondicional por la fiesta: «Es un compromiso ser fallera mayor, mi ejercicio fue, más que para mí, para que mi falla, Joaquín Costa-Burriana, viviera el mejor año posible».
«Tuve que elegir entre irme de Erasmus o ser fallera mayor y no tuve ninguna duda. No quería renunciar a mi ilusión desde pequeña», dice Carla. «Las Fallas transmiten los valores de ayudar al otro, de tener objetivos y trabajar juntos para lograrlos. Siempre he convivido con eso y me ha hecho crecer personalmente de alguna manera», cuenta Ampi. A ella más de una vez se le ha planteado una disyuntiva, pues su familia vive con mucha intensidad la fiesta de moros y cristianos en su pueblo, y sin embargo entre un evento u otro, Ampi elige siempre las Fallas: «No voy a perder una oportunidad de vestirme de fallera», dice.
Fue fallera mayor infantil en el año 2008 y hace dos fallera mayor de Reino de Valencia-Císcar. Con tres meses recién cumplidos desfilaba por la Plaza de la Virgen en brazos de su madre, que es también 'megafallera'. Donde otros eligen verano o Navidad, para Bea su época favorita siempre serán las Fallas, y vive con especial ilusión la Crida. Una de las cosas que más le gustan de esta semana es poder transitar tantas emociones en tan poco tiempo y confiesa entre risas: «Veo un pecado dormir la siesta o a comer a casa».
Bea también habla de lo imprescindible que es el apoyo de las parejas en esta fiebre que no entiende de razón, y «saben que si están con nosotras tienen que ser falleros», sentencia. En el caso de Celia, lo de su novio, madrileño, va más allá: ¡Es él quien la viste de fallera! «Aprendió el año que estuve en la corte. Cuando empezamos a salir ya le dije: 'Vas a ser fallero, ¿vale?'», cuenta entre risas. Ella es fisioterapeuta y confiesa: «He atendido a muchos pacientes con moños de fallera...».
Ellas son la prueba de cómo las jovenes valencianas continúan viviendo la fiesta en el centro de la ciudad con la misma pasión y orgullo que las generaciones que las precedieron, manteniendo viva una tradición y un sentimiento que trasciende a todas las cosas, y que son justamente lo que hacen de esta celebración la fiesta más bonita de todo el mundo.
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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