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La mente de Carlos Ferrando viaja a mayor velocidad que la del resto de la humanidad y en su trayectoria profesional ha tenido que escuchar ... demasiadas veces que no, que sus ideas eran geniales, pero que todavía no era el momento. Pero si el CEO de Closca tiene claro algo es que su propósito está en «hacer llegar la sostenibilidad a los 8.000 millones de personas que habitan el planeta». Nada más y nada menos. Pero volvamos al principio. Como todos los grandes genios que han intentado hacer cosas grandes, ha habido muchos obstáculos en su camino. Cuando tenía diez años estaba programando para el banco Sabadell, así que a él le llamaban 'el volat'. Demasiadas particularidades hacían diferente a Carlos en una sociedad que tolera mal todo lo que se salga del molde, y que le provocaron a este joven de un pequeño pueblo de la Ribera, Sumacàrcer, una tartamudez que no se quitó hasta bien entrada la veintena.
Hubo más piedras en el camino de Carlos Ferrando que le han llevado adonde está ahora. Ingeniero industrial de formación, con varios másters en el extranjero a sus espaldas, trabajó en siete empresas diferentes hasta los treinta. «No encontraba mi lugar». Lo que le pasaba es que desarrolló una depresión, de la que solamente se liberó cuando encontró un propósito en la vida. «Y ahí nació Closca, como una extensión de mis valores personales, de las cosas que no me dejan dormir, como qué está pasando con el plástico o con el CO2». Con mucha humildad y mucha ambición emprendió una empresa que en realidad era un concepto de vida. De hecho, su icónico casco plegable, el que diseñó junto a Cul de Sac, es el único producto español que se ha vendido en el MOMA de Nueva York. Y allí sigue, como símbolo de una movilidad mucho más sostenible.
Hablar con Carlos Ferrando supone que muchas de las certezas que se puedan tener sobre términos relacionados con la sostenibilidad van a saltar por los aires. Por ejemplo, con el llamado 'greenwashing', que hace referencia, habitualmente de forma negativa, a las prácticas de las grandes empresas y multinacionales de lavar su imagen aportando alguna referencia a la sostenibilidad que choca con su actividad principal, que suele ser mucho menos respetuosa con el planeta. ¿Y por qué Carlos está a favor de esta práctica? «Porque por algo hay que empezar». Y precisamente ese es uno de los modelos de negocio de Closca, convencer a Amazon, Google, Apple, Coca-Cola o Starbucks de que con productos sostenibles como los que nacen de la mente visionaria de Carlos Ferrando se puede comenzar a hablar de sostenibilidad y a inspirar a esos miles de millones que conforman la humanidad. Por ejemplo, con una botella, que Amazon ha comprado para regalar a sus empleados, que intenta reducir el consumo de plástico con un diseño único, muy visible. Porque el objetivo, como reza uno de sus lemas, es «inspirar el cambio y posicionar la marca ganando comunidad».
Closca ha invertido 350.000 euros en una aplicación que permite buscar las fuentes de agua que se encuentran en la ciudad de Valencia para rellenar las botellas, en una acción sostenible que, permite acceder a recompensas y obtener datos de esas personas que dejan de consumir plástico. «Estamos hablando con marcas para que se sumen a esta iniciativa, que puede cambiar la manera de beber agua en las ciudades». En Copenhague, por ejemplo, se premia al turista sostenible, y este es uno de los objetivos de Closca, la 'gamificación' de las buenas prácticas.
Ahora han creado otro producto, una bolsa con un bolsillo adicional que permite recoger la basura. El lema, 'no es mi basura, pero es mi planeta'. Y que esa acción no solamente sea visible en ese momento, sino que el hecho de llevarla suponga inspirar a las personas con quienes nos cruzamos cada día. «La bolsa es una reflexión, más que un producto», explica Carlos, que cree que cambiar el mundo «es muy caro». El CEO de Closca reconoce que ya está en paz consigo mismo, pero que ahora no puede dormir porque intentar sacar adelante una firma tan innovadora no es fácil. De hecho, Closca ha tenido que superar una crisis reputacional debido a un proyecto con mascarillas en la época de la pandemia que no salió bien. «Y nos ha lastrado», dice Carlos Ferrando, que tiene muchas más ideas en la cabeza. Por ejemplo, la de revitalizar su pueblo, Sumacàrcer, o crear productos como 'Volats', un aceite de oliva virgen extra ecológico de Altura con un envase que recuerda a los botijos, reconciliado ya con esa mente que vuela tan alto.
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