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Lunes, 4 de febrero 2019, 00:57
El hogar de Ángela de Sotos es un reflejo de las grandes pasiones de su vida: el arte, los viajes y las cosas bellas. Hace casi treinta años dieron con un terreno pegado a la montaña en una urbanización a las afueras de Valencia. Fue su marido, de profesión constructor, quien se encargó de dirigir un proyecto cuyo principal reto era el tener que edificar la casa adaptándose a las formas de la roca. «Queríamos conservar el máximo de vistas posibles, por ello construimos en dos alturas y sacamos tres terrazas que sirven de nexo entre el interior y el exterior de la vivienda y nos permite rodearnos de un montón de plantas», explica la pintora.
Damián TorresEl hogar de Ángela de Sotos es un reflejo de las grandes pasiones de su vida: el arte, los viajes y las cosas bellas. Hace casi treinta años dieron con un terreno pegado a la montaña en una urbanización a las afueras de Valencia. Fue su marido, de profesión constructor, quien se encargó de dirigir un proyecto cuyo principal reto era el tener que edificar la casa adaptándose a las formas de la roca. «Queríamos conservar el máximo de vistas posibles, por ello construimos en dos alturas y sacamos tres terrazas que sirven de nexo entre el interior y el exterior de la vivienda y nos permite rodearnos de un montón de plantas», explica la pintora.
Damián TorresEl hogar de Ángela de Sotos es un reflejo de las grandes pasiones de su vida: el arte, los viajes y las cosas bellas. Hace casi treinta años dieron con un terreno pegado a la montaña en una urbanización a las afueras de Valencia. Fue su marido, de profesión constructor, quien se encargó de dirigir un proyecto cuyo principal reto era el tener que edificar la casa adaptándose a las formas de la roca. «Queríamos conservar el máximo de vistas posibles, por ello construimos en dos alturas y sacamos tres terrazas que sirven de nexo entre el interior y el exterior de la vivienda y nos permite rodearnos de un montón de plantas», explica la pintora.
Damián torresEl hogar de Ángela de Sotos es un reflejo de las grandes pasiones de su vida: el arte, los viajes y las cosas bellas. Hace casi treinta años dieron con un terreno pegado a la montaña en una urbanización a las afueras de Valencia. Fue su marido, de profesión constructor, quien se encargó de dirigir un proyecto cuyo principal reto era el tener que edificar la casa adaptándose a las formas de la roca. «Queríamos conservar el máximo de vistas posibles, por ello construimos en dos alturas y sacamos tres terrazas que sirven de nexo entre el interior y el exterior de la vivienda y nos permite rodearnos de un montón de plantas», explica la pintora.
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