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Los propietarios querían una casa en una única planta. Ese era el planteamiento inicial, así que la vivienda, ubicada en Puerto de Sagunto, ocupa la casi totalidad de la parcela, de 800 metros cuadrados. El estudio descompuso el volumen de la construcción en varias partes ... para reducir el tamaño visual, cada una de ellas con un uso diferenciado: salón, cocina, habitaciones... identificable desde el exterior y que genera espacios interiores con diferentes alturas y geometría.
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Además, las zonas se diferencian según su uso; así, la zona de día son espacios abiertos, luminosos, orientados al sureste para aprovechar la luz de la mañana y el mediodía. La zona de noche, ubicada hacia el oeste, más introvertida, se materializa en madera de cerezo, lo que aporta la calidez y tranquilidad que requieren unas habitaciones destinadas al descanso y donde se respeta la privacidad que cada uno necesita. Así, la habitación principal se sitúa en el extremo opuesto al salón y la piscina.
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María José Carchano
Un elemento característico y singular de la casa es que toda su fachada norte está completamente cerrada para mantener la privacidad, un condicionante que se convirtió en uno de los puntos fuertes del proyecto. «Trabajar esta fachada desde el exterior nos permitió entenderla como un lienzo donde trabajar la belleza artística de la composición, el color y la proporción». Así, se introdujo luz natural en cada espacio, que sólo están abiertos a la orientación sur. En la planta subterránea se ubica la zona de ocio más privada, con habitación de juegos, cine, gimnasio y piscina climatizada. Esta parte de la casa, intencionadamente escondida, podría ser oscura por su ubicación pero vuelve a tener la luz natural como protagonista por un patio y a través del agua de la piscina principal.
En la parte superior se alojan las habitaciones de invitados y el estudio con su propio microclima. Un casa discreta, sin ninguna ostentosidad, aparentemente introvertida desde el exterior pero muy generosa en espacio y luminosidad desde su interior.
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Hace poco más de una década que Clara Cantó, Jose Iborra y Nacho Juan decidieron abrir un estudio al que llamaron Horma para disfrutar con su trabajo, para hacer «arquitectura a medida de cada usuario, cada paisaje, cada contexto». Su trabajo ha sido publicado a nivel nacional e internacional en publicaciones como Arquitectura Viva, Plot, AD y Azure y reconocido en los Premios nacionales de arquitectura 2021, FAD 2021 y 2018 y premios CTAV y COACV, entre otros. HORMA, desde sus orígenes, ha combinado la práctica profesional con la docencia, con el objetivo de enseñar lo aprendido pero, sobre todo, de seguir investigando cada día.
«Entendemos que lo manual es único, capaz de dotar a la obra de la virtud de lo irrepetible». Este estudio de arquitectura formado por personas muy jóvenes tiene muy clara la importancia de minimizar el impacto que puedan generar en su entorno, «proponiendo una arquitectura consciente y respetuosa con el pasado, presente y futuro». Como docentes, intentan no sólo enseñar lo que ya saben, sino seguir investigando. A alguien que empieza, «le diríamos que disfruten de lo que hacen, que tengan el valor de hacer lo que piensan y sigan formándose para desarrollarlo de la mejor manera posible».
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