Pepe Salama Castillo y Maria Payá Serratosa se casaron hace unos días en Xàbia, el lugar de veraneo de la novia, hija de la galerista Ana Serratosa. «A los dos nos apetecía una boda fuera de la ciudad y queríamos que la gente que venía ... de fuera -de Madrid, México, Londres y Estados Unidos, donde estudió Pepe- tuviese unas minivacaciones». Xàbia era perfecta. Para la ceremonia religiosa eligieron la Iglesia de San Bartolomé, que la novia conoce bien desde pequeña. «La adornamos con paniculata, una flor vaporosa y quedó preciosa».
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María José Carchano
La novia entró en la iglesia acompañada de Javier Vela, el marido de Ana Serratosa, que ha sido como un segundo padre para ella y la llevó al altar emocionado. María llevaba un vestido vintage del diseñador holandés Jan Taminiau, el mismo que diseñó el vestido de boda de Máxima de Holanda. Era de manga larga y líneas ceñidas que contrastaban con la falda fluida. El color, un blanco roto en organza de seda con flores bordadas en georgette e hilo de plata. «Me sentí yo misma aunque fuese vestida de novia». De fondo sonaba la música del Coro favola per música con la soprano María José Cifre».
La pareja quiso organizar ellos mismos la boda. Tenían claro los proveedores desde el principio y preferían hablarlo directamente con ellos. «Conchita Cañamas y Yolanda Fitera tienen mucho gusto y confiamos en ellas para las flores, en tonos amarillos, verdes y blancos, con centros con limones que daban un aire primaveral y alegre. Mi ramo, de peonías blancas grandes y mucha flor blanca pequeñita, fue en sintonía con mi vestido».
Para la celebración, eligieron la Finca La Fredad, en Denia. «Es un lugar idílico con una vegetación espectacular. Poder celebrar desde el cóctel hasta el baile en medio de la pinada es una pasada». El catering fue servido por El Alto. «Nuestra familia siempre confía en Isabel Aliño y su equipo para las bodas familiares», cuenta la novia. Entre los amigos, la influencer Marta Lozano y su socia, Marta Lluch Seyda.
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Para ese día, los novios contaron con la ayuda de Alejandra García de Nuluha, que se ocupó de que todo saliese perfecto, desde el rincón de alpargatas a la barra de chuches y un puesto de paipales y de sombreros para los chicos. Otros detalles que encantaron a los invitados fueron los retratos que iba haciendo durante el coctel Carlos Maiques y las cervezas Tyris personalizadas.
La fiesta siguió al atardecer con una barbacoa de longanizas criollas, hamburguesas, panes y patatas. Ya estaba anocheciendo y en el jardín se descubrían las imágenes iluminadas del artista Javier Riera. «Es un artista que me ha gustado siempre y me hacía ilusión que interviniera en la pinada de la finca y que la fiesta acabara con sus instalaciones. Fue una experiencia preciosa para todos». El artista también participó en el diseño de las invitaciones y en el misal de la ceremonia litúrgica. Luego vino el baile, con la música de Felipe Gil Casares de Gilca Sound. «Estaba todo el mundo tan animado que costó que la gente se fuera al autobús para volver a casa», cuenta María. Para la fotografía, tuvieron claro que sería Alfonso Calza. «Sabe capturar a la perfección la esencia de cada uno».
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