Cuchita Lluch en el salón de su luminosa casa ubicada en la Gran Vía Marqués del Turia, con vistas al cauce del rio. Jesús Signes

Cuchita Lluch: «Juan y yo nos cuidaremos juntos en la vejez»

La gastronomia la unió con Echanove, y cinco años después de renunciar a Valencia por él tiene claro que es «el hombre de mi vida». Reconoce sin embargo que aquí era «cabeza de León, en Madrid soy cola de ratón»

MARÍA JOSÉ CARCHANO

Valencia

Martes, 2 de julio 2019, 20:12

El verano de Cuchita Lluch ha empezado en Xàbia, donde descansa con su marido, Juan Echanove, al que ha convencido, por fin, de que la playa es una buena opción, mucho más que aquel pueblo, Madriguera, donde el actor tenía una casa, y donde la valenciana pasó un mes de agosto. «¡Qué secano! ¡Qué calor!», dice, entre risas. No parece que, con ese nombre, la pedanía de Segovia, de veintiún habitantes, fuera el hábitat de una mujer expansiva como Cuchita Lluch, que accedió a vender su casa de Ibiza a cambio de olvidar para siempre aquel lugar. El día de la entrevista hace un parón en su casa de Valencia, donde aún vive su hijo Vicente, y con quien se pone al día de idas y venidas. En esta ocasión, camino de Castellón, donde comerá en uno de esos restaurantes que ella ayudó a dar a conocer en su época como presidenta de la Academia Valenciana de Gastronomía. Se siente cómoda en su tierra, donde ahora vuelve por la puerta grande como presidenta de la Feria Gastrónoma -«me hace una ilusión tremenda», aunque haya sabido adaptarse a la sombra de un grande como Juan Echanove en Madrid. Cuchita es una mujer que ríe alto y fuerte, muy segura de sí misma, porque sabe lo que quiere y huye del qué dirán. A ella no le va, aunque en la entrevista mantiene un tono amable porque no quiere molestar a nadie y porque «algunos cadáveres guardo ya en el armario».

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-Usted pertenece a un estrato de la sociedad valenciana al que siempre le ha importado mucho el qué dirán, pero ha demostrado que en ese sentido rompe el cliché.

-He hecho lo que me ha dado la gana y siempre me he sentido libre. No me he basado en ningún guion que me marcara adónde quería llegar. Me he separado dos veces, me he casado tres, y nadie me ha dicho cómo ni con quién tengo que vivir.

-¿Quién le enseñó a vivir de esa forma?

-Mi padre, soy digna hija suya. Siempre luchó por sus ideales y por conseguir lo que quería, y he mamado de él. Mi familia ha sido muy libre. Mi padre era un hombre muy comprometido y la libertad como forma de expresión y de desarrollo personal lo he vivido siempre porque en mi casa se hablaba mucho de política. Estudió en Bélgica para misionero, y con los curas obreros descubrió el socialismo. La suya fue una vida de entrega, de generosidad, en una familia de trece hermanos, todos de derechas, con un padre fascista, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Valencia. Cada vez que venía Franco a Valencia a mi padre lo encarcelaban.

Cuchita se considera una mujer libre, heredera de los ideales de su padre. J. Signes

-¿Cómo recuerda haber vivido en libertad en su infancia, en su adolescencia?

-Es cierto que alcancé la consciencia algo más mayor, pero sabía que había cosas diferentes, sobre todo en el tema de la religión. Yo nunca he tenido los miedos que todos tenían al pecado. No nos llevaban a misa, y tampoco existió esa obligación de los domingos a comer todos juntos. Es cierto que nos veíamos todos los días por el trabajo, y yo siempre he intentado no estar sometida a la dictadura en que puede convertirse la familia. Pero mi padre nos dejó que cada uno estudiara lo que quisiera, nos enseñó a viajar, a aprender idiomas....

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-Si hablo con cocineros que la conocen, coinciden en definirla como una persona generosa.

-La generosidad forma parte de mi forma de ser, no sé comportarme de otra manera. Lo siento si hay gente a la que le molesta. Me ha costado llegar adonde estoy, pero no he sentido el machismo. Sí que es cierto que te encuentras en un mundo de hombres. Mi padre era promotor, yo era la vendedora, la que estaba en la caseta de lunes a domingo vendiendo pisos. Tenía todos los puntos para que me dieran de hostias, porque yo era la hija del jefe, pero a mí me tenían un respeto enorme porque me he hecho amiga de la gente.

«No he sido de llevar las fotos de mis hijos en el bolso»

-¿Le gustaba aquel trabajo?

-Me gustaba mucho, porque lo que me gustaba mucho el trato con la gente, y cuando estabas delante de unos compradores era como una psicóloga. Me lo pasaba pipa. He trabajado como una burra, estaba delgadísima, salía de mi casa a las siete de la mañana y volvía tardísimo. Incluso estando ya casada con mi primer marido, el padre de mis dos hijos, Vicente y Carlota.

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-¿Qué tipo de madre ha sido?

-Yo desde el principio he tenido niñera, no he querido ser esa madre de no sin mis hijos. Porque yo quería ser Cuchi y mujer. He hecho muchas renuncias, sí, pero voluntarias. Por ejemplo, cuando me casé con Juan y me fui a vivir a Madrid dejé aquí a mi hijo, pero él ya tenía dieciséis años, tenía a sus abuelos enfrente y siempre les educamos para que fueran independientes. Carlota, con diecisiete años, ya se había ido a estudiar fuera. Entendía que ese momento era muy importante para mí; encontrar al hombre de mi vida era lo mejor que me había pasado, aunque echo mucho de menos a mi hijo, que se parece a mí, entregado y muy generoso.

-Después de haberse casado, de dos divorcios, ¿supo que era el hombre de su vida?

-Yo sé que soy una mujer especial y nada convencional, no vivo la vida como los demás, y no soy mujer de conversaciones de mujer, ni de llevar las fotos de mis hijos en el bolso. Y eso no significa que no sea mujer, madre, femenina y presumida. Cuando conocí a Juan supe que estaba hecho para mí.

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Lluch confiesa que quien más la valora es su pareja, Juan. Jesús Signes

-¿Cómo ha sido la vida en Madrid estos cinco años?

-Juan no es un nombre de alfombra roja ni de estrenos, sino alguien normal. La gente se piensa que yo estoy todo el día de fiesta en fiesta. Cuando no está rodando, va al mercado a comprar, cocina, nos ponemos con la mantita en el sofá, vemos una peli, nos quedamos dormidos, nos vamos a la cama… como hace todo el mundo.

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-He leído que Juan se ha propuesto enseñarle a cocinar.

-(Ríe). Le estoy haciendo gazpacho y está entusiasmado. Y me pide que le cocine patatas con huevos fritos. Me salen de maravilla, es nuestro plato favorito.

-Parece una persona muy divertida. Sus historias en Instagram con el actor Ricardo Gómez son desternillantes.

-Me divierto muchísimo, pero es que creo firmemente que estamos hechos el uno para el otro, es el hombre perfecto para mí, y espero serlo yo también para él. Generoso, muy culto, tiene una cabeza con una memoria alucinante. Me da mucho gusto estar con él, y le encantan mis amigos.

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«A mi padre lo encarcelaban cada vez que venía Franco a Valencia»

-¿Se ha acostumbrado a vivir a su sombra?

-Es verdad que en Valencia yo era cabeza de león y en Madrid cola de ratón, pero quien más orgullo tiene de Cuchi es Juan, el que más valor me da a mí es él. Y el que me dice: «poco tienes para lo que vales». Nos respetamos mucho, y ese respeto ha sido el quid de la cuestión en nuestra vida de pareja. En realidad, debería ser el principal valor en cualquier relación, porque todos tenemos necesidades diferentes. Cuando llegué a Madrid Juan tenía mucho empeño en que me pusiera a trabajar, que estuviera a gusto, pero yo quería que primero nos entendiéramos nosotros.

-A una edad en que las personalidades están definidas.

-Estamos juntos para cuidarnos y para querernos en la vejez. Es la verdad, lo tengo clarísimo. No nos necesitamos económicamente, y somos felices por la vida que tenemos en estos momentos, independientemente de lo que nos ocurra.

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Cuchita Lluch posa para Revista de Valencia durante una visita a la ciudad. J. Signes

-¿En qué sentido?

-Cuando nos conocimos, en aquel momento nos unió la muerte, en mi caso la de mi padre, en su caso la de su hermano en un accidente de tráfico. Decidimos los dos vivir la vida como queríamos porque es muy fácil perderla. Me preguntó: «¿Cuándo te vienes a vivir a Madrid?». Le contesté: «cuando me quepa la ropa en el armario». ¿Sabe cuál fue su respuesta? «Vende esta casa y compra otra» (ríe).

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-Una curiosidad. Va de restaurante en restaurante, pero se mantiene delgada. ¿Cómo lo hace?

-Tengo mucha suerte, es genética pura. Digo que voy al gimnasio pero no es cierto, es para que la gente no me odie (ríe). He sido muy delgada, me operé del pecho para tener algo. Pero eso sí, no como fritos, ni rebozados, ni donuts. Tampoco pan. Y es lo que más me ha costado.

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