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Las risas y el buen ambiente invaden la zona de juegos del Casino de Agricultura de Valencia cuando entramos para hacer la entrevista. Se trata de Enrique Fayos y sus cuatro amigos, Dimas Bonmatí, Reyes Ballester, Federico López e Ignacio Vallés, compañeros y rivales en sus partidas de dominó, que realizan en ese momento. Ellos llaman a Enrique 'Henry Triplete' porque ha sido capaz de ganar tres veces el campeonato que cada año organizan entre todos, unas 20 personas. «Soy el único que lo ha logrado y tengo las copas en mi despacho», presume el empresario, responsable del teatro Olympia. «Lo importante es reunirnos los amigos, pasas un rato divertido. En el dominó cuando estás metido no puedes casi hablar, estás concentrado, tienes que memorizar las fichas y eso te exige concentración. Y como no piensas en otra cosa, pues te relajas también. Estás ejercitando la memoria pero te olvidas de tus problemas cotidianos», comenta Fayos, que juega dos veces por semana, los viernes en el campeonato y los lunes en el casino.
Parece una simple afición pero en realidad para Enrique el dominó reúne algunas de las cosas más importantes de la vida. Se trata de los sentimientos, familia y confianza. Uno de sus primeros recuerdos es ver a su abuelo Emilio jugando con las fichas. «Me trae recuerdos de infancia, lo veía de pequeño. Era muy bueno, esa complicidad que tenía con sus compañeros me gustaba. Cuando tuve oportunidad de jugar, quise volver a los orígenes y me enganché hace siete años». Le encantaría poder cerrar el círculo familiar entre generaciones. «Lo puedo practicar durante mucho tiempo, sé que dentro de 20 años puedo seguir jugando al dominó, pero otros deportes como el rugby ya no. Y si lo aprendí de mi abuelo, ¿por qué no puedo enseñárselo también a mis nietos?, sería maravilloso», indica. También recuerda de su abuelo, propietario del cine Goya, que iba a su casa para colarse en la sala a ver los 'spaghetti western' de la época que tanto le gustaban.
Su mundo es el arte. Dirige seis teatros de la Comunitat, Talla y Olympia en Valencia, otros en Vall d'Uixó, Altea, Torrent y Catarroja. Además, es propietario de una librería.
La confianza es la otra pata de la mesa. Tanto en el dominó como en el rugby, una de las pasiones de su vida. «Todos los deportes de equipo son muy bonitos, tienes que confiar en los compañeros, y en el caso del dominó, en tu pareja, en el fondo es como la vida misma, con tu mujer, tener esa confianza en el otro y saber que si pone esa ficha es por algo y tienes que ayudarle. El rugby además es muy deportivo, sano y muy noble», destaca. De hecho, jugó hasta los 24 años, llegó a militar en la selección juvenil y fundó un equipo con sus compañeros, el 'Xe 15'. «Conservo a muchos amigos de cuando jugaba, cada cierto tiempo quedamos a cenar y nos juntamos. Nos reímos, contamos anécdotas, lo pasamos bien», asegura.
Siempre le ha gustado la actividad y los deportes explosivos, «pero con la edad hay que bajar el ritmo», reconoce. «Ahora voy al gimnasio tres veces a la semana. El estrés, con situaciones que no puedes controlar, necesito rebajarlo de alguna manera y salgo del gimnasio relajado. Que se ponga malo un actor, un imprevisto, para esa tensión me viene muy bien hacer deporte. Tengo que sudar bien la camiseta para salir a gusto. Hago kinesis, unas pesas con cables que no perjudican las articulaciones y quemo calorías».
Admite que para él, por su profesión, ir al cine o al teatro «es como estar trabajando» y se declara fan de los libros tradicionales, con el placer de tocar las hojas, antes que los electrónicos, que están tan de moda. Tiene poco tiempo para viajar y lo aprovecha con escapadas breves. «Voy mucho a Altea, soy de playas pero no de largos viajes, porque mi actividad es muy viva, tienes que estar con los actores. He visitado hace poco Extremadura, me ha parecido precioso, Cáceres y Trujillo me han encantado. Uno a veces se va a 2.000 kilómetros y resulta que tiene una maravilla aquí al lado y sólo las ve cuando se las enseña a un amigo de fuera. Pero no lo valoramos», lamenta.
Adora los paseos por la playa de El Saler con su mujer, «una terapia de relax ideal», o si no le encanta quedarse en la ciudad y andar tranquilamente por el cauce del río. «En Valencia coges el coche y en 10 minutos estás en contacto con la naturaleza, eso no lo pueden decir Madrid ni Barcelona. Es muy fácil salir y es un lujo, como pasear por el río, un pulmón verde que da mucho nivel a la ciudad», expresa Enrique. Aunque le gustaría que hubiera más inversión en transportes. «La gente tiene muy complicado el acceso al centro de la ciudad, al final van a tener que venir en globo. Si no se lo ponen fácil, no vendrán al teatro o a los comercios. No puede ser que a las 21:50 se levante mucha gente sin que haya acabado la obra porque si no pierde el último metro que pasa a las 22 horas. Eso no pasa en Madrid», puntualiza.
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