MARÍA JOSÉ CARCHANO
Martes, 9 de mayo 2017, 20:27
Quedamos en un restaurante de moda de la Alameda. Caras conocidas de la sociedad valenciana se han dado cita al calor de un día soleado del mes de abril. Víctor Cucart aparece algo tarde porque a última hora ha tenido que editar unas fotos que salen publicadas en el último ejemplar de la revista Hola México, cabecera para la que trabaja desde hace más de veinte años, primero en España y ahora al otro lado del charco. Pese a la distancia, este fotógrafo de Gandia visita regularmente la que considera su casa para encontrarse con la familia, a la que se siente muy unido. Acostumbrado a estar siempre rodeado de glamur, algo se le ha pegado; lleva el cabello revuelto después de una hora al volante de un descapotable y viste con ese aire desenfadado que le permite colocarse una americana y unas zapatillas y quedar elegante. Arrollador, optimista, en ocasiones rozando la frivolidad de la que se envuelven muchos de los famosos que se colocan al otro lado de su cámara, y a los que considera amigos porque ha conseguido, gracias a su discreción, colarse en su círculo más íntimo.
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-¿Se siente una persona de éxito?
-La verdad es que sí, soy un tío afortunado. He trabajado muchísimo en mi vida, nadie me ha regalado nada y estoy orgulloso de ello.
-Ya de pequeño apuntaba; formó parte de un grupo de música con el que triunfó.
-Estudié desde muy pequeño piano, guitarra, solfeo, pintura..., y junto a mis tres hermanos formamos un grupo muy famoso en España que se llamaba Los chicos de la bahía. Teníamos entre trece y dieciséis años, y llegamos a actuar en la plaza de toros de Valencia con Mecano, Miguel Bosé o Ana Belén. Con aquella canción, Camino del Sur, triunfamos, y recuerdo perfectamente al público coreándola. Aquello no se olvida. Nos hicimos famosos, nos tiramos tres años viviendo en Madrid con un tutor, firmamos un contrato con la CBS... Aquella locura lo cambió todo para nosotros. Recuerdo que fuimos portada de LAS PROVINCIAS cantando en Mestalla en el aniversario de la riada.
-Sin embargo, su carrera profesional no siguió por la senda de la música, sino que eligió la fotografía.
-Un día, tendría ocho años, llegué del cole y pregunté a mi madre: «Mamá, ¿todos los niños del mundo hacen lo mismo todos los días? ¿Se levantan, van al cole, llegan a casa, meriendan, hacen los deberes, juegan en la calle, cenan y se duermen?» Mi madre me miraba pensando: «Este niño» Yo le decía que quería hacer cosas distintas. Por eso no paraba, porque yo desde entonces he tenido una filosofía en la vida, que es no aburrirme ni un minuto. Lo de las fotos fue porque mi padre, que trabajaba en un banco, era aficionado a la fotografía y tenía en casa una habitación con una luz roja y una puerta que no podía abrirse mientras estaba encendida. Era un mundo diferente.
-Y le cautivó.
-Me metí un día y vi que en un papel de repente aparecía una imagen. Para mí fue como magia. Yo con cinco o seis años ya revelaba negativos. Y después mi padre me regaló una cámara. La gente joven no ha conocido lo mejor de la fotografía porque se ha perdido esa posibilidad de controlar todo el proceso, que fue lo que a mí me enganchó.
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-¿Tenía claro entonces que su mundo era la fotografía?
-A mí me enseñaron que primero había que sacar una carrera, algo serio. Y me matriculé en Arquitectura. Pero después de triunfar en la música me di cuenta de que yo quería dedicarme a algo con lo que disfrutar de verdad, y lo que me gustaba era hacer fotos. Tenía gracia para ello, e incluso mis profesores me decían que podía ser uno de los grandes fotógrafos de este país.
-Dentro de la fotografía decidió dedicarse a la moda, a la sociedad.
-Yo hacía fotos a mis hermanas, a mis primas, y ya entonces tenía un don para los encuadres, la luz, para dirigir a las personas. Me veía todas las películas de Luccino Visconti, que para todo el mundo eran un coñazo. Para mí representaban un sueño, me las alquilaba en vídeo y admiraba esas sombrillas, las playas, la estética. Me encanta la moda y desde pequeño lo que me ha gustado no es hacer fotografías y ya está, sino sacar guapa a la gente.
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-¿Quiénes fueron las personas que confiaron en usted?
-Después de estudiar fotografía en Madrid volví a Gandia. Tuve un estudio durante casi diez años. Lo hice aposta. Para pillar callo. Y he realizado mucha foto de lo que llamamos BBC -bodas, bautizos y comuniones-. Estoy orgullosísimo de ello porque para mí fue otra gran universidad, la calle. Hasta que un día Tono Sanmartín vio un book mío. Lo considero mi hermano mayor, ya que me llamó y lo primero que hizo fue llevarme a un programa matinal que tenía entonces en Canal 9. Y a partir de ahí le fotografié todo, me presentó a la alta sociedad valenciana y un día me dijo: «Lárgate a Madrid». Acabó de darme el empujón. Apostó por mí a lo bestia.
-¿Fue más fácil en Madrid?
-Allí empecé de cero. Me senté en una cafetería con las páginas amarillas para llamar a todas las agencias de modelos y publicidad. No quería pedir nada a nadie. Soy muy burro para eso. Me gusta que la gente me reconozca porque yo lo valgo. Un día me llamó Antonia DellAtte y me llevó con ella a Roma para que le hiciera yo las fotos de un reportaje que salió en portada en Hola, con veintipico páginas. Apostó por mí pese a que en la revista le decían: «¿Cómo confías en un chico que está empezando?» Cuando el director vio las fotos me preguntó: «¿Tú quién eres, de dónde has salido? Nos encantas y vas a trabajar con nosotros». Ya llevo ahí más de veinte años.
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-En este periplo profesional ha vivido también en Nueva York. ¿Qué le pareció la experiencia?
-Era la ciudad ideal, la había visitado más de una decena de veces e instalarme allí fue ver cumplido ese sueño. Pero vivir en Nueva York se hace muy duro, la gente es muy individualista, todo está carísimo y necesitas incluso un representante para llegar al círculo de la alta sociedad. Como experiencia estuvo bien, pero prefiero otras ciudades.
-¿Qué personas ha tenido la suerte de poder sentar delante de su cámara?
-El otro día me llamó Giorgio Armani para que le hiciera unas fotos. Siempre recurre a mí cuando se trata de su imagen personal. Es la persona más sencilla, elegante y con menos tontería que he conocido. Su filosofía de vida, superzen, educado Además, recuerdo con cariño un reportaje que hice a la baronesa Thyssen en su barco, el Mata Mua. Conviví con ella una semana y fue muy divertido. Desde entonces le he hecho las fotos durante más de veinte años. Es una persona encantadora, muy sencilla, que siempre se preocupa de que estés a gusto, le encanta recibir a amigos en casa Sé que fuera tiene otra imagen, pero es que ella es muy introvertida y supongo que si a mí me persiguieran de esa forma también haría lo mismo, encerrarme. He estado además con Sara Montiel, Lina Morgan, Norma Duval Recuerdo también unas fotos que hice a Zubin Mehta cuando dirigió a los tres tenores en El Anillo de los Nibelungos aquí en el Palau de les Arts, porque es una de esas personas a las que he admirado. O uno de los últimos reportajes para Porcelanosa con la mujer de Richard Gere, la española Alejandra Silva, Carlos Baute, Nieves Álvarez y una actriz y modelo mexicana muy conocida allí, Aislinn Derbez. O a políticos para las campañas. Pero no digo nombres.
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-¿Qué persona le llamó la atención por s fotogenia?
-Hay mucha gente muy fotogénica, pero quien me maravilló fue Eva Longoria. Tiene la cara más simétrica que he visto nunca, me llamó la atención. Y eso que es muy pequeñita.
-¿A quién le gustaría fotografiar y no ha podido hacerlo?
-Siempre lo digo, a la Reina Letizia. Me gusta mucho, la veo una mujer muy guapa y creo que se lo está trabajando, pero sale demasiado seria, poco relajada. Me encantaría hacerle fotos como yo la percibo; le daría un rollo mucho más cercano, vestida de un sport elegante.
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-Hace tres años se fue a vivir a México. ¿Le gusta?
-Me ofrecieron trabajar allí cuando se abrió la edición de la revista en México, porque los fotógrafos eran buenos pero con una visión muy clásica. Y pensé: «Si no me gusta, puedo volver». Fui para quince días y llevo tres años. He fotografiado a todo el star system del país. Y soy amigo de ellos, viajo a Acapulco con sus aviones privados, a los que estoy cansado ya de subir... Es otro nivel, siempre de manera muy discreta, porque allí hay que serlo. Al final acabo ganándomelos.
-¿Hay que tener la boca callada?
-Es el punto fundamental de mi profesión. Tengo tres monos en la puerta de mi casa que son ver, oír y callar. Es la base de mi vida, porque viajo con reyes y príncipes. El otro día estuve fotografiando un castillo en París y conviví tres días con los duques. Al final valgo más por lo que callo que por lo que hablo. Incluso a veces les digo que prefiero no saberlo. Lo importante es que tienes que ser profesional, rápido y agradable. Y saber estar. Y tengo muy claro además que nunca voy a cambiar mi manera de ser, porque además el 99% de la gente con la que te encuentras es sencilla. Sólo el 1% restante es gilipollas, ese tipo de personas que te piden una habitación blanca con toallas rosa y te dan ganas de decirles: «¿Qué crees tú? Que vengo de hacer la foto a un rey». Eso no lo soporto, porque la tontería sobra. Al revés, tienes que dar gracias a Dios por lo que tienes.
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-¿Se considera una persona creyente?
-Yo creo en Dios absolutamente y ello me ha hecho alcanzar unas metas con unos valores. Mucha gente no cree en nada y lleva un despiporre de vida A otros además les da vergüenza admitir que son creyentes, pero yo estoy orgullosísimo y muy feliz de serlo. Y punto.
-¿Qué ha dejado esta locura de vida profesional a su faceta más personal?
-Más bien poco. Para mí esto no es sólo un trabajo, sino mi vida. Mi padre siempre decía que si el día tuviera 24 horas más, también las pasaría fotografiando. Quizás por eso no me ha ido igual de bien en la faceta personal, porque ni me he casado ni nada. Ya me pasaba cuando estuve en el grupo musical, en aquella época ni siquiera nos dejaban salir. Pero no siento que me haya perdido nada, porque tengo una familia maravillosa en Gandia que es lo más importante de mi vida. Mis padres, mis hermanos, mis sobrinos Así que en cuanto puedo vuelvo a casa.
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-Me han dicho que allí es toda una celebridad.
-Para mí es muy divertido que me paren y me reconozcan, y he de decir que siempre fui profeta en mi tierra. Tengo la llave de la ciudad, he sido embajador y este año pregonero de las Fallas. Resultó muy emocionante ese momento, porque además ves que la gente se alegra de tus éxitos, te llaman guapo Es un reconocimiento a todo el esfuerzo que he hecho, ya que me he exigido mucho a mí mismo, siempre al límite. Y además soy un tío muy normal, no he cambiado jamás, algo que la gente valora.
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