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El diseñador Alejandro Resta en su casa de Alarcón. TXEMA RODRÍGUEZ
La casa de verano de...

Alejandro Resta: «Alarcón es el único lugar donde puedo desconectar»

El diseñador ha convertido el municipio manchego en el refugio que le permite cargar pilas para afrontar la vorágine en la que se ha convertido su vida profesional. Tras la pandemia ha vuelto más maduro, planifica más y tiene los pies en el suelo

Domingo, 24 de julio 2022, 00:41

Desde la terraza de la casa de Alejandro Resta en Alarcón hay una buena panorámica del parador nacional, un castillo rehabilitado que se alza imponente y vigilante como si todavía esperara que por el estrecho camino de entrada que salva los riscos del cañón del ... Júcar fueran a aparecer caballeros vestidos con armaduras. En este lugar que ahora parece perdido en el interior manchego ha encontrado el diseñador valenciano Alejandro Resta una paz que le ha sido esquiva en estos tiempos convulsos.

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-Ha sido sincero y ha contado que lo ha pasado mal.

-Durante la pandemia estuve a punto de tirar la toalla, lloré muchísimo y lo pasé muy mal porque no veía salida. No tengo ningún problema en admitirlo, porque es una realidad, que a veces estamos arriba y otras abajo. Tenía dos opciones, rendirme o tirar hacia adelante. Y tiré. Y ahora puedo decirlo, estoy muy orgulloso de mí mismo por haberlo logrado.

Los ojos se le llenan de lágrimas mientras se toma un café en el bar del pueblo. Le acompaña siempre su hermana, la que ha estado poniéndole los pies en la tierra cuando llegaban vientos favorables, la que le ha sostenido cuando la tempestad arreciaba. «Mi familia es mi toma a tierra», reconoce Alejandro, que ahora es mucho más consciente del lugar en el que se encuentra después de todo el camino recorrido, con todos sus baches. «Mi madre me dice que nunca deje ser buena persona». Fue precisamente su madre la que llegó a Alarcón en sus numerosos viajes de trabajo entre Madrid y Valencia y se enamoró de un lugar que parece varado en el tiempo. «Se compró un corral y se hizo una casa, porque nosotros no teníamos pueblo al que ir».

-¿Viene a menudo?

-En los últimos años he venido menos de lo que hubiera querido, y cada vez que lo hago me doy cuenta de cuánta paz me da este lugar. Aquí consigo esa desconexión que tanto cuesta lograr en la vorágine del día a día. Y no me quejo, ¿eh? Bendito estrés.

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-¿Cómo es su vida ahora? ¿Ha recuperado el volumen de trabajo de antes de la pandemia?

-Este año no voy a tener vacaciones, solo fines de semana largos en los que poder escaparme, porque hemos recuperado un volumen de trabajo impresionante. Soy el diseñador de Panayotis, la más importante marca nupcial en Dinamarca, y de hecho estoy diseñando el traje de novia de Mascha Vang, un personaje muy conocido en el país. Sigo trabajando en Oriente Medio, hemos abierto un atelier en Madrid y en Valencia tengo más encargos que nunca. Es una locura.

El diseñador en el bar del pueblo con varios vecinos. TXEMA RODRÍGUEZ

-¿Cree que se merece lo que le está pasando?

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-No sé si me lo merezco, pero sí puedo decir que lo he pasado mal y que he resurgido de mis cenizas, me he reinventado... Tengo una familia y unos amigos maravillosos que me han apoyado, y gracias a ellos estoy aquí. Y sobre todo a mí mismo. Si hablase con el Alejandro del pasado, le diría: «sigue así, va a merecer la pena». Que toda piedra con la que hemos tropezado sirve, que hemos sido los malos, los buenos, los verdugos, la Cenicienta, todas las personalidades en las que me he convertido y nunca ves. Que ha valido la pena.

-¿Cómo ha llegado a ser el diseñador de una marca danesa?

-Todo comenzó en la feria nupcial más importante del mundo, la Bridal de Barcelona, antes de la pandemia. Conocí a una persona al que le encantó mi colección, al que le dije que yo no le podía vender porque no podía producir. Me preguntó qué hacía entonces allí. Fue mi primera hostia de realidad darme cuenta de que no tenía infraestructura para surtir a toda la gente que me pedía mis diseños. Me he dado muchas hostias de realidad. Al cabo de un año me llamó, me dijo que le interesaba mi trabajo, que me fuera a Dinamarca. Así que estoy en una vorágine de trabajo de la que me quejo mucho pero que al mismo tiempo digo: «qué guay, Alejandro».

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-¿Nunca tuvo miedo de perder la creatividad?

-Siempre. Sobre todo porque vas creciendo y te vas limitando, porque yo antes patronaba, cosía y cortaba. No podía pagar a otra persona. Ahora me veo sentado en mi mesa de despacho con mis clientas y veo que ya no puedo hacer todo el proceso. No tengo tiempo. Sigo dibujjando, sí, y a veces me da miedo perder el control.

«Llega un momento en que hay que darse una palmada en la espalda»

-¿Se planteó una posible salida si hubiera dejado de ser diseñador?

-A ver, cómo lo explico... Yo he nacido para esto. Siempre lo supe, desde que era pequeño, dibujaba, le robaba las 'barbies' a Cristina, sabía que yo no iba a hacer otra cosa que dedicarme a la moda. Tengo miedo de que se acabe pero dentro de mí me digo a mí mismo: «con todo lo que has hecho, con todo lo que has pasado, con todo lo que has vivido...». Yo me he ido a un país árabe como Qatar, sin un duro, sin saber inglés, y he llegado a dar clases a la familia real.

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-Sí hay que ser un poco valiente.

-Hay gente que me pregunta: «¿cómo lo haces?» ¿Cómo hago el qué ? Yo no veo hasta dónde he llegado ni sé dónde estoy, sería para mí la pregunta más difícil.

-Suelen ser los demás quienes lo ven.

-Me ha pasado estar en Formentera de fiesta, y que viniera alguien porque me había reconocido. Eso es un orgullo, pero yo no soy consciente de que un día en Madrid se sienta Lola Índigo a mi lado, porque lo terminas viendo como trabajo. Y lo normalizas.

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Alejandro con el parador nacional como escenario. TXEMA RODRÍGUEZ

Se sienta a hablar con tres vecinos de Alarcón. Por supuesto, no saben nada de moda, no conocen los vestidos que diseña Alejandro, aunque más de una vez hayan visto sorprendidos cómo las calles del municipio se convertían en un escenario improvisado para sus diseños. Alejandro ha querido unir en ocasiones esos dos mundos que parecen tan distantes. Allí más bien saben que es hijo de Carmen, porque en los pueblos más importante que los menesteres son las raíces. «Siempre me he sentido muy bien tratado por la gente», admite. Cuenta cómo las noches de verano en Alarcón se alargan hasta la madrugada en una terraza, sólo charlando de cosas intrascendentes, viendo la vida pasar.

-¿Siente que ha cambiado tras la pandemia?

-Por supuesto. Ahora me pienso las cosas dos veces. Yo siempre he sido un lanzado de la vida, pero ahora arriesgo de otra manera, de una forma más calculada. Ahora hago listas, que es algo que me recomendó una amiga y me va muy bien, para ver los pros y los contras, para pensar qué quiero hacer. Hay un Alejandro más maduro, que todavía va con capa y espada a conquistar el mundo pero lleva un plan.

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-¿Cuáles son sus sueños?

-Soy ambicioso, y me gustaría crecer, producir, crear alta costura. Lanzar colecciones que ahora veo muy difícil. Que Alejandro Resta fuese una firma de 'pret a porter' que se distribuya en todo el mundo. Yo voy poco a poco, me he subido a los trenes que han llegado, pero no me importa reconocer que lo he pasado mal. La gente tiene que saberlo, y cuando doy charlas en colegios, en universidades, lo digo muy claro, que caerse te ayuda a levantarte más fuerte. Y ahora lo noto en la cara de los demás, en la cara de mis amigos, de mi madre, de mi familia. Me miran con ojitos de: «qué guay». Siempre nos estamos criticando, y yo soy muy exigente conmigo mismo y con los demás, pero llega un momento en que hay que darse una palmada.

Las estancias del parador aún conservan su esplendor pasado. TXEMA RODRÍGUEZ

¿Quién es Alejandro Resta?

Alejandro Resta, que acaba de cumplir 37 años, lleva más de una década subido a la vorágine del mundo de la moda, donde ha triunfado y también se ha caído. Tras la pandemia los éxitos vuelven.

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