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Francisco Mora, en el despacho que abandonará este lunes, su último día como rector. IRENE MARSILLA

Francisco Mora: «Volvería a presentarme a rector. Ha sido muy gratificante»

Ingeniero de Telecomunicaciones, se marchó de Erasmus el año que comenzaba el programa europeo. Cree que la fuerza de voluntad y la curiosidad son las herramientas fundamentales, virtudes que en su momento le permitieron llegar desde la Electrónica a ser rector de la Universidad

Lunes, 31 de mayo 2021

En un rincón del imponente despacho del rector de la Universidad Politécnica de Valencia, unas cajas de cartón esperan a ser llenadas. Nos han convocado a esta entrevista una semana antes de que Francisco Mora tenga que abandonar el despacho que le ha ... visto entrar cada mañana en los últimos ocho años. «El 31 de mayo es mi último día», apunta. Parece tranquilo, aunque dice su jefe de gabinete que estos últimos días anda muy atareado porque se quiere despedir de todas las personas que le han acompañado durante su tiempo como rector. Quizás tenga que ver, esa aparente serenidad, con las formas que han protagonizado su mandato; quienes le conocen le definen como una persona dialogante, alguien que ha buscado el consenso, que ha estado lejos del cariz que ha tomado el proceso de selección de la persona que le va a suceder en el cargo, teniendo en cuenta que los dos candidatos finales salían del propio equipo de Mora. Puede que sea el único momento en el que no sabe cómo explicar qué ha pasado. «He intentado minimizar la tensión», dice.

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-¿Tiene sentimientos encontrados estos días?

-Sí, son fechas de sentimientos encontrados, porque por una parte voy a dejar de ver a ciertas personas con las que he trabajado muy intensamente y, por otro lado, hago repaso de estos ocho años, que han sido intensos, y que yo valoro positivamente, pese a los momentos complicados. Creo que la universidad ha aprovechado bien las crisis para salir reforzados y enfrentarse a los retos que plantea esta década. Además, estoy feliz de acometer nuevos proyectos con los que siendo rector no podía pensar y ahora es el momento, y es muy ilusionante. Con ganas de empezar, porque cada época tiene su desafío.

«Necesitaría un reciclaje total en mi materia para volver a las aulas», asegura Mora. IRENE MARSILLA

-¿Se pueden conocer esos proyectos que tiene en mente?

-No, porque tengo todavía que decidir entre unas opciones que tengo encima de la mesa. Me voy a tomar un mes de serenidad para elegir, porque quiero tomar la decisión con lejanía respecto al cargo de rector. Pero, como yo digo, bendito problema, el de tener opciones para elegir.

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-El cargo de rector, como cualquier puesto directivo, tiene detrás una gran carga de responsabilidad, y sobre sus decisiones dependen al final miles de personas. ¿Sabía todo lo que le iba con el cargo?

-Todo no. Y creo que es imposible de explicar a nadie, no hay un curso que diga: 'manual de rector'. Se aprende cuando se llega. Este puesto necesita serenidad, visión y carácter para soportar estas cosas.

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Ha necesitado echar mano de serenidad y de carácter Francisco Mora, porque se va de su puesto después de una pandemia, pero es que él llegó en 2013 con la misión menos motivante para un rector: recortar presupuesto por donde fuera. Visto con perspectiva, habla de los esfuerzos para no reducir en investigación y personal, y al mismo tiempo, admite que hubo dificultades y descontento para lograrlo.

-¿Echa de menos las aulas?

-Aunque he seguido las investigaciones, de tecnología electrónica necesitaría un reciclaje total, sólo he impartido clases en la cátedra de cultura directiva.

-Tenía claro que el puesto de rector era un paréntesis, por ejemplo, en su carrera investigadora. Tiene publicados decenas de artículos. Nadie le espera, en ese sentido.

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-Lo sabía, claro, y un rector no puede quejarse porque presentarme a este puesto es una decisión mía. Dicho esto, lo volvería a hacer porque es muy gratificante, conocer la institución en su globalidad. Soy además vicepresidente de conferencia de rectores, y representante del sistema universitario español en Bruselas y me he dado cuenta de que tengo capacidad para actuar, para tomar decisiones que permitan a las personas que forman parte de ella vivir mejor.

-Tiene tres hijas. Supongo que las ha convencido para que vayan a la universidad.

-Yo les digo a mis hijas que una buena educación es lo que te da la libertad de elegir, de tener opciones, para moverte sin dependencias; con una buena formación no tendrán que estar ancladas a hacer algo que no les guste.

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«Son días de sentimientos encontrados, de repasar estos ocho años», asegura el hasta ahora rector. IRENE MARSILLA

-Es un punto de vista muy interesante, la libertad que da la educación.

-Si tienes una buena educación vas a poder escribir las páginas de lo que quieres hacer, si no la tienes vas a tener menos grados de libertad de elección. Así que para ser libre hay que formarse, más allá, claro de trabajar en algo que te gusta. Porque no es lo mismo esforzarse en algo que te apasiona.

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-¿Lo entienden los jóvenes?

-El otro día le ponía un ejemplo a una de mis hijas: el que sube al Everest hace un sacrificio, está pasándolo mal, sufre, pero lo hace porque quiere, es una satisfacción personal. Esta explicación llegó porque ella me decía: «Es que con todo lo que trabajáis…» Y yo le contesto que a mí me gusta. Que el que ha subido al Everest baja y vuelve a por otro pico. Eso sí, hay que tener mucha fuerza de voluntad, trabajar duro y habrá un reconocimiento. Y dirá: «Ha valido la pena».

-Usted que es ingeniero de telecomunicaciones, sabe las bajas cifras de mujeres en carreras técnicas. ¿Les anima a sus hijas a que tomen ese camino?

-Nunca las he forzado a nada. Lo que he hecho siempre ha sido apuntarlas a retos de ciencia, a cursos de robótica, para que conociesen, y ellas harán lo que estimen oportuno. La mayor sí quiere hacer una carrera de ciencias, una ingeniería, y lo más probable es que venga a esta universidad; en cambio la segunda, que ha ido a los mismo concursos, dice que lo que más le atrae está en el ámbito de las humanidades.

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-¿Es una cuestión de mostrarles las opciones?

-Yo lo que hago es ponerles una linterna para que vean todo, que por desconocimiento no pierdan ninguna oportunidad, porque los jóvenes están una época mágica para descubrir qué es lo que más les gusta. Si tienes que cambiar de carrera en segundo hazlo, da igual, no has perdido dos años, los has ganado, porque si encuentras lo que te gusta y si juntas las capacidades con la pasión te ha tocado la lotería para toda la vida.

-Pero a usted las telecomunicaciones le han llevado a ser rector.

-Es que la vida es un camino con muchos cruces, y yo digo que lo importante siempre es una buena educación, tener la mochila preparada. En alguna charla le explico a los jóvenes que recomiendo que hagan un grado generalista y luego especializarse en lo que más les atrae. La universidad les ha de dar armas y equipamiento para elegir. Así, si estudian ingeniería no tienen por qué trabajar solo de ingeniero. El otro día leía un artículo de un filósofo hablando de inteligencia artificial. Claro que sí. La filosofía es básica y con armas se puede migrar fácilmente.

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«A mis hijas les digo que la educación les dará libertad para elegir», confiesa. IRENE MARSILLA

-Hay mucha gente que no encuentra lo que le gusta. Usted lo hizo.

-Es que cuando tienes cuarenta años es muy difícil cambiar, hay demasiados compromisos. Por eso yo les animo a experimentar, y si están estudiando arte, que se apunten a un curso de inteligencia artificial, y en el caso de los informáticos, que vean de qué va el derecho, por ejemplo.

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-Todo tiene un origen, la curiosidad.

-Eso y utilizar la mayor fuerza de la naturaleza, más que la gravedad, o la electromagnética, que es la fuerza de voluntad. Con esos dos ingredientes el éxito está asegurado.

-¿Algo más?

-Siempre les recomiendo que salgan afuera. Yo me fui en el año noventa, fui de los primeros en irnos de Erasmus de la Politécnica de Cataluña. Y elegí Francia porque no sabía francés, para aprenderlo. Pero lo que me llevé del entorno, de la cultura, de las personas a las que conocí, me ha servido más incluso que el idioma.

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