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Entre los trajes de Elena Ravello que cuelgan del perchero preparado para los días de Fallas hay varios a los que tiene especial cariño, y todos hablan de la historia de esta mujer, directiva en una cosmética de perfumes nicho, Eight&Bob. El primero que muestra es aquel con el que nació su amor por las Fallas. «Mi madre tenía una pieza antigua muy bonita y fue al telar de Catalá, donde crearon una tela para mí, y de hecho lleva mi apellido, Ravello». Otro es el brocado que vistió cuando formó parte de la corte de honor de Sandra Climent, y que ya no se hace. Fue un año después de estrenarse como fallera mayor en la comisión del Mercado de Colón, que con los años se ha convertido en una de las más numerosas de la ciudad, con más de 800 miembros.
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Otro traje que guarda con cariño es en realidad un regalo, el que le hizo su cuñado, Beltrán Gómez-Acebo -casado con Andrea Pascual, hermana de su marido, Carlos-, un espolín Óvalos de Garín que perteneció a la Infanta Pilar. Ahí están todos, preparados en la casa de sus padres, una fabulosa vivienda con vistas a la Puerta de la Mar y que se convierte en el cuartel general de la familia los días grandes de Fallas. Sin embargo, Elena y Carlos, su marido, abogado de profesión, coinciden en considerar que las Fallas son todo el año, con un parón veraniego, y cada fin de semana hay trajín en la comisión. «Imagina cómo vivimos la semana fallera». Todavía recuerda Elena cuando le propusieron a sus padres que se convirtiera en fallera mayor. «Mi padre no quería saber nada. Al año siguiente era el más fallero». Desde entonces Elena ha ido acumulando experiencias vinculadas a unas fiestas que no olvidará jamás.
La casa de Pura Barber, la madre de Elena, custodia los trajes que estos días se revisan para que esté todo a punto. También los aderezos, las mantillas, los zapatos, los rodetes... «Con tantos como somos, imagina cómo es vestirse estos días en esta casa. Esto es nuestro cuartel general». Aquí también se arreglan y se peinan, y lo hace la propia Elena, a ella misma, a su madre, a su sobrina, a su hija... «Nunca ve problemas, siempre hay soluciones», dice Pura. Y los preparativos son muchos. Se la ve orgullosa de ser la anfitriona de la familia.
También hay mucho barullo en casa de Sonia López, una fabulosa vivienda en Cirilo Amorós que durante el año está muy tranquilo. «Le llamamos el piso fallero porque en realidad nosotros vivimos en Torre en Conill y aquí sólo venimos para estas fechas». Así que los armarios de esta casa están llenos de trajes, bolsas que esconden enaguas y cancanes, zapatos, aderezos y mantillas. Sonia es fallera desde los doce o trece años y fue en Sagunto, donde nació, el lugar que primero la vio vestirse de valenciana hasta que a los veinte lo dejó. «Después volví a las Fallas porque quería que mi hija experimentara qué era ser fallera». Llegaron a Conde Salvatierra-Cirilo Amorós, donde «llevamos catorce años, pero a mí me da la impresión que estamos allí toda una vida».
En el armario de Sonia López hay algunas piezas que son joyas de artesanía, varios espolines que la valenciana atesora con mucho cariño, y que ya esperan el momento de ser lucidos en las Fallas que comienzan en unos días. Junto a cada traje, los zapatos a juego y las mantillas. Además, muestra un aderezo diseñado para ella por Vicente Gracia, una joya única que une la tradición más valenciana con el universo oriental que imagina el genial creador.
Las Fallas han sido siempre una parte muy importante de su vida, y aunque no se vistiera, siempre ha seguido muy de cerca todo lo que tiene que ver con la indumentaria. «Para mí es cultura, es tradición, es artesanía, es Valencia», asegura Sonia, que fue fallera mayor de su comisión el pasado año. «Una de las experiencias más bonitas de mi vida». Ahora está metida de lleno en la preparación del armario fallero, que siempre empieza el fin de semana de la crida. «Ahí es momento de preparar horarios de peluquería, que estén los rodetes y las trenzas a punto, los aderezos limpios, revisar mantillas, ver si los trajes necesitan alguna compostura y planificar qué trajes me voy a poner en cada momento para que esté todo organizado. En los días de Fallas el tiempo es oro».
Justo en un momento en que algunos indumentaristas y talleres se han visto afectados por la dana, Sonia cree que ha llegado el momento de ser solidario. «A mí ahora mismo no me hace falta nada en especial, pero eso da igual. Hay que estar cuando hace falta».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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