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Quien fuera fallera mayor de Valencia en 2010, Pilar Giménez, se casó en la iglesia San Juan de la Cruz con el granadino Curro Velástegui, ... en una boda que todavía recuerdan los novios con emoción. Esta boda sirvió para poder reunir de nuevo a gran parte de los protagonistas de la fiesta fallera en el momento en que, hace catorce años, Pilar representó a todos los valencianos. El tiempo ha pasado y la joven se marchó a Madrid a trabajar, pero ha vuelto no sólo para casarse, sino también para instalarse con su flamante marido en Valencia, en la finca familiar ubicada en calle San Cristóbal. Entre los asistentes, el que fuera concejal de Fallas en la época en que Pilar, que todo el mundo conoce como Piti, fue fallera mayor, Félix Crespo, acompañado de su mujer, Vanessa Lerma, que también fue reina de la fiesta unos años antes, en 2003.
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«La boda fue espectacular, un sueño del que parece que todavía no nos hemos despertado, y no hay palabras para expresar todo el cariño que recibimos», explica Pilar Giménez desde los Dolomitas, donde los novios están de luna de miel y han aprovechado para esquiar, una afición que comparten. Compartieron un día tan especial con más de 300 personas, empezando por sus padres, Francisco Javier Giménez y María Pilar Santamarina, y Francisco de Asís Belástegui y María del Carmen Titos. El traje de la novia fue obra del atelier de Rosas Rosa, «que hicimos desde cero y sabíamos que iba a ser perfecto», explica Pilar, que acompañó con una mantilla de Antigüedades Me Encanta, y que «simboliza mi amor por las Fallas y por la indumentaria«.
Los zapatos joya eran de Solepiel y llevaba además un reloj de oro de su abuela paterna y unos pendientes de su abuela materna. Su ramo, que como la decoración, corrió a cargo del Atelier de la Flor, se lo entregó a su hermana Silvia. «Es una gran mujer y la adoro», contaba emocionada.
La comida corrió a cargo de Gourmet Catering y lo celebraron en la Vallesa, donde había tres catadores de jamón, además de un aperitivo exclusivo de Gourmet. En la comida se sirvió un pequeño suquet de pescado, marisco y setas y de segundo solomillo de ternera a la sal, que se ha convertido en la especialidad de la casa. «Estaba buenísimo, y le sacaron a cada invitado el punto que había pedido. Fue increíble, con los que éramos», contaba Piti. Para terminar, un pastel de terciopelo de tres chocolates. La fiesta duró más de seis horas y contaron con barra libre, que remataron con un bufet de perritos y hamburguesas.
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