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Francis Montesinos, en su tienda de la calle Martí, que conserva muchos de sus recuerdos, y donde siempre hay flores. Iván Arlandis

Francis Montesinos: «Me quedé sin nada y he llorado cada día»

Nuestro diseñador más internacional rememora cómo una denuncia amenazó con acabar con su carrera para siempre. «Si lo había hecho una vez, pensé que podía sacar la fuerza para empezar de nuevo», dice Francis, que después de una intensa vida es feliz en Llíria con un reducido grupo de amigos

Sábado, 27 de marzo 2021, 02:11

Francis se muda. Ya no puede con los gastos de su local de la calle Taquígrafo Martí, simplemente porque nadie entra a la tienda. Es la amarga realidad que la moda y, sobre todo, quienes se dedican a los trajes de fiesta está viviendo con la pandemia. ¿Quién se lo iba a decir, después de cerrar con tremendo éxito una muestra de sus 50 años de trayectoria en el Muvim? Nadie como él sabe qué significa acariciar el cielo y, al día siguiente, bajar a los infiernos. Que el éxito incontestable, los premios acumulados, la innegable influencia que ha tenido sobre un país que se despertó en los ochenta con un rebote monumental llamado Movida después de años de dictadura, no sirvan para llenar la tienda. Pero Francis ya tenía un plan.

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-¿Lo está pasando mal?

-Muy mal. Hemos pasado de una tienda que era maravillosa a otra mucho más pequeña y de aquí vamos a una tercera que va a ser la mitad. Como continúe así… Solo hay que ver la calle. El de enfrente ha cerrado, el de al lado también, el de más allá… Nosotros aguantamos porque las licencias nos van medio salvando. Además de Paduana o El Corte Inglés, ahora hemos firmado unos vinos con Arráez, tenemos un perfume, va a salir una colección de gafas... ¡hasta un colchón con Dormitienda! De ropa nada. Todavía tengo la tela del traje de la capitana de moros y cristianos de Ontinyent. Hace ya dos años y ahí está, parado. No le cuento las clavariesas, las bodas, las comuniones… Tenemos dos libretas llenas.

-¿Se imaginaba que iba a vivir de todo menos de ropa?

-No lo había pensado, pero es así. Ya no vivo de diseñar, ni de estar detrás del mostrador.

-Hace dos años dijo que después del 50 aniversario se iba a retirar. ¿Lo está cumpliendo?

-Ya he empezado, después de la exposición, a dejar de vender camisetas, de ser tendero, a pesar de que me encanta, y me voy a centrar en el legado cultural de Montesinos, a montar la fundación que estará en Llíria. Cada vez disfruto más de estar en el campo, porque yo recuerdo aquella época en que vivía al lado de la tienda y pasaba 24 horas allí. Ahora algunas de mis cosas favoritas son las plantas, las paellas, el huerto... Me relaja mucho. Regando soy la persona más feliz del mundo.

-Y más en tiempos de restricciones como las actuales, ¿cómo pasó el confinamiento?

-Siempre me ha fastidiado mucho no tener ni dos semanas de vacaciones, vivir en tres casas a la vez y estar siempre para arriba y para abajo. Así que el hecho de que, de repente, durante un mes no pudiera salir de casa me pareció maravilloso.

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-¿Qué hizo, además de cuidar del jardín?

-Estuve revisando mis cosas y encontré hallazgos que ni sabía que tenía, después de tantas mudanzas, de amontonar cajas sin tener nunca tiempo para ver qué había dentro. Empezaron a aparecer dibujos, trajes... Hasta unos botones de 'garrofó' que nunca llegaron a fabricarse y que acabaron en un cajón (ríe). No lo pasé tan mal porque, además, a nadie cercano le ha tocado.

-¿Ha pasado miedo?

-Yo es que no soy muy miedoso. Quizás lo paso ahora más, porque ya veo que falta poco, y pienso: «Después de haberme pasado un año sin salir, de dejar de hacer muchas cosas, si por un mes que me queda hasta que me vacune... Quizás porque ahora soy más consciente de que estamos llegando al final.

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Acaba de celebrar sus 50 años en la moda y está pensando en su retirada. Iván Arlandis

-Pero usted me dijo un día que no le temía a la muerte. Que tenía hasta la misa de su funeral pensada.

-(Ríe) Sí, es verdad. Será en San Nicolás, pero es que allí me bautizaron, tomé la comunión, se ha casado toda mi familia... ¿Sabe lo bonitas que son las misas allí? Solo comparables a las del Patriarca. Todavía recuerdo la de Jiménez de la Iglesia. Fue maravillosa.

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Francis Montesinos llegó a la Movida después de haber vivido la Ibiza de los años setenta, donde «casi salgo con los pies por delante». En el camino quedaron muchos amigos, por los excesos de unos años en que no se entendía otra forma de disfrutar que hacerlo al límite. Por eso Francis ha tenido siempre la sensación de vivir de prestado. «Nunca hubiera imaginado que hubiera llegado a los cincuenta, así que ahora que ya he pasado los setenta...» Quizás por ese motivo, por haber tenido tan clara la caducidad de la vida, ha podido concentrarse en hacer lo que le gustaba de verdad.

-Tuvo una madre que le entendió y un padre que no, en una época complicada para quienes se salían de lo establecido. Nacho Duato, de quien sé que es amigo, contaba una situación similar.

-Esta semana hemos comido juntos. Yo creo que vieron que éramos diferentes, se dieron cuenta de lo que nos gustaba y que valíamos para ello. Un día, su madre le dijo: «Nacho, te voy a llevar a un sitio donde los chicos son como tú». Y lo trajo a la tienda que tenía en la calle San Jaime. Que pusimos de moda el Carmen. Me acuerdo que Mariscal vino y se quedó alucinado, que pensaba que yo había sido quien había cambiado el barrio entero (ríe).

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«Mi madre decía: 'Este niño será un artista'. Tenía mucha intuición»

-Su madre regentaba una tienda mítica en Valencia, Batallón.

-A mí me dejaba el autobús del colegio del Pilar, antes de que me expulsaran y me llevaran interno, en la puerta de la tienda. Me dejaban adentro, supongo que para que no molestara, y yo cogía el papel pinocho, la pasamanería, el fieltro, las bolitas, las pedrerías. Me dejó jugar. Tantas veces contó mi madre aquella historia de cuando era pequeño, que me puso encima de la colcha, le cogí un pintalabios y la pinté toda de rojo... Decía: «Este niño será un artista». Yo creo que es una intuición que solo tienen las madres, que por algo nos habéis parido y nos habéis llevado nueve meses dentro.

-¿Llegó a perdonar a su padre?

-Totalmente. Seguro que me he enfadado con él algunas veces, pero nunca le he castigado. Es que hay que entender que son así.

-¿Ha perdonado mucho?

-Soy de esas personas que perdona todo, soy así de tonto. No me lo merezco, también se lo digo.

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Francis Montesinos quiere centrarse en su legado y confiesa que la situación es difícil debido a la pandemia. «Ya no vivo de la ropa». Iván Arlandis

-Ha sido profeta en su tierra, pero quizás lo pueda decir porque aquí también se le ha tratado mal.

-Sé que es difícil que se te reconozca en tu tierra, pero siento que se me quiere y se me respeta mucho. También hay envidias, duras. Y lo pasé muy mal. Hubo un momento en que me quedé con una mano delante y una detrás.

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En junio de 2014, el diseñador salió de su casa detenido por un presunto delito de abuso de menores y otras acusaciones que quedaron archivadas un tiempo después.

-Estaba junto al mercado de Colón, tenía una tienda espectacular, con acuerdos con varias superficies comerciales, con muchas licencias... Y todo desapareció de la noche a la mañana.

-¿Qué hizo?

-Lloré mucho, cada día. Pero mi frase fue: «Si lo he hecho una vez, con estas dos manitas, sacaré la fuerza para empezar otra vez». Todos me volvieron a abrir la puerta, menos uno... (y calla).

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«Me encanta cuidar el jardín, regando soy la persona más feliz del mundo»

-De usted dicen que es buena gente, que ha confiado.

-La verdad es que sí, y precisamente por eso duele más, que me ha costado mucho recuperarme, además de la crisis y la pandemia... 'quina patimenta', por favor.

-¿Qué ha cambiado en usted, después de aquello?

-Tengo un círculo muy cerrado de amigos, pequeño pero incondicional.

-Entre ellos, Paola Dominguín, que ahora vive aislada como usted, aquí.

-Es que a Paola le encantaba venir a casa, ver que en el mes de febrero ya estábamos en manga corta y su madre le mandaba fotos nevando... Se enamoró de Valencia.

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