A la entrada del local que ocupan en un centro de oficinas en Beniparrell hay una reproducción en pequeño de un telar de espolín. Cuenta ... Guillermo Catalá, octava generación de una de las familias sederas más importantes que han existido en Valencia, que era un juguete para su abuelo, que así aprendió desde niño a utilizarlo. Todavía se pueden ver los finísimos hilos de seda preparados para ser tejidos en una de las técnicas más apreciadas en la artesanía textil que ha llegado hasta nuestros días. Pero no ha sido fácil para los Catalá llegar vivos, profesionalmente hablando. hasta el siglo XXI. Esta historia tiene luces y sombras, porque los tiempos cambian, y no queda otro remedio que adaptarse para permanecer.
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-¿Qué ha supuesto para vosotros apellidarse Catalá?
-Nosotros somos la octava generación de una familia sedera, centenaria, que empieza en el año 1770, y cuando tienes todo eso detrás, hay un sentimiento de pertenencia que se traduce también en un intento por cuidar ese legado. Es un orgullo, y ahora que estamos aquí, una responsabilidad mantener el 'know how' y el patrimonio de los telares en activo. Además, la seda ha sido lo que hemos vivido desde pequeños por mi padre, y también por mi abuelo.
Al lado de Guillermo Catalá se sienta su hermana pequeña Andrea. Son cinco hermanos, y de los cinco ellos dos han sido quienes apostaron por la empresa familiar en un momento muy complicado de su existencia, cuando la competencia con Asia comenzó a ser feroz y las grandes industrias del textil europeo iban perdiendo la batalla.
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Guillermo Catalá toca las telas con devoción, como acariciándolas. Delante de la mesa que usa como lugar de trabajo las falleras mayores eligen cada año cómo será el dibujo que lucirán en su espolín, mientras mira de reojo a las infantiles que juegan con el pequeño telar de su abuelo. En este lugar que es un renacer hay mucha historia.
-En su trayectoria, su padre, Alberto Catalá, hizo grande la industria textil que heredó.
-Fue un gran paso. En los ochenta, mi padre traslada la fábrica que había en Paiporta, mucho más antigua, a Albuixech. Aquella era una fábrica moderna, a la vanguardia, que se convierte en un referente en el mundo entero. Fueron tiempos muy buenos, y eso lo hemos vivido en casa con admiración. De hecho, las telas de los trajes de novia de la infanta Cristina y la entonces princesa Letizia son Catalá, lo que demuestra hasta qué punto era reconocido.
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-¿Cómo es el proceso de una empresa llamada Rafael Catalá a la creación de Compañía Valenciana de la Seda?
-Compañía Valenciana de la Seda nace en 2015, en el momento en que cojo el relevo generacional de la empresa familiar. Y nace ante la necesidad de una fábrica sobredimensionada a los tiempos que corren en Europa. Los fabricantes grandes se enfrentan a China, a la India, a Turquía, y aquello no se sostiene. Nosotros optamos por especializarnos; sólo trabajamos bajo pedido en fibras naturales, la mayoría seda.
-Pero vosotros no os habíais formado para estar en la empresa. ¿Cuando eráis adolescentes queríais estar aquí?
-Nunca se sabe quién tomará el relevo en las empresas familiares, al menos en nuestro caso ha sido cosa del destino. Tanto Andrea como yo optamos por caminos diferentes en nuestra carrera profesional que no iban en la línea del textil. Yo, por ejemplo, estudié en Les Roches, una escuela de dirección hotelera de Suiza que tiene sede en Marbella. Luego trabajé muchos años en Londres, en el mejor hotel de la ciudad, así que cuando yo cojo el relevo ya llevaba quince años fuera de casa, y eso curte mucho.
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-(Habla Andrea Catalá) Yo estudié Publicidad y Relaciones Públicas y tuve experiencia laboral y comercial fuera de aquí, hasta que Guillermo se vino.
-Tenemos formaciones diferentes, pero ese gen, ese ADN, empuja mucho. El sentimiento de responsabilidad de seguir con un apellido, con una familia, tira mucho.
-Supongo que su padre está contento de que no acabara la historia familiar con él...
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-Está muy orgulloso de poder ver lo que aquí se ha hecho. Ha sido un empresario que peleó hasta el final para luchar contra la crisis de 2008, en un cambio de las reglas del juego mundial, y nosotros hemos heredado esa lucha.
-¿Qué cualidades son necesarias para dirigir una empresa como ésta?
-(Piensa) Mucha fuerza, paciencia, constancia, empatía y pasión, por supuesto. Hay una frase de mi padre que me he repetido muchas veces, y es que el cuerpo tiene dos motores, la pasión y la necesidad. Si cuando te levantas por la mañana te falta una, tienes la otra, y si tienes las dos, fenomenal.
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-¿Qué más os ha dejado él?
-Aparte de coger el relevo y todo lo que nos ha enseñado sobre el negocio, se trata de un legado que va más allá de lo material: una gran educación y una gran humanidad, que es fundamental.
-¿Habrá una novena generación?
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-(Ríen) Yo no tengo hijos, pero si los tuviera haría lo que hemos aprendido en casa: tú educas y dejas libertad para que cada uno haga lo que quiera en la vida, sobre todo porque nunca sabes dónde te va a llevar. Es lo que nos ha pasado a nosotros dos. Cuando yo estudiaba no tenía como objetivo trabajar en la empresa familiar, pero aquí estoy, y encantado.
-(Habla Andrea). Yo sí tengo hijos, y aunque son pequeños veo a mi hija, de tres ellas, enamorada de las telas, de vestirse de fallera... Quizás esté encaminada, nunca se sabe, pero lo que sí les voy a inculcar a mis hijos es la pasión por este sector y por la seda, con la libertad de no cerrarse a nada para que cada uno haga lo que le hace feliz.
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-Dicho esto, nos encantaría que hubiera una novena generación (ríen).
-(Habla Andrea) Hay detrás de un negocio como este un compromiso con lo valenciano. No deja de ser una parte del patrimonio histórico de la ciudad.
-De hecho, en mi familia siempre ha habido un compromiso en ese sentido, y tanto mi abuelo, como bisabuelo, como antes de ellos han sido presidentes del Colegio del Arte Mayor de la Seda. Siempre ha habido algún Catalá ahí porque se trata de salvaguardar ese patrimonio. Ahora mi padre es vicepresidente.
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-¿Cuál es vuestro propósito para el futuro?
-Yo he firmado mi sentencia hasta el fin de los tiempos en Compañía Valenciana de la Seda, Estamos orgullosos de que todo lo que hemos producido en los últimos años ha sido bajo pedido. Estamos cada año creciendo un poco más, y en ese mercado tan especial hay mucho por crecer todavía. Eso sí, no aspiro a tener una fábrica con cien personas trabajando a tres turnos. Eso lo dejo para Asia. Nos gusta lo que hacemos y hay mucha capacidad de crecimiento. Fíjate en el cine, por ejemplo. Es un mercado entero por descubrir y nosotros aspiramos a seguir en esa línea.
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