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Quería ser directora de cine y llevar a la gran pantalla la trilogía de 'El señor de los anillos', pero Peter Jackson se me adelantó». ... Blanca Handrich lleva al humor una vocación que se le ha quedado como esa espinita clavada que le recuerda sus inicios en el mundo de la Comunicación Audiovisual, aunque un natural optimismo ha grabado a fuego en su mente que el día a día como empresaria de una agencia de comunicación es lo mejor que le ha pasado a nivel profesional. Ubicada en un señorial edificio de la Gran Vía Marqués del Turia, en una oficina restaurada con mucho gusto, cualquier rincón habla de elegancia y belleza.
-¿No tuvo oportunidad de intentar buscarse un camino en el cine?
-El mundo del cine es muy exigente, no hay mucha estabilidad… además, al poco de acabar el Erasmus conocí al que luego se convirtió en mi marido y aposté por quedarme en Valencia. Tuve la suerte de trabajar en la Mostra haciendo programación, así que para mí fue como un sueño. Estuve incluso en el Festival de Cannes…
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La decisión de quedarse en Valencia al conocer a su pareja, Nacho Puigmoltó, y la inestabilidad de su trabajo en la Mostra le hizo buscar otros caminos profesionales que le llevaron al Valencia CF o a Canal 9, para posteriormente recalar en agencias de comunicación, donde se ha labrado una carrera brillante, «encasillada» en una época en la vela, ahora especializada en estilo de vida, lujo o moda..
-¿Cómo era de niña? ¿Ya le interesaba entonces el cine?
-Cuando era pequeña sólo quería ver películas, de hecho he sido rata de filmoteca y veía lo que me echaran. Es algo que siempre me ha apasionado, y de hecho mi último año de Comunicación Audiovisual lo estudié en París y fue un sueño. Pero es un mundo muy inestable, donde hay que luchar muchísimo y demostrar talento. Una de mis amigas de Erasmus fue la única que lo consiguió; el año pasado estuvo nominada a los Goya.
-Es un mundo muy complicado.
-A mí además la inestabilidad no me viene bien, y más ahora con tres hijos… Tu pasión tiene que ser más grande que tu familia, por ejemplo, y no es mi caso.
Blanca Handrich habla del camino recorrido, y en él ha habido renuncias profesionales que no le han pesado porque en su ajetreada vida de empresaria prima ahora la vida tranquila que le ofrece Valencia.
-A pesar de todo, no ha parado de trabajar.
-La vida me ha ido llevando, y cuando se me ha acabado una cosa de repente me ha surgido otra, y ha sido bastante curioso. Después de tener a mi segundo hijo no quería viajar tanto, y aposté por estar más tiempo en Valencia. A los tres meses de nacer tuve que viajar a Martinica y lo pasé muy mal, de hecho fue un punto de inflexión. Me preguntaba: «¿Qué necesidad tengo de viajar si yo lo que quiero es estar con mi bebé?». Después de aquello me dije que iba a apostar por mi familia y quedarme. Si hubiera seguido con clientes de internacional me podría haber pasado meses fuera de casa, porque el mundo de la vela es muy exigente.
-A pesar de que sabías que te autolimitabas a nivel profesional.
-Es que yo no tengo esa ambición. La vida te hace aprender cosas, y lo pasé tan mal que me di cuenta que no me compensaba, aunque tuviera que renunciar a ese tipo de proyectos. Me planteé que a lo mejor lo que te hace feliz no es eso, aunque creas que sí.
-Pero es difícil decir que no.
-Cuando estaba embarazada dije: «ningún problema» porque siempre te pesa la responsabilidad. Porque nos hacemos las heroínas pensando que podemos con todo. Que a lo mejor no es que no podemos, sino que no queremos. La vida te obliga a aprender que a veces hay que decir que no. Y siendo madre, yo lo he visto claro, porque a mí me encanta mi trabajo, pero necesitaba hacerlo de otra manera.
-¿De dónde viene el apellido Handrich?
-Mi abuelo materno era alemán y luchó en la II Guerra Mundial, en la última división que mandaron al frente. Tenía dieciséis años. Cuando Alemania perdió lo metieron en un campo de concentración en Francia, del que se escapó y lo volvieron a meter en otro campo.
-Qué historia.
-Pero de todo este periplo me he ido enterando a retazos, porque yo en realidad lo conocí el año pasado, cuando ya era muy anciano y a los pocos meses murió.
-¿Cómo llegó a Valencia?
-De Francia cruzó al País Vasco con una mano delante y otra detrás, y allí lo apadrinaron los Jesuitas porque era una persona muy inteligente. No sé cómo terminó en Valencia, donde mi bisabuelo, de alguna manera, lo acogió. Se enamoró de mi abuela y se fueron a Madrid, pero cuando nació mi madre la dejaron al cuidado de mi bisabuela en Valencia. Tuvieron dos hijos más y cuando se separaron le perdieron la pista. Luego supimos que había formado otra familia y vivían en Barcelona. Lo he pensado muchas veces, me encantaría poder escribir esta historia, porque hay muchas anécdotas relacionadas con mi abuelo y con la familia.
-Ha hablado mucho de familia, pero además trabaja con su hermana. Sé que tienen una relación especial.
-Para mí una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida es que naciera mi hermana, porque yo era hija única y con un carácter muy introvertido y tímido. Y ahora parezco la relaciones públicas del barrio... (ríe). A mí me cambió para siempre.
-Un hermano es un regalo...
-De hecho, es como si se te abriera el corazón, y también lo vi en mi hijo mayor en el momento en que nació su hermano. Cuando Marta terminó la carrera de Periodismo se vino a trabajar conmigo y me di cuenta del potencial creativo que tiene; para ella no hay límites, además de tener una capacidad de trabajo muy grande.
-Quiso trabajar a su lado...
-De hecho, yo hablé con ella porque quizás prefería irse a Madrid a especializarse en moda, que es lo que a ella siempre le ha gustado, pero me dijo que estaba muy bien aquí, que elegía hacer algo grande a partir de algo pequeño. Y yo estoy encantada de poder trabajar a su lado.
-¿Qué le gustaría ver en sus hijos en el futuro que pueda decir: 'no lo he hecho tan mal'?
-El sentido de la responsabilidad, aunque ya lo veo en ellos. Los dos pequeños, además, son muy creativos, pero estaré orgullosa de ellos de todas maneras. Eso sí, que sean buenas personas, y que quieran vivir la vida todo lo sencilla que quieran. Creo que tener hijos es lo más parecido a estar enamorado; es la misma sensación que, además, no se acaba nunca. Cuando voy a recogerlos al colegio tengo ganas de verlos, de estar con ellos, de que me cuenten sus cosas.
-Usted, que ha viajado tanto, ¿se ve fuera de Valencia?
-A mí Valencia me gusta, pero no lo he elegido por la ciudad en sí, que es cierto que es muy cómoda, sino por las personas que están aquí. Pero no me importaría irme un año a Londres o a Nueva York porque creo que sería una experiencia muy positiva.
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