![Javier Domínguez, el libro del atleta](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/201809/11/media/cortadas/1409460475-kkcH-U60889150238IwB-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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No le asusta el calor. Tampoco el frío. Nada puede con una fuerte disciplina labrada desde que iba al colegio. Javier Domínguez no deja pasar ni una mañana sin salir a correr. Madruga mucho, se calza las zapatillas y transita por el jardín del Turia desde la Ciudad de las Ciencias hasta el parque de Cabecera. Ya sea martes o domingo, todos los días practica ejercicio desde que su profesor Jesús Orbegozo, en el colegio El Pilar de Valencia, le inculcó la pasión por el deporte. «Como tengo una vida muy intensa busco la soledad en el ejercicio. Prefiero ir a las siete de la mañana, incluso en invierno. No me cuesta, me parece la mejor forma de empezar el día. Ese contacto con la naturaleza me ayuda a disminuir el estrés mental del trabajo. No suelo fallar, aunque viaje», señala.
Y es que el arquitecto, que lleva más de tres décadas compaginando su día a día en el despacho con las clases en la universidad, necesita sus espacios para evadirse. «Mi trabajo es intelectual, exige concentración y respuestas rápidas, y para ello necesito desconectar». Se declara apasionado del fútbol (jugó en categoría regional) y fiel seguidor del Valencia en Mestalla. Recuerda que compartió césped con Di Stéfano en 1971, ya que los hijos del argentino eran compañeros suyos en el colegio y algunas veces se escapaban para entrenarse en el campo donde lo hacía el equipo, que ese año fue campeón de Liga.
Javier es una persona activa y comparte aficiones con su familia, le gusta dar paseos en bicicleta con su mujer y ha completado el descenso del río Sella con sus hijos. Pero lo que más disfruta con los suyos son los viajes. «He estado en los cinco continentes, quise enseñárselo a mis hijos para que no creyeran que tienen que estar siempre bajo un mismo campanario, que vieran que en el mundo hay muchas opciones y es muy plural». Y lo han seguido al pie de la letra; de hecho esta semana que viene se va a Londres a visitar a su hija, que ahora vive allí.
Su estudio de arquitectura goza de prestigio, ejerce además de catedrático en la universidad, es ingeniero mecánico y diplomado en Historia medieval y moderna.
Con 16 años, el profesor de su colegio Pablo Soler se lo llevó junto a otros compañeros dos meses a Nueva York. «Eso me cambió la vida, me abrió los ojos a viajar y no he parado», confiesa. Ha estado en todos los continentes, y visitado los países árabes, China o Egipto... En París, más de cincuenta veces. «En medio mundo». «Al principio organizaba yo los viajes, pero hace años que se encargan mis hijos, como el que hicimos a Grecia. Hubo actividades para todos los gustos, vimos monumentos -'piedras', como ellos lo llaman- alquilamos un barco por el Egeo y un chalet en la isla de Corfú, fue fantástico».
Le encanta conocer todo lo relacionado con el país al que va a visitar, «e incluso antes de viajar leo algo de literatura de ese país para enriquecerme». Y es que otra de sus grandes pasiones es precisamente la lectura. Y la disfruta especialmente en la terraza de su casa, entre las plantas y al aire libre. De hecho, en su vivienda tiene una biblioteca con más de 4.000 libros. Pero quiere dar un paso más y profundizar escribiendo alguna obra literaria.
Es autor de 30 libros, todos ellos de temática profesional, pero su objetivo es variar de género. «Cuando me jubile me encantaría escribir una novela histórica ambientada en Valencia, es una forma de difundir nuestra cultura a un público más amplio. Por mi profesión de arquitecto puedo situar perfectamente las peculiaridades de un arquitecto del Renacimiento, y a partir de ahí novelar una historia. Si la hago más valenciana sería sobre Pere Compte (arquitecto del gótico valenciano)».
Siempre ha admirado a Blasco Ibáñez. «Escribir para todos es muy importante. A Valencia le falta liderazgo, tanto político como social. Para llegar al gran público lo han intentado con dinero, pero se llega más con una obra universal. Blasco situó a Valencia mucho más que Rita Barberá». Y lamenta la falta de ese líder: «Frente a otras grandes capitales, aquí no hemos tenido un arquitecto que piense la ciudad, la organice y la transforme en más amable y mejor para los ciudadanos. Valencia es manifiestamente mejorable, no avanza. Ahora hay un problema grave con la falta de limpieza, es incomprensible, y no puede ser que se enquisten los problemas y tarden décadas en resolverse».
Ryszard Kapuscinski y Guillermo Carnero han sido los dos últimos escritores que ha leído, pero disfruta también con el cine y el teatro. Y con la gastronomía. Recomienda los torreznos de Soria, tierra de su familia, admite que comió insectos en China -«que no saben a nada»-, mientras en Singapur probó un puesto de comida callejera que tiene una Estrella Michelin. «Había mucha cola pero valió la pena». A la mañana siguiente lo quemó saliendo a correr. Ese día tampoco falló.
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