Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando una persona está enamorada, sus ojos adquieren un brillo especial. Así se muestra el pediatra Javier Gómez-Ferrer mientras pasea por el casco antiguo de Valencia, admirando cada rincón. «Soy un enamorado de mi ciudad», admite al tiempo que contempla la belleza de la calle Caballeros o la tranquilidad de la plaza del Negrito y el Portal de Valldigna, donde nos citamos para la entrevista. «Me apasiona toda la Valencia antigua, desde pequeño siempre me interesé por la historia de aquí y el amor a mi ciudad ha hecho que me vaya volcando en todo esto. Me gusta pasear por el centro histórico, suelo enseñárselo a mis amigos de fuera. Hay una imagen que me encanta: desde la calle Navellos, ver la plaza de la Virgen y la Catedral. Además, la calle de la Paz me parece de las más bonitas de Europa».
Su pasión la canaliza también siendo partícipe de algunas tradiciones. «Estoy metido en casi todo. Soy Caballero de la Real Orden de Santa María del Puig, donde nos dedicamos a ayudar a reinsertar a los presos, que se reincorporen a la sociedad. Y soy Caballero jurado de San Vicente y divulgo sus milagros, los estudio y visito esos lugares, además de Caballero del Santo Cáliz». Una muestra clara de ese amor y compromiso por su ciudad. Tiene «muchísimos» libros sobre la historia de Valencia y biografías de sus personajes ilustres, que o bien ha ido comprando o se los han regalado sus pacientes, sabedores de su afición.
Precisamente el lugar elegido para la cita es uno de sus preferidos, y llega cargado con una carpeta que nos explica con detalle y pasión. «Al pensar en el Portal de Valldigna lo primero que se me viene a la cabeza es un cuadro de Sorolla, que representa al padre Jofré defendiendo a un loco, que en aquella época así se les reconocía. Se dirigía a la Catedral cuando junto a este portal se interpuso al acoso y apedreamiento de ese hombre para protegerle. Al llegar a la Catedral cambió el sermón que iba a dar y pidió a los fieles caridad para los enfermos abandonados, que eran objeto de burla. Esto era la puerta de acceso a la morería en 1400. El retablo es una reproducción del original», indica mientras va señalando cada elemento al que hace referencia.
«Me daba mucha pena cuando hace años entrabas en Valencia y ponía que el casco histórico se recorría en una hora. La ciudad ha cambiado mucho, está muy bonita pero creo que todavía se pueden hacer muchas más cosas, sobre todo en la restauración de edificios», apunta. «Cuando una persona cuida su historia la respeta más. A mis tres hijos no les he inculcado nada en este tema, pero veo que a ellos también les gusta. Se han ido cogiendo a las tradiciones, están enamorados también de su ciudad. Dos viven en Valencia y mi hija en Madrid, tengo seis nietos y estoy loco con ellos».
Reconoce que sus gustos van relacionados con la tranquilidad, no es un hombre de gran actividad física. «Escucho música clásica, pero en especial me atrae la zarzuela, que es algo poco común. Me encanta y siempre que había iba a verla, bien a los Viveros o algún teatro, pero ahora es complicado encontrarlas. La ópera también me gusta», asegura. De hecho procede de una familia de siete hermanos, todos virtuosos con la música, ya sea tocando instrumentos o con el canto. «Todos tocan algo, menos yo», lamenta en tono de broma, aunque esa y la pintura son dos de sus frustraciones. «Me hubiera encantado saber pintar, admiro a quienes retratan a una persona con un realismo como si estuviera ahí de verdad», destaca este apasionado del arte.
Siempre que puede lleva a mano una cámara, ya que es un gran aficionado a la fotografía. «De los que hacen cientos en un día, aunque procuro no ser pesado a la hora de enseñarlas a amigos», puntualiza Javier. «Veraneamos en Mora de Rubielos y allí me gusta hacer fotos de los paisajes, pero también de las masías, aunque estén abandonadas. Por eso cuando mi hijo Carlos era pequeño me preguntó por qué hacía fotos 'a las casas rotas'», recuerda con una sonrisa.
Su abuelo fue un médico de enorme prestigio en Valencia, donde incluso tiene una estatua, y Javier siguió sus pasos, con una dilatada trayectoria profesional en la pediatría.
Y es que esta zona de Teruel le encanta para resguardarse del intenso calor estival. «Me gusta pasear por la Virgen de la Vega, Mora, Alcalá de la Selva... Allí ves las cuatro estaciones, la hoja dorada del otoño, la nieve, las amapolas, y en verano por las noches hace frío y se puede dormir muy bien». Durante el año prefiere viajar, pero siempre que no lo tenga que promover él. «Me lo han de dar todo hecho. Se ocupa una amiga, que lo organiza perfecto y no te tienes que preocupar de nada», comenta. Su último viaje ha sido por España, a Extremadura. «Lo pasamos fenomenal y ahora me da lástima no poder viajar a la Vía Sacra de Galicia. Van a ir mis amigos, pero yo no puedo por trabajo».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.