Dice Luis Rocamora que a él no le gusta el postureo, y que es complicado verlo en algún evento; su objetivo es, más bien, que ... las mujeres brillen en las fiestas de las que huye para refugiarse junto a su familia y al lado del mar. «Fuera de aquí soy otro», dice este diseñador nacido en Elche, que abrió hace veintitrés años su atelier en el centro de Valencia, una aspiración que parecía inalcanzable. A Luis acuden cada temporada decenas de novias que buscan un diseño de alta costura, donde hay clasicismo, también innovación y siempre una búsqueda de la perfección que le ha llevado por un camino nada fácil. «Ha habido muchas renuncias y momentos durísimos», confiesa.
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-¿Recuerda el momento en el que reconoce que el diseño es su vocación?
-Yo creo que a mí siempre me gustó. Mi abuela era modista, y aunque no ejerció demasiado porque al casarse dejó de trabajar, siempre la vi coser. También a una tía que fue modista y a mi madre. Sin embargo, cuando tenía que empezar a estudiar, no me pudieron pagar una carrera fuera de mi ciudad, de Elche; las posibilidades económicas no eran las más adecuadas y decidí formarme en diseño de calzado. Después de trabajar nueve años en el sector, decidí con veintitrés dejarlo para dedicarme a lo que me gustaba de verdad.
-¿Y comenzó a diseñar?
-Primero pasé por una empresa de ropa masculina, y aunque no era mi objetivo aquella experiencia laboral me sirvió muchísimo. Empecé cosiendo en casa, hasta que en 2001 abrí el atelier. Ahora, nunca imaginé la magnitud que iba a alcanzar esto... Nunca. Creo que he tenido mucha suerte, aunque pienso que esa suerte hay que respaldarla.
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-¿Por qué cree que tuvo suerte?
-Nada más abrir la tienda, me visitó una persona, Gloria Burriel, que sin saberlo ella -yo menos- me abrió las puertas de la sociedad valenciana. Creo que ese fue el golpe de suerte, detrás del cual hay mucho trabajo porque yo soy una persona muy metódica, que le dedico mucho tiempo a investigar, y hasta que no saco lo que quiero no paro. No le pongo horas al reloj.
-¿Se considera una persona perfeccionista?
-Yo hago cada traje como me gustaría que me lo hicieran a mí y no dejo que salga nada de aquí que no esté como a mí me gustaría llevarlo. En realidad, todo se entrega porque tiene una fecha, porque siempre habría algo que perfeccionar, porque esto es un arte; de un tejido, que es algo plano, creas una escultura sobre una figura. Pero ya le digo que tanto buscar la perfección es una virtud y al mismo tiempo un defecto.
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Cuadrar esta entrevista en su agenda infernal no ha sido fácil, porque las citas en su probador son sagradas, y no sólo a nivel profesional, sino que dejan una huella indeleble en clienta y también en diseñador. «Yo he salido muchas veces llorando del vestidor». Un sancta santorum que las novias, las madres, las abuelas, no olvidan, y donde todo es discreción. Arriba, el taller, donde trabajan más personas incluso que en la tienda, porque Luis Rocamora valora, por encima de todo, la artesanía. Lamenta en ese sentido que debido a las redes sociales se haya perdido el valor por el buen hacer. «Ahora no les importa llevar un vestido repetido si lo ha lucido la influencer de turno».
Todavía se acuerda cuando se quedaba embobado mirando los escaparates de quienes tenían atelier antes de que él mismo abriera el suyo: Valentín Herráiz, Juan Andrés Mompó, Amparo Chordá, Enrique Lodares... Ahora es a Luis a quien buscan jóvenes diseñadores interesados por la artesanía. «Cada vez hay menos», avisa.
-¿Cómo ha llevado a nivel personal esa autoexigencia tan elevada?
-Ya lo llevo bien, pero mis primeros ocho o diez años fueron muy duros, porque dormía tres horas diarias. Vestir a gente de una cierta posición me trasladaba la presión que ellas tenían de estar a la altura. Yo sentía que era responsable de lo que pasara en esos momentos, y unido al crecimiento de la empresa, me resultó difícil de gestionar. Conseguí superarlo cuando me paré a pensar que, si miraba atrás, y por muchos nervios que pasara, todo salía bien. Y comencé a relajarme.
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-¿Cree que hay que ser un poco psicólogo para poder tratar con las clientas?
-Yo siempre bromeo con ellas que si tuviera la posibilidad de estudiar la carrera de psicología, entraría por la puerta de la facultad y saldría por la de atrás el mismo día con el título en la mano. Son muchos años de trabajar con mujeres y es muy bonito, pero también lleváis el peso de todo, sobre todo en los eventos; hay muchos momentos de crisis que hay que saber gestionar. A veces es necesario acompañar a esa persona, y al final no solamente es costura, es mucho más. Una de mis evoluciones ha sido convertirme en una persona más entregada, porque yo era muy reservado, y estar aquí me ha hecho abrirme mucho más. Dicho esto, sigo siendo una persona discreta, que me dedico al trabajo y no figuro mucho.
-¿Ha conseguido también desconectar?
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-Mi carrera ha sido muy buena, nunca esperé llegar tan rápido y adonde estoy, y por eso tengo tanto que agradecer a todas las personas que han confiado en mí, pero es cierto que al dedicarle tanto tiempo me ha restado mucha vida personal, familiar y de amigos. Así que mi forma de desconectar es dedicándoles el poco tiempo que me queda. Además, hay algo que me provoca mucha tranquilidad, y es estar cerca del mar. Ya ve, después de todo este montaje (mira alrededor) soy una persona bastante sencilla y me dedico a los míos.
-¿Es su atelier como un escenario?
-Es un escenario que a mí me encanta, pero yo después salgo y soy otro.
-Acaba de recibir un premio de la asociación Archival.
-Estoy muy contento, porque cualquier reconocimiento siempre es bienvenido, sobre todo porque hay momentos en que me he planteado si me ha merecido la pena perderme tantas cosas por el trabajo, que yo también he tenido mis crisis. Pero esto lo he analizado años después. En el momento no me ha dado tiempo a pensar en nada, sólo era correr y llegar.
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-¿Qué le queda por hacer?
-Laboralmente tengo la responsabilidad de acabar mi carrera en el mejor momento, y seguir adelante mientras las clientas me lo permitan. En realidad, lo único que me queda por hacer es sostener lo que me ha llegado, porque si mañana me pasara algo, si tuviera que cerrar por alguna circunstancia, me iría contento. Mi carrera ha sido tan buena porque nunca la esperé. También le digo que si hubiera sido consciente de todo lo que tenía que hacer y vivir en estos años, el día que abrí me lo habría pensado (ríe).
-Quizás le quede vestir a alguien conocido... ¿La Reina Letizia, por ejemplo?
-Me encantaría vestirla en alguna ocasión, porque aunque en sus inicios fue bastante criticada, siempre me pareció una mujer de bandera, muy estilosa y preparada, con la ventaja de ser del pueblo. Ahora, a quien también me haría mucha ilusión vestir sería a nuestra nueva alcaldesa, Mª José Catalá, y no le digo que no se lo vaya a proponer porque me parece una mujer maravillosa, que está haciendo un papel increíble por la ciudad y por los valencianos. No estaría mal antes de retirarme.
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