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Mireia Martínez cuenta que necesita surfear tanto como respirar. FOTO CEDIDA POR MIREIA MARTÍNEZ

Mireia Martínez, la valenciana que ha logrado triunfar como empresaria subida a una tabla de surf

La joven lamenta cómo la sociedad «no nos deja ser nosotros mismos» y las críticas que ha tenido que recibir por «salirme del sistema». Mientras surfea, Mireia Martínez gana dinero con restaurantes y alquileres, además de ser artista y activista climática, comprometida con la eliminación del plástico en el mar

Lunes, 4 de diciembre 2023, 00:48

Mireia Martínez se excusa porque tiene la nariz taponada. «He vuelto ahora de surfear y me cuesta hasta hablar», reconoce. Y una mira el reloj, cuando pasan las siete de la tarde de un fresco día de finales de noviembre, y piensa que esta mujer ... es de otra pasta. Valenciana de nacimiento, reside ahora en Portugal, donde ha conseguido vivir la vida que ni ella misma sabía que quería cuando era una niña y lo único que tenía claro es que no encajaba.

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-¿Qué hacías antes de venir a Portugal?

-Mi infancia no fue fácil, porque mis padres no tenían medios. De hecho, yo tuve que trabajar con mi padre porque tenía restaurantes, y como no le iba bien no me pagaba, así que me vi obligada a buscarme un segundo trabajo para pagarme los estudios. Esa era mi vida, estudiar y trabajar, sin tiempo para nada más.

-¿Qué estudiabas?

-En realidad yo habría querido estudiar Bellas Artes, pero mi madre me dijo que no lo hiciera, que no tenía salida, así que como me gustaba mucho leer y escribir me incliné por el Periodismo. Quería ser reportera de guerra porque sufro mucho con las injusticias, pero en cuarto de carrera ya me lo quitaron de la cabeza... Así estuve cuatro años, porque es como la sociedad te enseña que hay que vivir.

-¿Cómo descubriste el surf?

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-Fui a Portugal con unos amigos; tenía entonces unos 21 años y estaba en cuarto de carrera. Aunque pueda parecer muy idílico, me encontré caminando por una sierra llena de árboles y llegamos a una playa increíble, unas condiciones perfectas, con una ola pequeñita, idónea para aprender a surfear. Ponerme en pie en la primera ola fue para mí como entrar en un sueño. En ese momento me dije: «¿qué estoy haciendo con mi vida?». Y desperté. El viaje fue en abril y en julio, tras terminar los exámenes, dejé los dos trabajos y me vine para Portugal con una beca Erasmus para acabar la carrera. Y aquí me quedé, por amor a esta playa.

-Hay que superar muchos miedos para hacer lo que hiciste.

-La sociedad nos enseña que tenemos que estudiar, crecer, casarse, tener hijos... Quizás con la pandemia ha cambiado algo esta mentalidad, pero algo dentro de mí me decía que yo no podía seguir así.

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-Te diste cuenta bastante pronto, en realidad.

-Es que yo creo que cada uno tiene su vocación, que no todos servimos para ser médicos o abogados, y yo desde pequeña vendía mis exámenes para sacarme dinero, además de estar siempre trabajando con las manos. Nunca he jugado con muñecas, y me pasaba el tiempo haciendo pulseras, tarros... para luego venderlo.

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-¿Qué es el free surf?

-Es no dedicarme a la competición. No me gusta que me juzguen, que me observen; la competición te genera estrés y es una forma de que te dé dinero, pero eso a mí me quita la pasión. Además, el surf para mí es el contacto con la naturaleza y sentirme viva dentro del agua, donde aprecio el silencio. Yo busco estar tranquila con el mar, y eso es incompatible con lo que rodea a estos campeonatos.

-He leído que no puedes estar mucho tiempo sin meterte en el agua...

-Si a mí me preguntas porqué surfeo yo te responderé: «¿y tú por qué respiras?». Lo necesito a diario, de otra forma me volvería loca.

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Empresaria y artista

Mireia Martínez se ha convertido en una empresaria a punto de abrir su segundo restaurante, mientras surfea y pinta. Sus obras son hijas de la pandemia, cuando no podía salir de casa, y al subirlas a redes sociales la gente comenzó a interesarse en ellas. Sus beneficios van a una organización que limpia el mar de plásticos.

-¿Y de qué vives?

-Vivo de un restaurante de cocina nikkei que se llama Kaikaya, en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, que me ha permitido comprar pisos en Portugal que alquilo por Airbnb. También por lo que consigo en redes sociales. Además, estoy a punto de abrir otro restaurante aquí en Portugal.

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-Surfera, empresaria, artista, fotógrafa... ¿Cómo te definirías?

-De hecho, cuando me preguntan a qué me dedico, digo que a ser yo misma, a ser Mireia, y todos los días agradezco poder levantarme por la mañana para hacer lo que me gusta. En la vida solo hay dos cosas, el amor y el desamor, y si pones el corazón y amas lo que haces, siempre brilla.

-Tu familia, tus amigos. ¿te entendieron cuando decidiste dejarlo todo atrás?

-Todo lo contrario. Mi familia todavía me dice: «qué haces ahí, metida en el mar, te va a comer un tiburón». ¿Sabes que se muere más gente por resbalones en la bañera? El surf da una imagen de dejar a un lado las responsabilidades. Todo lo que sea salir del sistema da miedo y la sociedad es como un baile de máscaras, en el que nadie es él mismo, porque le da miedo enseñar quiénes son por si no son aceptados por el resto. Es como cuando destacas de niño, que aparece el bullying.

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-¿Ha sido duro?

-Es que me han hecho sentir que yo era la extraterrestre, que me iba a equivocar; me han metido miedo, pero en realidad son los miedos de la sociedad. Mi madre todavía me dice que tengo que casarme y tener hijos. Pero vivir en el pasado o en el futuro nos condena a no vivir el presente, que en realidad es lo único que tenemos, por eso se llama presente, porque es un regalo.

«Todos los días agradezco levantarme por la mañana para hacer lo que más me gusta»

-¿Hay mucha gente que se te ha acercado preguntándote cómo lo has hecho?

-A diario, pero hay preguntas que no sé contestar, porque es como cuando saltas. Lo haces y te enfrentas a ello. Si sale bien, perfecto, si sale mal, aprendes.

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-El surf te ha dado además la oportunidad de viajar.

-Yo priorizo mi tiempo, y viajar ha sido una de mis pasiones: aprender nuevas culturas, personas… Hay otra escuela, además del colegio, que es la vida, y he aprendido mucho más de gente que he conocido por el mundo que de mi profesora de geografía. Hay más aprendizaje en la experiencia que en los libros.

-¿Crees que de niña ya te veías diferente?

-Nadie me entendía. De hecho, los colegios cortan la creatividad y no te enseñan a ser tú mismo, porque los seres humanos nacemos con colores y nos vuelven grises. Tienes que ser superfuerte para salir de todo el sistema en el que estamos metidos, pero yo siempre he sido muy independiente.

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-Si miras atrás y ves aquel primer viaje a Portugal, ¿estás agradecida?

-A mí todo me genera gratitud, y cada día agradezco despertarme para vivir un día nuevo. Incluso estoy agradecida a las equivocaciones, porque me han hecho estar donde estoy hoy.

-Sé que no miras al futuro pero, ¿tienes proyectos en mente?

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-Mis proyectos son diarios, y lo que nos hace hablar del futuro es una ilusión. Todo son trenes que van pasando en tu vida, y tú decides a cuál te subes. Por ejemplo, a mí se me presentó la oportunidad de abrir el nuevo restaurante un día en la playa surfeando. Conocí a la persona correcta en el momento correcto, porque yo creo que esto tiene que ver con lo que nosotros atraemos, y estar atento porque todo llega.

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