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Mónica Duart es una mujer nueva, muy alejada de quien luchaba por reivindicarse para quitarse de encima el estigma de hija del jefe, Enrique Duart, ... una persona que consiguió desde cero levantar una gran empresa. Recién cumplidos los 50 años, y después de haber demostrado con creces su valía, Mónica ha sido capaz de quitarse corazas, esas que las mujeres se van colocando encima para mostrar una perfección que está lejos de existir para nadie. Por el camino ha cambiado, también a nivel personal, instalada en una fabulosa casa en el centro de Valencia y muy cerca de las oficinas de Dormitienda, una de las firmas familiares de la que es administradora única desde hace poco más de tres años. Tiene ganas de dar a conocerse como una mujer transformada. Y feliz.
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–¿Cómo está Mónica Duart?
–Estoy en un buen momento personal y profesional. Me siento en paz, tranquila y dispuesta a exprimir la vida, a sentirla y a disfrutarla en todos los sentidos.
Mónica Duart se ilusiona al hablar de todos los proyectos profesionales en marcha, desde la fábrica que acaba de inaugurar -«vengo de padre fabricante y para mí es como si hubiera tenido otro hijo»- hasta el diseño de la nueva imagen de las tiendas, de la que se ha encargado ella misma.
–¿Y a nivel personal?
–Hace unos años me quedé incapacitada por un problema de vértigos causado por el estrés que sufría, lo que me llevó a iniciar un viaje hacia mi interior. Cuando cumples 50 años es cuando te miras en el espejo y empiezas a recolocar piezas del puzzle que antes tenías miedo de mover. Es un camino sin retorno, muchas veces turbulento, porque tienes que lidiar con muchas emociones. Sin embargo, he estado muy bien acompañada con mis clases de yoga y con la meditación; he descubierto una filosofía de vida que va mucho con mi mentalidad. Gracias también a terapia, he llegado a ese encontrarme conmigo misma y vibrar en otras frecuencias, porque al final el cuerpo somatiza todo, y al cuerpo hay que escucharlo.
–¿En qué se ha traducido, a nivel práctico?
–Muchas veces intentamos estar en lugares y aunque notamos cierta resistencia, no hacemos caso, hasta que te escuchas y sientes que debes salir de ese lugar. Eso, aplicado a todos los términos de la vida. Ahora es el momento de calma chicha (ríe), también de plenitud, de disfrutar de la gente que quiero y que me quiere.
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–¿Qué se ha llevado de cada una de las relaciones que ha tenido?
–Yo he aprendido de todas y cada una de las personas que han pasado por mi vida, soy una persona muy positiva y me siento en un momento de madurez, de felicidad y de tranquilidad, y eso también me hace vivir sin reproches ni rencores y siempre mirando hacia adelante. Me niego a llevarme el pasado atrás.
–¿Ha necesitado estar acompañada?
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–Creo que todos, en alguna etapa de nuestras vidas, hemos necesitado estar acompañados, pero al final la soledad es interior, y te das cuenta de que puedes estar acompañada y sentirte sola. Porque a la soledad se la puede ver como algo positivo. De hecho, ahora estoy un momento en que la disfruto, me ha hecho crecer como persona y sentirme más madura.
–¿Estaría preparada para otra relación?
–Todo tiene que ver con coincidir en un mismo momento vital, porque de otra manera se vuelve muy complicado. Sé muy bien lo que necesito en este momento.
–Hace seis años, en una entrevista en LASPROVINCIAS, se intentaba reivindicar siendo la hija del jefe. ¿Qué ha podido dejar atrás?
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–Es muy complicado lidiar con el estigma de hija, porque una se cansa de demostrar; llega un momento en que sí que me afectaba, porque que te tomen en serio al principio no es fácil; es una lucha interna que me ha hecho pasar momentos complicados en los que me he planteado si de verdad valía la pena seguir. La respuesta es que siempre me ha valido la pena.
–Recuerdo en aquella entrevista a una mujer perfeccionista, que no se permitía fallar.
–Intento ser menos perfeccionista y más generosa conmigo misma. A veces las personas somos tan exigentes que nos boicoteamos y nos volvemos despiadados con nosotros mismos. Yo me estoy trabajando el permitirme fallar.
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–¿Se ha tratado mal?
–Esa etapa de transición ha sido convulsa precisamente porque me exigía demasiado; me generaba un sentimiento de culpa porque quería hacerlo todo bien y al final me di cuenta de que tenía que cambiar urgentemente y vivir todo desde otro punto de vista, queriéndome más.
–¿Es una de las enseñanzas que le gustaría dejar a sus hijos?
–Yo hablo mucho con mis hijos, intento que no se sientan juzgados... ¿Sabe qué pasa? Yo intento no juzgar a los demás. Es triste que se pongan tantas etiquetas. Quiero que mis hijos tengan una relación sana, sobre todo con ellos mismos. Que sean capaces de ser adultos independientes y de permitirse el fallo. Además, no tengo ningún interés especial en que continúen mi legado. Quiero que cada uno haga lo que realmente sienta, y que se conviertan en adultos felices. La vida es muy corta y estamos obligados a intentarlo.
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Mónica Duart ha conseguido llevar Dormitienda a otro nivel con más de 90 tiendas en todo el territorio nacional, donde ya se ha afianzado, iniciando su incursión en República Dominicana y con la mirada puesta en Portugal. Con un crecimiento en cifras de 24 millones, Duart busca internacionalizar la compañía.
–Es una empresaria de éxito, ¿qué caprichos se ha permitido tener?
–Viajar me encanta, para mí es un capricho, y ahora que mi hija estudia en Londres, quiero ir a menudo. Además, tengo una conexión especial con Punta Cana, donde hemos iniciado negocios inmobiliarios mi padre y yo, y voy frecuentemente. A nivel material, me encantan los relojes y las joyas, pero siempre las compro pensando en mi hija Valeria, para que sea parte del legado que le dejo. Sin embargo, soy más de vivencias, para mí es un capricho, por ejemplo, irme de retiro y estar cuatro o cinco días meditando y haciendo yoga.
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–¿Echa de menos a su hija?
–La echo de menos mucho y ella a mí. Siento que lo estoy haciendo bien, y es algo que las madres también hacemos continuamente, medirnos. La relación con mi hija Valeria es de absoluta complicidad. En cuanto a Álvaro, es un niño sensible, amoroso y estoy muy orgullosa de los dos. Mis hijos son lo más importante que tengo en la vida, y todo lo que hago lo hago pensando en ellos.
–¿Cree que la Fundación Mónica Duart también es un legado?
–Sin lugar a dudas. De hecho, sí me encantaría que mis hijos siguieran con la fundación porque creo que conforme crecemos a nivel empresarial debemos contribuir a una sociedad mejor. Además, soy una persona que me gusta mucho compartir con la gente que quiero y celebrar la vida.
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