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El paisaje de Moraira es lo más parecido a Ibiza: montes de pinos, pequeñas calas y un mar azul intenso. «La playa del ... Portet es la joyita de la corona. El litoral de Teulada-Moraira cuenta con les Platgetes y la calita de l'Andragó, en la urbanizadísima carretera hacia Calpe, además de la platja de l'Ampolla, la playa urbana de Moraira», cuenta Lluís Bertomeu, que se conoce Moraira al dedillo porque su familia fue de las primeras en construir en los setenta, cuando la costa era casi virgen. «En 1970 apenas había casas, el frontal de las casitas de los pescadores, la casa de los Duato, de los Buigues y poco más».
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A pesar del exceso de construcción, Moraira sigue conservando ese carácter familiar; la mayoría hijos y nietos de veraneantes valencianos que conviven con turistas, muchos extranjeros. Ese carácter cosmopolita se nota en tiendas como Balthazar Concept Store & Art Gallery y Bo Home, del belga Patrick Jacquemin.
Hay que explorar el pequeño litoral de Moraira, delimitado por la Torre Vigía del Cap d'Or, que preside la bahía de El Portet, y el Castillo Defensivo de Moraira, abriendo la playa de L'Ampolla. Las calas son paradisíacas.
Restaurantes
En Moraira siempre ha habido buena gastronomía. Además de El Mañet, son recomendables El Chamizo en Les Platgetes, la mejor terraza y cocina internacional de la zona; Amantes de Moraira, ubicado sobre el mar, otra maravilla gastronómica, y Le Dauphin, en la bahía del Portet. Restaurantes tradicionales son el Mesón El Refugio y el Racó de l'Arròs, en el primero hay que probar el Putxero de Polp, en el segundo arròs a banda. Además, valen la pena Premium Café y el restaurante del Club Náutico.
De noche
Naia Beach Club Moraira.
De tiendas
Doña Alpargata, Balthazar Concept Store & Art Gallery y el rastro de los sábados en Xaló.
Hotel
La Sort
Lo mejor que se puede hacer en Moraira es dedicarse al 'dolce far niente': «desayunar con vistas al mar, hacer paddle surf en el Portet, comer en alguno de los restaurantes con terraza, dar un paseo de tarde bordeando el Portet hasta el pueblo, un vinito de tarde en el chill out del Náutico y cenar en Amante o en los jardines del Swiss Hotel», recomienda Zdenka Lara, una interiorista valenciana que tiene una casa de esas de revista con vistas al Portet y rodeada de pinos.
La poca vida social que hay gira en torno al Náutico. «Tiene un restaurante muy distinguido comandado por Alberto Lago. El presidente es el morairero Juan Vicente Oller, que ha conseguido revitalizar un club muy potente, que fundó entre otros mi padre», cuenta Bertomeu. «En Moraira todo me resulta pacífico, me encanta leer frente al mar bajo un pino, es un día a día muy dulce que suele terminar en alguna terraza con vistas», dice Laura Gallego, que veranea en la zona.
Un lugar con mucho encanto y que se ha recuperado recientemente es Casa Mañet, encima de la bahía de El Portet, tradicional hostal y fonda que en los setenta estaba a rebosar de franceses y valencianos. Ahora los hijos han convertido el antiguo riu-rau en un restaurante que conjuga cocina de autor y del terreno.
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