Cuando Nacho Duato tenía doce años, su padre le preguntaba algo y, antes de que contestara, le ordenaba: «¡Habla como un hombre!». A los trece empezó a bailar, pero en su casa no le dejaban y se escondía las mallas y las zapatillas de ballet en la mochila. En el colegio le llamaban marica, y cuando iba a jugar con su prima Ana (Duato) se escondía en los rincones para que sus tíos no se burlaran de él. Hubo dos personas en su numerosa familia acomodada, de profundas convicciones religiosas, que le apoyaron sin fisuras: su madre, a quien llamaban Mirosi, y su abuelo, Juan Antonio Barcia, un prestigioso neurocirujano, decano de la Facultad de Medicina, rector de la Universitat de València. Fue una de las personas a las que más admiró, que nunca le juzgó.
Publicidad
Su padre se llamaba José Duato y fue teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Valencia durante la dictadura de Franco y gobernador civil en Alicante con el gobierno de Suárez. En su posición, podría haberle ayudado si hubiera querido ser abogado, economista, empresario. Pero pertenecer a una familia como los Duato fue más bien un obstáculo si quería dedicarse a la danza, así que a los dieciséis años ya se había marchado de casa. En Londres, y gracias a que su madre y sus hermanas le habían enseñado a hacer punto, se pudo pagar las clases; les hacía calentadores a los bailarines. «Mi padre les preguntaba a mi madre y a mis hermanas por qué me enseñaban calceta: 'Porque Alfonso XIII hacía petit point', decía mi madre, 'o sea, que esto es también de chicos'», decía en una entrevista a El País.
TVE ha estrenado la tercera temporada del programa 'Prodigios', donde Nacho Duato es jurado y donde anima a los niños y jóvenes a que no tengan miedo de perseguir sus sueños. «En mi casa estaba prohibida la palabra bailarín, por eso empecé a bailar tan tarde, pero yo había nacido para ello».
En aquel alegato contra la homofobia que hizo Nacho Duato en el programa 'Prodigios' de TVE, donde ejerció el papel de juez, habló de cuánto le había costado aceptar que su padre no le reconociera, que solamente fuera a verlo actuar cuatro veces a pesar de que Nacho Duato ha triunfado en los escenarios de los cinco continentes. «Yo pensaba que estaba demasiado ocupado». Así que ver cómo ha cambiado la sociedad, que ahora el padre de aquel chico que triunfaba en el programa le apoyaba y se sentía orgulloso de él, le removió por dentro. Pasados los años, Nacho Duato no le culpa; dice de él que era una persona muy afable, que no era fácil tener otro tipo de mentalidad en una época como la dictadura, con unas convicciones religiosas tan fuertes.
Todavía tiene muy presente a su madre, quien murió hace ya cinco años. Ella era la madre abnegada de nueve hijos que se entrega a ellos. Recordaba en una entrevista a Vanity Fair que demostró tener una gran agudeza, que de pequeño le decía que estaba bien tener un talento especial, pero que lo iba a pagar. Reconoce que sí, que lo ha pagado, porque «tener éxito aísla».
Nacho Duato ha podido cumplir todos los sueños posibles como bailarín y coreógrafo. Con apenas 26 años, compuso su primera coreografía y adquirió verdadera relevancia en el mundo del ballet. «No salía nunca, me pasaba el día trabajando», reconoce. Durante veinte años fue director de la Compañía Nacional de Danza, que acabó en una salida abrupta porque le acusaban de exceso de personalismo, era una persona incómoda. Al mes estaba dirigiendo el ballet del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo y en una visita de los Reyes, la Reina Sofía le dijo: «Qué mal te hemos tratado». Sus ballets y coreografías forman parte de compañías como el Ballet de la Ópera de París, de Berlín, el Ballet de San Francisco o el Royal Ballet.
Publicidad
Nacho Duato se ha comprado una casa en Valencia y pasa mucho tiempo en ella. Después de haber recorrido medio mundo, ha vuelto a sus raíces. Sigue viviendo solo, porque no sabe qué hacer al año de convivencia. Lo contaba en una entrevista a XL Semanal. «Eso de levantarme y ver a alguien por ahí.... No lo necesito». Pero sí le da rabia el hecho de no compartir un estreno, por ejemplo, y confiesa que ser coreógrafo le ha alejado de mucha gente. Sí tiene a sus amigos incondicionales. «Miguel Bosé me llama sin parar. Tiene un corazón enorme». Con él vivió un tiempo en Nueva York.
Hace tiempo que ya no tiene pelos en la lengua, que es descarnadamente sincero. «Ojalá algún día pudiera dormir sin pastillas», dice. Además de viajar con sus coreografías, Nacho Duato colabora con dos fundaciones que trabajan con niños que han sufrido violencia, porque está convencido de que el ballet les cambia la vida. Ahora su interés no está en ser recordado cuando ya no esté y lo que quiere es que la danza tome el protagonismo que le corresponde. Porque él ha vivido como ha querido y nunca ha considerado que haya sacrificado nada por el ballet, mientras coge los pinceles y esconde los trofeos bajo la cama porque no le interesan para nada. «La mayoría son feos», dice.
Publicidad
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.