Mario Mariner, en el Mercado de Colón. jesús signes

Mario Mariner: «María ha sido como un regalo caído del cielo»

El empresario, que acaba de casarse con la estilista María Cosín, pertenece a la cuarta generación de uno de los apellidos más tradicionales de Valencia, aunque en su caso ha tenido que reinventarse para adaptarse a los nuevos tiempos. Sin embargo, late en él un arraigo en costumbres familiares, como el aperitivo del Aquarium que su abuelo no perdonaba nunca

Jueves, 5 de agosto 2021, 00:25

Mario Mariner se acaba de casar. Es su segunda vez, también para la estilista María Cosín, que durante la entrevista permanecerá en segundo plano, apuntalando cualidades de su flamante marido. Cuarta generación de los Mariner, ha sido un apellido vinculado al empresariado tradicional del ... hogar y del mueble del siglo XX, exportadores y a la vez con estructuras familiares. Que sacaron el lado fenicio de los valencianos para entender muy bien qué necesitaban al otro lado del charco. A la sombra de un padre que vivió el esplendor de la firma, Mario Mariner ha tenido que tomar decisiones complicadas; ahora ya no se venden muebles para series como Dinastía, como hicieron quienes le precedieron. Tampoco ha tenido el perfil social de su padre, que durante muchos años fue presidente del Instituto Valenciano de Empresa Familiar, donde abogaba por los traspasos ejemplares entre generaciones, y que tuvo que vivir en sus propias carnes los enfrentamientos familiares. «Mi padre y mis tíos no se merecían algunas luchas internas, pero afortunadamente ya pasó», dice Mario Mariner, que se ha reinventado, tanto a nivel personal como profesional, con la firme convicción de que aún le queda cuerda al apellido.

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-¿Qué supone para usted llamarse Mario Mariner?

-Es un reto llamarme como mi padre, que es una persona que a nivel empresarial y social ha hecho mucho y le admiro. Estoy muy agradecido al legado y al esfuerzo de las tres generaciones anteriores y especialmente a la actual. El apellido Mariner es el de una empresa familiar de cuatro generaciones que empezó mi bisabuelo, que había coincidido en la escuela de artes y oficios con Sorolla, de una forma muy sencilla y humilde, por lo que todo es un reto.

 

-¿Por qué se fue de la empresa?

-Todo era maravilloso en la empresa hasta, primero en 2001 tras la caída de las torres gemelas, después en 2008 con la crisis financiera, había que tomar decisiones. Nos sentamos la familia y vimos que había que hacer un cambio estructural, como accionista había que ser ejemplarizante. Yo veía que la venta por catálogo, el representante de toda la vida, estaba obsoleto, que las cosas estaban cambiando, era muy complicado transmitirlo a la generación de mi padre y chocábamos. Estuve de director comercial desde 2005 a 2012, y para él fue realmente una tragedia que quisiera salirme. Dicho esto, la empresa ha salido ganando.

«Para ser feliz hay que saber decir que no e irse a la cama con la conciencia tranquila»

 

-En una empresa familiar se heredan también las formas de hacer, el bagaje. ¿Con qué se ha quedado?

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-La admiración por mi padre ha sido no solo en el terreno profesional, también en el personal. Me perdí mucho de él en mi infancia porque estaba siempre viajando, y fue de más mayor cuando nos hemos conocido más y ha sido una gozada trabajar con él, viajar con él. Ahora continúo en la sociedad como freelance en el mercado de Medio Oriente, que nos ha dado muchas oportunidades de negocio. También colaboro con el estudio de Ramón Esteve, con el foro Marca España como coordinador del área Contract, JMM y otras marcas que se aportan sinergia unas a otras.

-¿Fue sencillo para usted decidir su profesión?

-Es que yo desde el minuto uno supe que quería ser empresario. Desde que era pequeño mi abuelo todos los sábados me llevaba a la empresa, a mí y a todos sus nietos. Tanto mi abuelo Paco como mi abuelo Pepe, que tenía una empresa que fue muy importante que se llamaba Puertas Tamarit, advirtieron que yo tenía una personalidad muy comercial y que empatizaba mucho con la gente. Eso sí, tenía muy claro que no me quería incorporar a la empresa familiar pero me convenció mi tío Enrique en un viaje a Estados Unidos; tengo muy buen recuerdo de aquellos días.

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Mario Mariner, en su casa de Valencia. Durante mucho tiempo vivió en Campolivar, donde su casa era un lugar habitual de reuniones de familia y amigos. jesús signes

 

-Alguien que se mueve abriendo mundos, ¿cómo ha sido este año?

-Al principio me acojoné, no hay otra palabra. Pero la realidad es que la adaptación es la base de la inteligencia, y que si hay una pandemia mundial y no nos podemos mover al final no hay otra. Pues justamente durante esos meses cerré dos proyectos importantísimos, uno en Qatar, otro en Valencia con Ramón Esteve y algunos otros.

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-Son distintos los qataríes de los americanos, por poner un ejemplo. ¿Qué hay que hacer para ser un buen comercial?

-He hecho paellas en Miami, en Aruba; a los clientes que vienen a Valencia me los llevo a la huerta y a la mesita redonda de Casa Montaña a comer anchoas. En esta terreta si traes a los clientes de fuera y no cierras proyectos es que eres muy burro. O a comer una paella a mi casa de Jávea. Para vender hay que ser humilde, sin exigir, y ser natural. Saber controlar mucho los tiempos, las palabras, e incluso los gestos. Lo que hago intento que sea perfecto, y para mí es muy importante la educación sumada a la experiencia. Y saber decir que no.

-Es un gran arte.

-Para ser feliz tienes que saber decir que no, irse a la cama con la conciencia tranquila y dormir bien. Yo duermo nueve horas diarias, me levanto muy temprano, me pongo a trabajar y hago deporte. Eso sí, a las diez y media estoy en la cama.

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-El toque de queda no le afecta.

-Para nada. Eso sí, el confinamiento me sirvió para mucho, y no queríamos que se acabara, porque me ha servido para cocinar, para hacer deporte y querernos mucho, porque fue en ese momento cuando empezamos a convivir juntos. Sus padres eran de riesgo, vivía con ellos y nos pareció la mejor opción. Además, sirvió para unirme a mis hijos, que se habían perdido mucho de mí de pequeños.

«He cerrado grandes negocios en Casa Montaña comiendo anchoas»

-¿Repitió el patrón de su padre?

-Fue mi madre la que estaba al pie del cañón, la que se ha entregado por y para la familia. A mi padre no lo veía estaba viajando o llegaba a las tantas del despacho. Y a mí me pasó algo parecido, porque mi hijo mayor nace en 2002 y desde ese año hasta 2010 estaba tres semanas al mes por el mundo. Mis hijos se han perdido mucho de mí. Con la pandemia he podido disfrutarlos; ayer mismo nos fuimos a jugar al pádel y es una gozada. El viaje de novios ha sido con amigos y con todos los niños, y la semana que viene nos volveremos a ir juntos de viaje. Yo creo que la vida te va poniendo en su sitio.

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-Han creado una familia nueva, sumando hijos de los dos. ¿Ha sido sencillo?

-Ha sido como un milagro, porque la aceptación de los niños fue total desde el principio. Se adoran, se quieren, se necesitan. Y nosotros todavía no nos lo creemos.

Mario Mariner cree que a veces, el apellido puede pesar demasiado, sobre todo por lo que se espera de uno. j. signes

-¿Qué comparten ustedes?

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-Dicen que es porque nos parecemos mucho, pero es que a mí María me ha caído del cielo. Cuando nos conocimos no pensaba que me iba a encontrar a una mujer como ella. En su momento me casé por inmadurez, porque tocaba, y de eso creo que he aprendido. Para mí el amor verdadero es el amor cristiano, y también compartimos esa forma de ser.

«Mis hijos se han perdido mucho de mí, pero con la pandemia los he disfrutado»

-¿Es importante para usted la parte espiritual?

-Soy de los que pienso que somos unos afortunados en la vida si creemos en algo. Todos tropezamos, pero lo importante es reflexionar, y de ahí viene el perdón y dar las gracias. A mí me han educado en un colegio católico, soy practicante, creyente, nos hemos casado por la iglesia. Y los domingos vamos a misa en familia.

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-¿Cree que debería hablarse más de estas cuestiones?

-Se habla mucho de la crisis por la pandemia, del cambio climático, pero la verdadera crisis es la de los valores, porque ahora vale todo. Si tienes fe los valores están, y a mí me gusta mucho ejemplarizar, trasladar a mis amigos lo que me va bien, dentro de mi cristianismo. Y yo por las noches, cuando me acuesto, pido perdón por tres cosas y doy las gracias por otras tres. Me lo enseñaron mis padres y lo he mantenido porque me hace reflexionar y dormir bien. Pero ahora quedas como rancio.

-No está de moda ser tradicional.

-Y yo soy muy de costumbres; mi abuelo se tomaba el aperitivo en el Aquarium y yo lo sigo haciendo. Madrugo mucho, y a las dos me gusta tener ese momento con algún amigo, o incluso de trabajo. Y me siento orgulloso de tomarme el aperitivo con alguien, y es una costumbre que me encanta mantener. Mi abuelo Pepe me lo ha inculcado y trato de ejercerla porque me gusta.

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-¿Qué otras costumbres ha heredado?

-Soy muy familiar, y me gusta tener a mis padres cerca. Nos gusta mucho juntarnos todos y cuando vivíamos en Campolivar siempre había invitados. Para mí la familia, los amigos, la educación y la parte espiritual son las patas sobre las que he construido mi vida.

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