maría josé carchano
Valencia
Viernes, 29 de junio 2018, 20:29
Con la llegada del nuevo Consell, Paz Olmos fue fulminantemente destituida como directora del Museo de Bellas Artes. Hubo acusaciones graves, descalificaciones personales, y esta funcionaria volvió al anonimato que había perdido con gusto de la mano del Partido Popular de Francisco Camps. Tres años después, abre la puerta de su casa y habla de una etapa en la que la vida le ha dado varios golpes de los que, todavía hoy, intenta levantarse. No pierde la sonrisa, aunque a veces resulte algo forzada, ni esquiva ninguna pregunta, a pesar de que en algunas se revuelva incómoda, sentada en un sofá blanco de cuero, en una casa donde la luz que tanto le gusta entra a raudales.
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-¿Cómo vive ahora su salida del museo?
-Es cierto que tres años después las cosas se ven diferentes, y ahora recuerdo el museo como una experiencia fantástica de mi vida profesional, que me dio mucho y al que yo di todo lo que pude. Con esa distancia que brinda el tiempo te das cuenta de las cosas positivas que te han pasado, de todos los recuerdos inolvidables, y de todo lo que hice por ese proyecto. Creo que se trató injustamente mi actuación, incluso con descalificaciones hacia mi persona, lo cual no deja de ser poco elegante, quizás. Si no contaban con mi confianza podía ser comprensible que me fuera, pero no era necesario descalificar. De hecho, se ha comprobado con el tiempo que todo aquello que dijeron no era cierto.
Se habló de daños en algunas obras de arte debido a los problemas de climatización que hubo en la pinacoteca durante la gestión de Paz Olmos, también de la escasa formación artística de la directora, o del bajo presupuesto que se manejaba. Lógicamente es esta última afirmación con la que está más de acuerdo. Y defiende que no fue ella la responsable.
-¿Cree que el paso del tiempo puede poner las cosas en su lugar?
-Cuando estás en un puesto relevante, ya sea político, cultural o empresarial, parece que la inmediatez es lo importante, y puede que una, dos o más personas se quedaran con aquello que dijeron de mí. Nadie se acuerda de que no llegó a ningún término, porque hubiera habido noticias. Pero la vida es un tren que tiene un largo recorrido y hay que pensar siempre más allá de la estación siguiente. Eso es lo que hace que sobrelleves esas presiones injustas y, sobre todo, innecesarias.
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-¿Cómo fue su vuelta al anonimato?
-En la vida todo son oportunidades, soy muy vitalista y amo la vida tal y como es, con las circunstancias que te gustan y las que no, porque si éstas las asumes como un reto, como algo que forma parte de ti, creces como persona. Lo importante es adaptarse, y sacar a la vida todo lo bueno que tiene. Soy una funcionaria con muchos años de carrera profesional y pertenezco a un cuerpo muy prestigioso de la administración, el de los administradores civiles del Estado. Ahora la Generalitat me ha colocado de letrada en la Conselleria de Agricultura y estoy haciendo mi trabajo con la profesionalidad de siempre.
-Es un puesto mucho más gris que el que tenía, evidentemente.
-Las personas estamos por encima de las circunstancias, de los avatares. No pasa nada si te toca la ficha negra.
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-Como sucede en muchas ocasiones, las desgracias vienen juntas. Usted se separó en las mismas fechas.
-Es cierto que ocurrió todo a la vez. Yo llevaba con Javier toda mi vida, y llega un momento en que las cosas se acaban y hay que aceptarlo. Tengo una buena relación con él, es el padre de mis hijos y me quedo con los buenos recuerdos.
-¿Ha aprendido algo después de esta etapa?
-Por supuesto, aprendes a vivir mucho, a recrearte en cada instante, porque nunca sabes lo que te va a pasar. Vivir el momento y, al mismo tiempo, tener ilusión y esperanza, porque con la vista puesta sólo en el presente no eres feliz.
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-Una de sus amigas, María José Navarro, decía que después de morir su marido, y a pesar de la pena, ahora vive otras experiencias.
-Ese es el reto, aprovechar lo que tienes ante ti. Y exprimirlo al máximo, tus cualidades, tus aficiones, tus amigas, tus hijos… Ahí vas encontrando todo tu apoyo y energía. Los cambios son una forma de cerrar etapas y abrir otras puertas. Es algo que se debe hacer. ¿Duro? Claro, porque estás acostumbrada a vivir una vida, pero yo creo que es muy bueno empezar de nuevo. Por eso me voy a cambiar de casa próximamente.
-¿Le asusta todo este vuelco?
-Yo soy valiente.
-Quizás aceptar un cargo como el que tenía ya era de ser valiente...
-Efectivamente, me gustan los retos, complicarme un poco la vida.
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-¿Cómo es ahora su día a día?
-Estupendo, con unos compañeros maravillosos, con las tardes libres, que aprovecho para estudiar, hacer yoga, baile, jugar a tenis, a pádel… Tengo que aprovechar al máximo las 24 horas del día. Es cierto que ese es mi carácter, apurar el tiempo como si se me fuera a escapar de las manos, aunque al mismo tiempo, con la edad, me doy cuenta de que hay que saber vivir la vida y tener momentos de tranquilidad y de disfrute, y en ello estoy; aprendiendo a serenarme, a disfrutar de la calma e, incluso, de no hacer nada. Eso para mí era algo impensable.
-Nos enseñan a no 'perder el tiempo'...
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-A que el tiempo es oro. He sido educada en la parábola de los talentos, en la que tienes que aprovechar todas tus potencialidades. Te han criado en esa autoexigencia, y eso está bien, pero al mismo tiempo hay que encontrar tiempos de tranquilidad y no tener miedo a no hacer nada.
-¿Pide esa exigencia también a los demás?
-Yo creo que no, quizás me estoy poniendo muy bien, pero soy una persona muy tolerante, muy paciente, y a veces pienso: «Si a una persona no le dirías esto, no te lo digas a ti misma». Lo hago así, tratarme como mi mejor amiga y no alguien que tiene que estar en primera línea.
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-Claro, pero conseguirlo no es fácil. ¿Cómo ha llegado a ese punto?
-Detrás hay mucha reflexión interior. Aunque sea muy abierta, me gusta la introspección, tener momentos donde analizo mi vida y cómo soy para mejorar.
-Si mira hacia atrás, ¿cambiaría muchas cosas?
-Como la vida es lineal y no puedes volver atrás, se trata de un ejercicio que no me planteo. Además, una de las cosas que te hacen feliz es reconciliarte con tu pasado. A veces se nos quedan grabadas determinadas cosas absurdas y pienso: «¿Por qué me acuerdo de esto, que me está complicando?» Si se queda en tu subsconsciente es porque tienes una deuda interior pendiente y lo has de solucionar.
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-Ha hablado de introspección, practica yoga... ¿Qué más le aporta esa serenidad que ahora parece tener?
-La naturaleza. Aunque estemos en la ciudad de Valencia, aunque adore su luz, que me pone las pilas y me levanta el ánimo por las mañanas, cuando puedo me escapo.
-¿Dónde?
-Soy muy de montaña y al mismo tiempo de mar. Voy al valle de Arán, donde me encanta andar y esquiar, mientras que en Moraira buceo. Disfruto muchísimo la naturaleza porque intento conectarme con ella, formar parte de ella, no solamente contemplarla.
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-¿En qué momento se dio cuenta de que podía hacerlo?
-Con la madurez estoy descubriendo muchas cosas que antes veía pero no sentía. Es una cuestión de evolución personal, y creo que necesitas tener una edad para entenderlo. Es cierto que ésta es una etapa más tranquila, donde disfruto de otras cosas, aunque siempre he sido una persona muy curiosa. Tengo todos los cursos de la Escuela Oficial de Idiomas de alemán, inglés y francés, me encanta aprender y siempre pienso que me parece poco todo lo que sé.
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-¿Por qué aprendió idiomas?
-Yo soy una persona muy sociable, y pienso que es un medio para comunicarnos, destinado a entender otras culturas. Con un idioma se conoce y se visita mejor un país, porque empatizas con los demás. La lengua representa para mí un vehículo de unión.
-Se atrevió incluso con el alemán.
-Es complicado, sí, y recuerdo que mis hijos lo odiaban, porque entonces eran pequeños y les decía: «Es que ahora tengo que estudiar alemán». A veces me pongo metas complicadas, pero eso es lo que me da satisfacción.
-Supongo que sus hijos son ya mayores.
-Con ellos me cambia la cara. Y siento satisfacción, porque he tenido la suerte de que son maravillosos, por su bondad, por su profesionalidad. Estoy muy orgullosa. Mi hija mayor acaba de aprobar Notarías. A la primera, en dos años y medio, después de estudiar Derecho y ADE en la Carlos III de Madrid.
-¿Ella lo tenía claro?
-Su padre es notario, estuvo haciendo unas prácticas y vio que le gustaba la profesión, así que decidió opositar. Y ahora se va de notaria a Barcelona. Se me va.
-¿Lo vive con tristeza?
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-Sí, estamos muy unidas, porque somos las dos mujeres, porque tenemos mucha complicidad, porque hemos vivido codo a codo la oposición. Pero bueno, la vida es eso. Estoy encantada de que se vaya a Barcelona. Su novio también es notario, se marcha allí con ella, así que no me puedo quejar. En el caso de mi hijo, está estudiando un máster en el Instituto de Empresa y dentro de nada supongo que accederá al mundo laboral.
-Parece un momento en el que cada uno toma su camino.
-Estamos en época de cambios. De mudanzas. Es una mezcla de satisfacción, de felicidad, y al mismo tiempo de pensar: «Qué pena, que ya no los tengo a mi ladito».
-¿Ha sido una madre protectora? ¿Autoritaria?
-Yo intento hacer la vida fácil, que sigan su camino, que cada uno encuentre lo que busca. He procurado educarlos en la fe católica, en los principios morales, éticos, en el respeto a los demás y en la tolerancia. Porque, además, con el tiempo te das cuenta de que los valores personales son mucho más importantes que los profesionales.
-¿Lo ve en ellos?
-Lo veo, y siempre les digo que no se dejen seducir por cantos de sirena, que se aferren a la vida, que es lo importante, que lo demás resulta transitorio y apenas merece la pena dedicarle un minuto de tu vida.
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-¿Le gustaría compartirla de nuevo con otra persona?
-Si encontrase a alguien que mereciera la pena, claro que volvería a hacerlo. Por supuesto.
-¿No se cierra?
-No hay que cerrarse a nada. Hay que aprovechar la vida. No he salido traumatizada de una relación, las cosas suceden, duelen, cuesta asumirlo, pero tampoco hay resentimientos. Lo he aceptado.
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