Julio Gómez-Perretta es arquitecto y formó parte del equipo que hizo posible la Torre de Francia. jesús signes

La mirada familiar del cauce del Turia que ha escrito una página de la historia

El arquitecto Julio Gómez-Perretta formó parte del equipo que proyectó la Torre de Francia, un edificio con las mejores vistas del río que décadas atrás desvió su padre, el ingeniero Claudio Gómez-Perretta

Martes, 23 de agosto 2022, 11:50

Julio Gómez-Perretta recuerda con precisión los entresijos de su obra en mayúsculas: la Torre de Francia, la que mira al cauce del río desde sus 115 metros de altura con una perspectiva única; de hecho, en su día se convirtió en el edificio residencial más alto de España y en un orgullo para quienes habían contribuido a su construcción.

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De hecho, la relación de Julio Gómez-Perretta con el río va más allá de esta obra; su padre, Claudio Gómez-Perretta, ingeniero de profesión, fue el responsable del Plan Sur, que permitió desviar el cauce y sacarlo de la ciudad para que no volviera a inundarse con una riada. De hecho, Julio todavía tiene grabada en su mente una imagen que vio de niño desde su casa en Jacinto Benavente, una marea gris que arrastraba animales muertos y un padre que desapareció durante días como responsable de la 'operación barro' para dar soluciones de vivienda a quienes se habían quedado sin casa. Por ese motivo, que recayera en él un proyecto como la Torre de Francia fue mucho más que una hito profesional.

Pero la Torre de Francia no iba a ser tal y como la vemos hoy en día. «No se podían proyectar viviendas en un edificio cilíndrico, que era como estaba planificado en el Plan General de Ordenación Urbana», explica Gómez-Perretta, veinte años después de finalizar el proyecto, que llegó a él gracias a un arquitecto amigo, Rafael Mira, que tenía una participación en el solar.

Dos imágenes de archivo de la Torre de Francia en construcción, hace ahora veinte años. A la derecha, en la actualidad. Jesús Signes/J.J. Monzó

Gómez-Perretta va nombrando a todos aquellos que participaron en su ejecución, como Quina Esparza y Francisco Quiles, que redactaron el estudio de detalle y le dieron la forma en H que finalmente vio la luz. «No fue un proyecto fácil», admite el arquitecto, que explica que al estar al lado del río se asienta sobre tierras de aluvión. «Hubo que bajar hasta los 30 metros», explica Julio.

Se sumaron muchas más dificultades, y hubo discusiones también en cómo debía de ser la fachada. Todavía hay mucha gente que se acuerda de cómo se iban subiendo las piezas en bloque que iban a revestir un edificio que se decidió que fuera blanco para dar continuidad a la estética de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. O de las dificultades propias de un edificio en altura en una ciudad sin rascacielos.

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Una joven practica con unas telas en el jardín del Turia, con la Torre de Francia como mudo testigo.

¿Por qué es noticia?

Se cumplen veinte años de la Torre de Francia, un edificio que en su día se convirtió en el edificio residencial más alto de Europa, y que se proyectó desde el despacho de Julio Gómez-Perretta. El arquitecto, que posteriormente se ha centrado sobre todo en unifamiliares, es consciente de la dimensión urbanística del proyecto en el conjunto de la ciudad.

De hecho, Julio Gómez-Perretta era consciente del proyecto en el que estaban metidos, pero no lo tuvo tan claro la promotora, Valencia Urbana, que vendió sobre plano «a precios de risa. No sé si valían poco más de 100.000 euros». Tanto fue así que el arquitecto recuerda cómo hubo que poner un servicio de seguridad donde se ubicaban las oficinas de la promotora, en el pasaje junto a la plaza de Toros, por el aluvión de compradores. «Llegaron desde toda España». Claro, posteriormente la reventa funcionó muchísimo, mientras el edificio iba ganando en altura. Más de dos años costó ejecutarlo.

Fotografía de archivo del propietario del ático de la Torre de Francia tres años después de inaugurarse, con la Ciudad de las Artes y las Ciencias al fondo. damián torres

Pero no fue el remate final que los arquitectos hubieran querido. «La idea, y así constaba en los planos, era que hubiera un mirador que coronara el edificio, al estilo de los rascacielos de Manhattan o Chicago». Gómez-Perretta apunta a esa falta de cultura urbanística en altura la que impidió que finalmente viera la luz ese remate. Es cierto que el acceso se complicaba por el hecho de que el edificio fuera residencial, pero los arquitectos sabían que se trataba de un proyecto muy singular. «Hubo cierta falta de ambición», recuerda.

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Los vecinos de la Torre de Francia destacan precisamente las vistas como el punto fuerte de un edificio que ha envejecido bien estéticamente, y que se ha revalorizado muchísimo con los años. Su ubicación es estratégica, no sólo por estar ubicado frente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, sino porque suponía el encabezamiento de una vía, la avenida de Francia, que pretendía ser una de las vías de conexión de la ciudad con el puerto.

«Es increíble que veinte años después todavía no se hayan podido enterrar las vías para poder hacer ese proyecto realidad», denuncia Gómez-Perretta, que cuenta cómo los arquitectos que visitan la ciudad destacan precisamente esa Valencia inacabada en su conexión con el mar. En este sentido, propone torres en altura aisladas para permitir el paso de las brisas hacia la ciudad. Como su padre, su mente no para de imaginar una Valencia mejor.

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