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Puede pasar todo el tiempo del mundo, llover todo el agua que hay en el cielo, que se agoten las modas sociales, las tradiciones, los ... clichés. Puede que vivamos sumergidos en la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, pero nunca nada ni nadie, bajo ninguna premisa, sustituirá lo importante de la familia.
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Sencillo. Muy sencillo. Y un gran ejemplo de ello son los Sáez-Merino. Cuando la familia se convierte en amigos y por ende, los amigos en familia. Solo de una relación cuidada entre primos podía nacer una locura como esta. «Voy un 'finde' a verte a Ibiza», le dijo Tono Tormo Sáez-Merino a su primo Alejandro Sáez. Una cosa llevó a la otra, y al final se plantaron en la isla nueve familiares y cinco coches. Con especial hincapié en lo de los cinco coches, porque esta familia lleva en el ADN la pasión por los clásicos.
De otra relación como esta, hace ya varias décadas, nació Lois, la empresa que fundaron sus predecesores Manuel y Joaquín Sáez Merino. Creadores de unos vaqueros que dieron la vuelta al mundo, grandes empresarios valencianos y patrocinadores de la Fórmula 1, el Dakar y distintos rallys, evidenciando ya el gen de los bólidos. Años después sus hijos y nietos, Vicente, Tono, y Fernando continúan con el legado de los jeans, y, por supuesto, también el de los coches. Puedes reunirte con tu familia el día de Navidad o puedes montar un rally en Ibiza. Y está claro qué decidieron hacer ellos.
La primera edición de este encuentro, el Chatarrally, la hicieron en 2022 y este año, como era de esperar, el grupo se ha multiplicado. Veintitrés personas y quince coches desembarcaron en la isla de Ibiza el fin de semana pasado. Tíos, primos, sobrinos, mujeres, maridos, amigos; acompañados de -como ellos los llaman- sus chatarras entre los que se encontraban modelos como un Porsche 911, un Ferrari Dino, un Jaguar E-Type o un Mini Aftereight. Todo un limbo para cualquier amante del motor.
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Y, como en cualquier rally que se precie, hay unas normas que no se pueden incumplir: los bólidos sin ABS, sin aire acondicionado, sin airbags; ni alcohol ni demás al volante; seguridad vial ante todo; máximo dos personas por vehículo y, la más importante, la chatarra que se quede en la estacada, ¡gana! Algunos, como el Z1 de Carlos Martínez, se lo tomaron muy en serio y ni siquiera llegaron a Ibiza. Otros, como el Fiat 126 de Tono, vacilaban con ser baja a escasas horas de la salida del ferry, pero el viernes por la mañana todos lograron reunirse en el punto de partida del rally, el restaurante de la valenciana afincada en la isla, Carmela Sorribes, Can Salinas.
Después de un pequeño briefing y una parada en boxes al hotel, se fueron a disfrutar de la mejor puesta de sol de toda la isla, la de Es Vedrà, y más tarde la explanada del restaurante Can Pau recibió a la alineación para la cena. Buena conversación, risas y largas sobre mesas. Este año, se alojaban en Romeo's y Paradiso, dos de los hoteles de moda en la isla. El primero un motel de diseño, inspirado en la Ruta 66, el segundo con estética Art Decó, al puro estilo de la Ocean Drive de Miami. Dos visitas recomendadas.
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Sábado a primera hora, la carretera de Santa Agnés los llevo hasta Las puertas del cielo que, además de ser un restaurante, es sin duda el lugar donde estaría la entrada al éter. Sobra mencionar que los paseos por las carreteras de Ibiza fueron lo más especial del viaje. «La conducción de un clásico es incomparable: el sonido, el estilo, el tacto… una mezcla entre emoción y adrenalina. Son coches muy antiguos, que no sabes cuándo pueden sorprenderte y es justo eso lo que hace tan divertido el Chatarrally», cuenta Tono. En las paradas aprovechaban para comprobar que todo seguía en orden, arreglar contratiempos que pudieran haber surgido y, por supuesto, llenar los tanques.
Caído el sol del sábado el jurado se reunió para librar la entregada de premios. Tres categorías: el más chatarra, el más despistado y el premio al mérito. El primero se lo llevó el Z1, por razones más que obvias y porque además su dueño consiguió estropear también el 2CV. El más despistado fue para Fede Serratosa, y en su defensa diré que para ser tan despistado, ha sido precavido y no nos ha dejado publicar la trastada en estas líneas. Y el premio al mérito para el tío Vicente Sáez-Merino -de apodo Gilito-, por confirmar una vez más sus dotes como piloto profesional (es él quien heredó con más fuerza el gen) y por dejar al palco joven con la lengua fuera.
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El fin de semana terminó, como no podía ser de otra manera, en una fiesta Flower Power en Cova Santa. El domingo todos de vuelta a Valencia y al rededores, contando los días para el Chatarrally 2024, que será más grande todavía -esperan-, pero sin perder la esencia familiar. Muchas anécdotas han quedado de estos tres días en la isla blanca, cuentan con especial cariño cómo la gente se acercaba a preguntar por los coches y hacía fotos. Resulta más sorprendente todavía porque la media de edad del grupo no subirá de los treinta y algo. Jóvenes amantes de los clásicos. La lista la completaban un Citroën 2cv y un Mehari, un Seat Ibiza, un Volskwagen Escarabajo, dos Suzuki Santana, un Landrover Santana y un Toyota Landcruiser.
«Ha salido todo perfecto», concluía Tono. «Casi que lo de los coches es una excusa para juntarnos buena gente y comer bien», decía Ernesto Sáez-Merino entre risas y Vicente añadía: «es magnífico poder pasar estos ratos junto a la familia y amigos cercanos». De todas las resacas, la emocional es sin duda la más difícil de curar. Quedan muchos días hasta septiembre del año que viene, pero animen esos corazones, que las navidades están a la vuelta de la esquina. Y es que no hay nada mejor que el tiempo en familia.
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Romeo's y Paradiso son dos de los hoteles del conocido grupo The Concept Hotels, para los que Lois ha diseñado recientemente los uniformes de todos sus trabajadores. El grupo del Chatarrally no podía quedarse tampoco sin equipación, y tanto el año pasado como este, diseñaron unas camisetas con el logo del evento y un maravilloso eslogan que reza: «no ABS, no AC, no airbags, no problemo». Incluso un kit de bienvenida con el planning para el fin de semana, mapas de ruta, horarios, puntos de encuentro… y una botella de vino blanco de Weekends para cada uno.
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