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BEGOÑA CLÉRIGUES
Viernes, 26 de julio 2019
En la carretera de Ondara a Dénia, entre campos de naranjos, se esconden unas cuantas fincas señoriales de esas que todas querríamos haber heredado. Son caserones con jardines centenarios, torres cubiertas de hiedra, antiguas balsas de riego y hasta capilla. Los Ordovás, los Noguera, los Girona, los Reyna, los Cárdenas, los Landecho, los Cañamás, los Gadea, los Merle o los Morand son algunas de las familias que conservan una de esas casas donde pasaron los veranos sus padres y abuelos.
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Juan Noguera, el Marqués de Cáceres, pasó su infancia en una de ellas: «Don Juan y doña Margarita venían cada verano, él salía a navegar y ella se quedaba para que la visitase el doctor Buygues, un reputado oftalmólogo. Allí nos reuníamos todos los primos, íbamos a la playa y nos cambiábamos en casetas de madera». Carlos Gadea heredó otra de esas casas, Casa Santonja. «Llegábamos en junio y volvíamos en septiembre. Nos bañábamos en las balsas de riego, heladas porque el agua se cambiaba cada día».
Las viñas de secano se convirtieron en regadío y el moscatel dio paso a la naranja. Las balsas pasaron a ser piscinas y las fincas se mantuvieron intactas mientras alrededor empezaban a levantarse las primeras urbanizaciones, como Playa Grande. Parte del encanto de Dénia es esa historia que aún conserva. «Ha sabido encontrar el equilibrio entre la tranquilidad y la animación, entre lo urbano y lo rural, entre las playas de roca y las de arena, entre lo ostentoso y lo discreto», decía Quique Dacosta, quien añadía que es mágico porque tiene a un lado el mar y a otro la montaña. «Es un ecosistema privilegiado para un cocinero». Y su restaurante, un gran reclamo. «Aquí puedes tomar uno de los mejores arroces del mundo mundial, por no hablar del pulpo seco, las cocas y la pelota de cocido, los erizos de mar o la gamba roja», dice Ángeles Casanova, que todos los veranos embarca en el ferry a Ibiza. Es el punto más cercano a las islas y por eso, muchos patronos, que suelen navegar en grupo, hacen parada en Dénia antes de la travesía.
«Aprovechamos para comer o cenar en El Pegolí o El Faralló», cuenta el artista Lu Gorritz. En las Rotas pasa los veranos María Cosín. «Me encanta bañarme a primera hora, luego ir a correr o pasear y tomar el aperitivo en Sendra». María no se pierde cada verano la fiesta que organizan Alfonso Manglano y Eva Marcellán en la casa familiar de Mayrén Beneyto en Beniarbeig. Es otra de las casonas importantes de la zona. «Antes organizaba yo las fiestas, pero ahora prefiero invitar a comidas a grupos más reducidos y dejar a mis hijos las cenas», dice Mayrén.
Playas: Les Rotes (la playa de las rocas) y Les Marines (kilómetros de playa infinita de arena fina).
Aperitivo: Un buen almuerzo en el Bar Viciano de mercado con su particular salsa, el Mena en les Rotes y Casa Miguel Juan, taberna de siempre.
Tardeo: Helios para tomar gintonics, Puro Beach Denia y Zensa Marina, en el Puerto.
Restaurantes: Peix&Brasses y Sendra para el pulpo seco. El Faralló y el Pegollí, uno de los mejores arroces en una terraza espectacular; L'Eriço para comer platos típicos: Beitboo, un clásico subiendo hacia el Montgó. En les Marines, Casa Federico, Casa Benjamín y Agua de Mar. Y, por supuesto, Quique Dacosta, el tres estrellas valenciano. º
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