Las razones que han llevado a los novios a elegir la iglesia de San Agustín para la boda del año en Valencia

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Begoña Clérigues

El aforo de San Agustín es de 500 personas sentadas y otras cien de pie, en una iglesia que tiene mucha historia, vinculada al convento de los Agustinos que se edificó a principios del siglo XIV, un edificio que durante la Guerra de la Independencia se convirtió en cuartel militar, abandonado por los religiosos tras la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX y derruido a principios del XX y en el que se edificó posteriormente el edificio actual de Hacienda. La iglesia corrió la misma suerte durante la Guerra Civil, y en 1945 fue reconstruida por el arquitecto mayor del Ayuntamiento de Valencia en aquel momento, Javier Goerlich.

Una de las piezas más valiosas es una imagen de estilo bizantino de la Virgen de Gracia fechada a finales del siglo XIII o inicios del XIV. Al icono se le atribuyó un origen milagroso, algo que le dio un gran prestigio al monasterio y que hizo que fuera una imagen muy venerada en su época. La obra ha tenido una vida muy azarosa, escondida en diferentes lugares tras la desamortización de Mendizábal y durante la Guerra Civil. Según cuenta en su página web la iglesia, fue después de la Guerra Civil cuando la tabla se colocó en el altar mayor, en un retablo de piedra neogótico realizado en alabastro por José Justo Villalba.

La iglesia está consagrada a San Agustín, pero también a Santa Catalina, representados en dos figuras junto al altar mayor de un edificio con un estilo gótico francés, muy austero y bello a la vez, con grandes ventanas en el presbiterio y su gran nave central.