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«Nací en Pedralba en una familia muy humilde». Así comienza la historia de Rubén Muedra, un arquitecto de 37 años que ha conseguido situarse ... en el olimpo de los profesionales valencianos que crean casas de autor, como Ramón Esteve o Fran Silvestre, donde el cliente encarga un proyecto consciente de que se convertirá en una obra de arte y, además, exclusiva. Como si se tratara de un retrato de Antonio López o una fotografía de Alberto García-Alix. El secreto de su éxito es que aquel niño que jugaba con los Lego decidió «seguir jugando toda la vida». Se reconoce competitivo, ya lo era en su época de estudiante, convertido en un alumno excelente al que ha sumado a su punto de pasión por la arquitectura una buena dosis de esfuerzo. El resultado, una trayectoria ascendente siempre con el objetivo de conseguir proyectos cada vez más ambiciosos que le permitan experimentar y arriesgar.
La cita es en Casa Wisdom, una vivienda donde se permitió llegar hasta el límite porque él mismo era su cliente. Así, diseñó un voladizo de casi cinco metros que se ha convertido en esa genialidad que lo diferencia de otros proyectos. Pero si hay algo que a Rubén Muedra le motiva es llevar a la arquitectura ese punto bromista y provocador que le caracteriza a nivel personal. «Yo estoy siempre probando», dice, ahora inmerso en conceptos que hablan de sostenibilidad y bienestar, mientras intenta que el estudio no le absorba más de lo necesario, convertido en padre de dos niños y uno en camino.
Cree que el lujo es poder elegir a los clientes más exigentes, pero también saber decir que no. «Yo haría hasta el baño de la tía Pepa», ríe, mientras tiene claro que su objetivo «no es ser el mejor arquitecto del mundo, sino ser el mejor papá del mundo y tener la mejor familia del mundo». Poder dejar el móvil a un lado cuando llega a casa, bajar al río a disfrutar con sus hijos o tirarse al suelo para jugar, ahora con ellos, a los Lego. «Si fueran arquitectos perfecto, pero lo importante es que sean lo que ellos quieran ser, y que sigan jugando».
A pesar de todo, es el primero que llega por la mañana al estudio -antes ha llevado a sus hijos al cole- y el último que se va, porque la arquitectura es una pasión que va más allá de lo objetivo, y así se lo contó a los vecinos de su pueblo cuando le pidieron que diera una charla, convertido ya en un referente. «Yo no tenía antecedentes familiares en la arquitectura, ni en la construcción». Acabó la carrera en 2008, justo en plena crisis inmobiliaria, y cree que esa situación le ayudó. «Nadie teníamos trabajo. Todos empezábamos de cero, en igualdad de condiciones». Si mira atrás, cree que proyectos como Casa Concreto, en Aldaia, Casa Brise Soleil, en Picanya, y las oficinas de Idai Nature, han supuesto puntos de inflexión en su carrera. El momento a partir del cual las miradas se vuelven hacia aquel chico que siempre ha parecido mucho más joven, que se dejaba la poca barba que tenía para que lo tomaran más en serio. «Luego me he dado cuenta de que no tenía nada que ver con el aspecto, sino con mi trayectoria profesional».
Rubén Muedra defiende que todavía hoy se sigue haciendo la misma arquitectura moderna que empezó a reinar hace sesenta años, aplicando nuevas técnicas, nuevos materiales, tecnología. «En cinco años un arquitecto se puede quedar obsoleto», explica, siempre pendiente de todo y de todos, inmerso ahora en el metaverso que va más allá de la realidad virtual, inmersiva.
Hay otros horizontes en su cabeza. ¿Es su arquitectura, y la valenciana por extensión, identificable y exportable? Rubén Muedra cree que sí, que la luz, el clima, la costa, la necesidad de vivir tanto en el interior como en el exterior, han ido definiendo las características de esa arquitectura. Y, de hecho, el último proyecto que le han encargado está en Colombia, cerca de Barranquilla.
Siempre hay un feed-back con el cliente. El día de las fotos, unos meses después de entregar la vivienda, cuando ya han podido vivir esa casa, ya la han hecho suya, aunque Rubén cree que siempre serán esos hijos a los que ha dedicado dos, tres años de su vida. Por eso quiere que el estudio crezca de una forma orgánica, para tener ese control de cada proyecto, para que tenga esa firma de autor. Rubén Muedra va incluso más allá, porque cree que el arquitecto tiene una función social que da sentido a lo que hace, donde proyectar casas cada vez más sostenibles permite «ayudar a hacer mejor este mundo». Y da un consejo: «Elige tu juego, porque la vida es más corta de lo que pensamos».
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