![Ramón Esteve: «El Carmen se va a morir por la falta de agilidad de la Administración»](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202201/01/media/cortadas/1443762015-RQxdFb76MvKMYX7PxF7MrUM-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Ramón Esteve se parece mucho a sus casas, con esa mezcla de serenidad y de elegancia, de perfeccionismo y de frescura, de apartar lo superfluo y quedarse con la esencia. Puede que en estos momentos sea el arquitecto valenciano más reconocido (dejemos a Santiago Calatrava ... aparte) y los proyectos que firma, por los que es internacionalmente aplaudido, llevan su sello único, ese que se ha replicado tanto. «Dicen los británicos que el mejor reconocimiento es la copia», ríe Ramón, así que ya no le interesa repetir lo mismo, y al mismo tiempo es reconocible.
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Nada ha cambiado en su despacho en los últimos años, salvo el hecho de que, si gira la mirada hacia la derecha, tras el cristal que le separa del estudio, ya no cabe nadie más. Aquel edificio que soñó en pleno casco histórico de Valencia se le ha quedado pequeño y ha tenido que alquilar un espacio enfrente, donde trabaja el equipo de diseño, departamento al que el valenciano le da tanta importancia como al de arquitectura. Ahora ha iniciado un camino que le ha llevado fuera de nuestras fronteras, y está disfrutándolo como el día en que comenzó a dibujar líneas por primera vez.
-¿Cómo ha cambiado en estos últimos años el estudio?
-Sigue siendo el mismo, con el fin de crear espacios donde apetezca vivir, que faciliten la vida a las personas, que estén más a gusto y sean más felices. Ese es el objetivo último.
-Ha preferido hacer diferentes cosas en los últimos años. Se me ocurre Bombas Gens, pero también concursos públicos o promociones en el extranjero.
-Como sobre todo soy creativo, me parece mucho más aburrido especializarse y hacer solo una cosa. Es más duro tener proyectos distintos, pero para mí eso es un reto y me encanta. Ahora estamos disfrutando con el proyecto de las Cigarreras, en Alicante, y en algunas propuestas en Arabia Saudí, de las que todavía no puedo desvelar nada, pero que nos permiten explorar planteamientos con mucha sensibilidad. La intervención en patrimonio revisando su contenido me parece muy interesante.
El lugar que eligió para trabajar y también para vivir -el ático del edificio que alberga el estudio es su casa- no es casual; el barrio del Carmen fue una decisión consciente, y Ramón Esteve sigue apostando por un casco histórico en el que cada vez es más complicado llevar a cabo proyectos.
-¿Qué le parece la situación actual del barrio?
-El barrio del Carmen está lleno de solares vacíos y casas por rehabilitar porque conseguir una licencia es muy difícil. Somos muchos colectivos, mucha gente interesada en hacer algo en el casco histórico que se encuentra con esta dificultad. Por supuesto tiene que haber protección del patrimonio, pero pedimos agilidad. En El Carmen los plazos son de dos a tres veces más largos que en un entorno normal. Mi deseo sería que se encontrara un sistema que garantizara la calidad del patrimonio pero con plazos más cortos, y eso ahora no pasa. No estamos hablando de ayudas, no hacen falta, es más importante que se acorte la concesión de licencias, que tarden un año, no digo una semana. El Carmen estaría mucho mejor si se desatascaran.
-Usted sí apostó por el Carmen.
-Yo aposté por el Carmen y sigo aquí, y me da mucha pena ver cómo está. Pasará lo mismo con Ruzafa; el día que lo protejan, la gente se irá. Estoy a favor de la protección, del patrimonio, pero con agilidad, porque el Carmen se va a morir por falta de operatividad de la Administración. Ojalá algún día cambien los mecanismos.
-Usted tiene un reconocimiento fuera de toda duda. Dicen que más difícil que alcanzar el éxito es mantenerse.
-Todos los días hay que buscar oportunidades, superar retos, seguir con ilusión. Nunca te puedes dormir, no puedes fallar ni decepcionar las expectativas, y estar al mismo nivel no es fácil.
-Forbes le incluyó entre las cien personas más creativas del mundo.
-Creo que el secreto de esa creatividad es imaginar, resolver y sorprender. Sorprender es fundamental, pero además me gusta innovar y experimentar; no hay que olvidar que por atrás van empujando.
-¿Que le ha dado la experiencia?
-Seguridad, aunque es verdad que al dar un paso adelante sigo teniendo la misma inseguridad que el primer día que empecé. Pero es lo divertido y apasionante de este trabajo.
-¿Le gusta volver a los proyectos que ha hecho? ¿Qué ha visto?
-Sí, aunque quizás a las casas, que es lo que mayor difusión y proyección nos ha dado, tengo menos oportunidad de volver. Cuando lo hago me alegra ver que se mantenían igual, por supuesto con los objetos personales de los propietarios que las hacen vividas, y eso significa que he acertado con el espíritu del habitante.
-¿Es importante que la casa tenga la identidad de quien la va a vivir? ¿También su personalidad?
-Un proyecto de este tipo tiene que tener mi identidad y la del propietario porque estamos hablando de alta costura; yo tengo que hacerlo a tu medida y tú te tienes que sentir bien, porque es tu traje. Ese equilibrio tiene que existir, y para ello hay que analizar y escuchar mucho a un propietario. De hecho, hasta que le damos una primera propuesta pasa tiempo, a veces meses. Los edificios hablan, y llegar a ese equilibrio es la clave de la arquitectura.
-¿La pandemia va a cambiar la forma de hacer casas en el futuro?
-Los arquitectos llevamos muchos años reivindicando conceptos que ahora la gente ha empezado a valorar de verdad, como la ventilación, la luz o la calidad espacial. Muchos propietarios que se habían instalado en la ciudad ahora se marchan a las afueras, buscando más espacio, más luz, exteriores. Y la mayoría de los proyectos que tenemos en marcha ahora mismo son de clientes extranjeros en España.
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-Le buscan a usted.
-Antes engañaba al cliente para hacer algo mejor de lo que quería (ríe). Ahora buscan lo que hemos hecho.
-Quizás ese sea el mayor sueño de cualquier arquitecto.
-Pero ahí solo hay una fórmula, que hagas lo que hagas sea como crees que debe ser. Hemos conseguido poder seleccionar nuestros proyectos. Ahora mismo es una locura, pero no hacemos ni el 10% de las casas que nos piden.
-¿Por qué?
-El estudio ha crecido y necesitamos un presupuesto mínimo para que un trabajo salga rentable. Pero, además, le damos muchas vueltas a cada proyecto antes de cogerlo, sobre todo porque queremos dar pasos hacia adelante.
-Qué bien permitirse decir que no.
-A Campos Baeza le preguntaron una vez si se podía permitir rechazar un proyecto, y él contestó que no sabía si se lo podía permitir, pero se lo concedía. Yo igual. Ahora rechazamos proyectos, pero cuando empecé también lo hacía. Es más difícil en diseño y en arquitectura decir que no que decir que sí. Y no tiene que ver con el presupuesto. No voy a hacer algo en lo que no creo. Los buenos clientes quieren ir más allá. Y hacer casas valientes con propuestas arriesgadas que nos estimulen a buscar soluciones. Por eso prefiero no crecer.
-Dejó la universidad, donde era profesor. ¿Por qué?
-Me dejé la universidad porque ahora viajo mucho y es imposible. Doy conferencias, un par de clases en algún master, pero apostar por una proyección internacional tiene un coste personal muy importante. Me paso el día en aviones, o en trenes.
-¿Qué es el talento para usted?
-Para mí tiene que ver con la sensibilidad. En la Escuela de Arquitectura impartía materias en los últimos cursos, y al cabo de los años, por una reestructuración, comencé a dar clase en segundo. Pensé que no me iba a gustar, pero me di cuenta de que al no tener experiencia estaban mucho más frescos y las cosas que les contaba les calaban mucho más. A veces la gestión del conocimiento es la clave, y ese punto de ingenuidad y de frescura bien gestionado da un resultado buenísimo. Dicho esto, para ser un buen diseñador y un buen arquitecto hacen falta muchas cosas, no sólo la creatividad, también mucha disciplina. Y es que aunque la arquitectura cuenta con una dimensión artística, tiene que tener una utilidad. Se trata de ser un soñador con los pies en el suelo.
-Qué difícil el equilibrio...
-No es fácil. Yo he visto a gente con mucho talento, con capacidad creativa, a los que les he seguido la carrera y no han conseguido desarrollarse porque no tienen esa capacidad de concreción.
-Los galardones le han llovido. Uno de los últimos, el premio Alumni de la Universidad Politécnica de Valencia.
-Le tengo que decir que es uno de los premios que más ilusión me ha hecho, porque me siento muy vinculado emocionalmente con la universidad, porque aunque estudié en Madrid el doctorado lo hice en la Escuela de Arquitectura de aquí y he sido profesor durante quince años, los últimos tres angustiado por la carga de trabajo. No me lo hubiera dejado si no viajase tanto.
-Con la pandemia se ha complicado.
-Para ir a una visita de obra a Andalucía me tiro dos días porque debido al Covid han quitado aviones y se complica mucho. Así y todo, vale la pena. Tenemos ahora en Milán un proyecto de unas oficinas que serán un campus. Si va todo como está previsto se convertirá en una forma de enfocar la oficina como nunca se ha hecho.
-Supongo que son esos proyectos por los que uno soñó con ser arquitecto. ¿Recuerda cuál fue su vocación?
-Me gustaba el arte, pero también las ingenierías, y arquitectura no dejaba de ser juntar emoción y razón. Mi padre era promotor, pero creo que discutíamos más por ello (ríe).
-¿Alguna vez ha experimentado lo de crear arte sin utilidad?
-Durante la carrera estuve pintando mucho pero luego no guardé nada. Y desde que tengo el estudio me lleva tanto tiempo que nunca lo retomé.
-¿Cuánto tiempo le dedica?
-Todo el tiempo del mundo. Yo vivo arriba y no llego a cortar. Quizás sí hay una parte de gestión, de trabajo con el equipo, en el que sí corto, pero tengo comprobado que cuando salgo de la presión se me ocurren las mejores ideas.
-¿Le gusta mirar hacia atrás?
-Sí, me gusta, sobre todo que lo que hay atrás esté bien. Dicho esto, prefiero mirar hacia adelante.
-Dicen que es muy perfeccionista.
-Para los estándares normales igual sí. También le digo que hay que saber cuándo tomar la decisión de parar, aunque mi cuerpo me pediría no entregar nunca un proyecto. Lo dice un refrán: ‘lo bueno es enemigo de lo mejor’.
-¿Y cómo le gusta ver el futuro?
-Quiero seguir disfrutando con lo que hago, eso lo tengo clarísimo. No quiero imponer a nadie, lo que quiero es afinidad. Y que confíen en mí.
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