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Fue duro para Sara Portela darse cuenta, casi acabando la carrera de Arquitectura, que a ella en realidad no le interesaba para nada lo de idear casas para que las personas vivieran en ellas. Que después de años de dedicación y estudio, aquel no era ... su camino... A esta joven de 31 años nacida en Cocentaina, su curiosidad y su necesidad constante de aprender le fueron aclarando la senda por la que iba a transitar hasta llegar a ser la directora de Open House Valencia, una iniciativa que ya lleva seis ediciones y que comenzó en Londres como un movimiento que permitía a la ciudadanía conocer la arquitectura de su ciudad abriendo las puertas de edificios públicos, pero también de casas privadas. Sara Portela lo define muy bien, se trata de hacer turismo en tu propia ciudad, y es precisamente lo que hacemos con ella; cuando tiene que elegir un entorno que sirva para enmarcar su retrato lo tiene claro y elige Ciutat Vella.
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-¿Cómo ha sido su camino hasta llegar a ser directora de Open House?
-Ha sido un camino largo, ilusionante y, sobre todo, de aprendizaje. Empecé como voluntaria en el festival cuando surgió en 2019, después de que una amiga mía, Amparo Domínguez, la que me descubrió el festival en Barcelona, impulsara el proyecto aquí en Valencia. Todavía recuerdo su complejidad pero salió todo muy bien y al siguiente año, en el que buscaban personas para la organización, me involucré más, porque además esto es como las Fallas, que cuando acaba una edición empieza la del año siguiente. Me fui metiendo hasta que me pidieron que me convirtiera en coordinadora y cuando se planteó el relevo generacional de la persona que estaba al cargo del proyecto, que era Javier Domínguez, asumí la dirección del festival.
-¿Le dio vértigo?
-Yo no lo definiría como vértigo, sino que soy una persona muy exigente a la que le encantan los retos. Y de hecho este año estoy muy satisfecha por ver los resultados que estamos consiguiendo, a pesar de lo complejo del proyecto, donde hay que coordinar en torno a 300 voluntarios, decenas de instituciones, museos, los 83 edificios del programa, quince rutas, tres municipios invitados, mesas redondas, publicación de libro… De hecho, hace apenas unos días hemos sabido que hemos entrado en un proyecto europeo y este año nos dieron un reconocimiento a nivel nacional del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España. Ir poco a poco de forma orgánica y consolidarme al mismo tiempo que el proyecto es emocionante.
-¿Y si ahora tuviera que definirse?
-Lo que busca un arquitecto cuando estudia esta carrera es proyectar, hacer casas, y yo me di cuenta muy pronto de que ese no era mi futuro. Que no me entusiasmaba, así que pasé por un momento duro. Pero ahí tuve la suerte de que me dieron una beca de cooperación para el desarrollo, me fui unos meses a Guatemala y estuve trabajando en mitad de la selva en proyectos de arquitectura precolombina. Fue una experiencia fascinante, viví en lugares sin luz, sin agua, con gente local y rodeada de todo tipo de animales. y eso me hizo darme cuenta de que la profesión es mucho más amplia de lo que te muestran a primera vista. Trabajé en la universidad, en diferentes entidades públicas, y descubrí que la gestión cultural de arquitectura era mi motivación.
-Está muy bien encontrar ese propósito...
-Todo ese camino por el que he transitado hasta llegar hasta ahí es lo que me define porque soy una persona muy social, me preocupo por los demás, siempre me ha gustado participar en proyectos solidarios, y de hecho una de las primeras experiencias en organización de eventos fue una travesía a nado solidaria destinada a niños con parálisis cerebral. Participaron casi 300 nadadores, y me di cuenta de hasta qué punto me sentía cómoda, porque me gusta la gestión.
-¿Qué le motivó de la arquitectura en el momento de comenzar a estudiar?
-Mi problema es que me gustaban muchas cosas, y la arquitectura tenía muchas de ellas, desde el dibujo, la composición o los números. Luego fue cuando me di cuenta de que la parte de proyectos no me interesaba tanto, y sí toda la teoría de la arquitectura, qué les lleva a los arquitectos a diseñar determinados proyectos, cuáles son sus motivaciones.
-He leído que lo que hace usted es vivir varias vidas en una...
-Mis amigos dicen que frene, que quiero vivir demasiadas vidas en una, pero supongo que forma parte de lo que hablábamos antes de los retos, que yo cuando me proponen algo me involucro al máximo.
-Una de sus aficiones es nadar, la he visto en redes haciendo incluso travesías...
-Uno de los retos que conseguimos fue cruzar el Estrecho de Gibraltar. En principio era a dos años vista pero nos pilló el Covid, hubo un parón general que se alargó en este caso porque había por medio cuestiones diplomáticas y permisos entre países. Finalmente cruzamos en mayo de 2023 y fue una experiencia mágica, la verdad, que llegó después de años duros de entrenamientos en un proyecto en equipo que implicaba entrenar los cuatro juntos, con tiradas de diez o quince kilómetros y sesiones muy intensas que nos obligaba a estar muy enfocados, sumando además la vida profesional. Sí, han sido años de vivir varias vidas en una.
-¿Sigue nadando?
-Sí, pero después de un proyecto de tal envergadura necesitaba distanciarme un poco de las travesías, y ahora hago mucha montaña, vías ferratas, barrancos... Son actividades que me funcionan muy bien para desconectar de la rutina.
-Si hablara con sus padres, ¿cómo me dirían que era Sara de niña?
-Siempre he sido una niña muy inquieta, algo más buena que ahora (ríe) y siempre me ha gustado mucho aprender cosas nuevas, leer, jugar al ajedrez... y eso me ha llevado a mis inquietudes actuales.
-¿Qué significa Cocentaina para usted?
-Cocentaina es casa. Mis padres viven además en el campo, con lo que supone una desconexión total de la ciudad. Es verdad que cuando me vine a estudiar a Valencia noté un cambio abismal porque ya era en 2010 una ciudad vibrante, que además ha cambiado muchísimo. Me gusta mucho la vida urbana por lo que me aporta a nivel profesional y personal, pero volver a casa es paz, que es algo fundamental.
-¿Cree la directora de Open House que Valencia es bonita?
-Sin duda. A nivel histórico tiene un bagaje importantísimo, y el crecimiento cultural de los últimos años le da una nueva cara. Además, cuando escuchas el relato de la ciudad de un extranjero te das cuenta de todas las cosas que tienen en cuenta que nosotros no vemos. Tiene además mucho potencial, sólo espero que se cuide mucho la gestión del turismo, porque estamos rozando unos niveles que pueden afectar a la convivencia.
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