Sonia Rayos, arquitecta: «Mis padres me dieron alas para descubrir el mundo»

Tantas cosas le han gustado siempre a Sonia Rayos que cuando tuvo que rellenar sus opciones para estudiar una carrera universitaria hizo una lista tal como así: Arquitectura, Medicina, Veterinaria, Periodismo, Derecho. «Lo único de lo que me pudieron convencer es de que incluyera Arquitectura Técnica, por aquello de la nota, y menos mal, porque yo soy muy despistada y me dejé dos exámenes a medias en la Selectividad porque no le di la vuelta al papel...». Ríe Sonia bajo su flequillo rojo, sus ojos clarísimos y una forma de estar que recuerda su pasado como bailarina. «Ya no bailo», dice, pero reconoce que tantos años formándose en el mundo de la danza le ha dado una disciplina que no hubiera conseguido de otro modo. «Todo proyecto que empiezo lo tengo que terminar, pero al mismo tiempo hay detrás un perfeccionismo que es mi virtud y mi talón de Aquiles. Fluir es lo que más me cuesta».

La casa donde vive es a la vez su estudio, en un piso de la calle Segorbe que respira la paz que ella quiere transmitir a las casas que reforma. «Quiero que cada persona esté a gusto en su casa porque se trata de una arquitectura para las personas». Reconoce que tuvo suerte en sus inicios, cuando ganó, junto a sus dos socias en aquel momento, un concurso que les permitió tener ingresos y poder decir que no a los proyectos que no iban con su estilo. «Quiero que sea todo de verdad, que haya un discurso coherente. Y que el cliente y yo nos conozcamos y nos caigamos bien porque vamos a trabajar juntos mucho tiempo», añade Sonia Rayos, que explica que su vivienda estaban diseñadas para que militares con servicio, y tiene dos entradas que le han permitido crear un espacio de trabajo y otro personal. En las paredes, obras de Paula Bonet, con quien se ha formado con los pinceles. «Ha sido mi gran maestra en entrenar la mirada». Enseña unos cuadernos de viaje con ilustraciones de personas que se va encontrando allá adonde va. El viajar ha sido una afición que de pequeña le inculcaron sus padres, y que ahora transmite a sus hijos. Y, de hecho, ser madre ha sido una de las circunstancias vitales que más la han transformado. «Empezando por el nacimiento, cuando nada es como te lo habías imaginado y tienes que aceptar lo que vaya llegando». Ser madre le ha permitido además interesarse por las necesidades de la infancia en todo lo relacionado con la arquitectura y el urbanismo. Así, ha diseñado espacios para colegios y su proyecto Arquilecturas le ha dado muchas alegrías. Le ha permitido incluso «hacer de psicóloga y bajar un poco el ego para entender cómo cada persona quiere vivir su espacio».

Su papel como divulgadora sobre el urbanismo le ha llevado a dar conferencias donde intenta humanizar los espacios y hablar de la arquitectura desde una perspectiva muy personal. Reconoce que ahora es menos ambiciosa que que de joven, que ahora no aspira a grandes proyectos, sino que le gusta más la idea de «cuidar lo pequeño». Y seguir viajando. «Tengo muchos lugares pendientes», dice Sonia, a quien le encantan los centros de las ciudades, que ha vivido en Lisboa pero también en la India, donde fue cooperante. «Parar me dio también otra mirada».