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Susana Lloret reconoce que no lo ha pasado bien durante el confinamiento: «Era una situación tan excepcional...». Iván Arlandis
Susana Lloret: «La enfermedad de mi marido me cambió la perspectiva»

Susana Lloret: «La enfermedad de mi marido me cambió la perspectiva»

Doctora en Psicología, dejó su puesto en la universidad para dedicarse en cuerpo y alma a Bombas Gens, el proyecto que alumbraron juntos. «No hay mayor satisfacción que disfrutarlo en pareja», dice Susana, que aspira a dejar como legado a su hijo «ser buena persona»

Lunes, 29 de junio 2020, 01:02

Susana Lloret está de pie con una sonrisa acogedora y las manos entrelazadas. Va vestida de blanco, su figura recortada en el verde de los magníficos jardines de Bombas Gens. Todo aquí dentro, empezando por ella, es un sorprendente oasis entre el ruido de los coches y las filas de edificios de los años sesenta y setenta de un barrio obrero como el de Marxalenes, alejado de los circuitos del arte, de los palacios monumentales, de la riqueza del centro. Pero Susana Lloret y su marido, el empresario José Luis Soler, vieron belleza en el patrimonio industrial de un lugar en el que costaba fijarse. Quizás porque esta mujer contempla la realidad con mirada crítica de psicóloga, con la curiosidad de querer saber el porqué de las acciones humanas, desde las que motivan a unas artistas a reproducir las paredes de la cárcel de mujeres y convertirlas en arte hasta las sorprendentes reacciones positivas de jóvenes en riesgo de exclusión atendidos por la Fundació per Amor a l'Art durante el confinamiento. Esta mujer, doctora universitaria durante la mitad de su vida adulta, mecenas en esta segunda etapa, se sienta con el estilo innato que no la abandona dispuesta a no obviar ninguna pregunta, meditando cada respuesta, elegante en su forma de ser y de estar. Todo está perfecto, aunque parezca que es casual.

-Esto es magnífico. Parece un sueño hecho realidad.

-Y lo es. Lo veo y me produce un sentimiento de gran satisfacción, porque es verdad, esto era un sueño, el sueño de mi marido y el mío, y cuando ves que el sueño se hacer realidad…

-Porque es fácil tirar la toalla, sobre todo si aparecen las dificultades, como ocurrió.

-Como dice mi hermano, no vivimos en los mundos de 'yupi', sino que esto es el mundo real. Algunos problemas los ves venir, otros aparecen de golpe. Pero bueno, ha podido nuestra ilusión, la energía, el equipo que formamos.

«No hay rivalidad con Hortensia. Hay amistad y es una fuente de inspiración»

-¿Llegó a pensar si realmente merecía la pena?

-Sí, ha habido momentos en que pensé si valía la pena, pero es que las cosas que no cuestan esfuerzo no se valoran igual. Se frustraron dos ubicaciones antes de llegar a Bombas Gens y pensé que igual este proyecto era demasiado, que puede que lo tuviéramos que pensar dos veces. Y, visto ahora, este sueño, al hacerse realidad, ha superado con creces cualquier expectativa.

-Quizás no haya mucha gente que sepa que usted es psicóloga y ha sido profesora universitaria. ¿Por qué eligió esa formación?

-Yo entré en la universidad por una cuestión vocacional. Estudié Magisterio por circunstancias familiares, porque en aquella época no había Psicología en Alicante, donde vivía, y al ser la mayor de una familia numerosa y mis padres no veían con buenos ojos que me marchara de casa. Con el tiempo conseguí una beca de colaboración que me permitía estudiar y trabajar en la facultad y me quedé. Y aunque dejé la universidad, sé que volveré a investigar, porque soy doctora y me llama.

-He indagado un poco y usted fue premio extraordinario de licenciatura y también de doctorado. Han salido grandes mujeres de esa facultad, como Mavi Mestre, la rectora actual.

-Me da mucho pudor hablar de mis resultados académicos. Tiene que ver con ese pasado del que le hablaba; mi familia es de clase media, y con cuatro hijos tampoco se podían hacer muchos milagros. Necesitaba la beca para decirles: «yo también decido». Mavi lo cuenta, ella también accedió a una beca de colaboración, y para mantenerla es necesario sacar un siete o un ocho de media. Y sí, queriendo asegurar la beca conseguí el premio extraordinario (ríe).

-Es revelador cómo el transcurrir de la vida va cambiando el formato de los sueños. Nada tiene que ver la universidad con este proyecto.

-Estuve más de veinte años en la universidad y no me hubiera ido si no hubiera sido por algo como esto. Siempre me sentí muy realizada, y es cierto que lo dejé para dedicarme a algo para lo que no tenía experiencia. Sin embargo, si algo he aprendido es que te tienes que rodear de un buen equipo y preguntar mucho.

Susana Lloret se ha convertido en una de las grandes mecenas valencianas gracias a la rehabilitación de Bombas Gens, a su compromiso con el arte y con la sociedad. Iván Arlandis

-Dejó una carrera profesional afianzada por un proyecto que llega de la mano de su marido. ¿Ha sentido alguna vez que no la han tomado en serio por ello?

-En primera persona nadie me lo ha dicho, claro, pero es algo que flota en el ambiente, y puede que haya habido gente que me ha valorado solo por mi situación personal… Siempre he contado con un aval, que es mi carrera profesional previa; además, pienso que el tiempo pone a cada cual en su lugar. Yo he trabajado para hacer las cosas lo mejor posible, y si alguien ha creído eso en algún momento…, no es así. Es verdad que este proyecto lo hemos iniciado los dos y si mi marido no hubiera sido un empresario de éxito no lo hubiéramos emprendido, pero habríamos hecho otra cosa, porque maneras de ayudar hay muchísimas.

«Mi familia es de clase media y con cuatro hijos no se podían hacer milagros»

-De usted he leído que la han definido como una humanista, como una mecenas. ¿Se siente identificada con esas palabras?

-Humanista desde luego, mecenas, o filántropa, son definiciones que están rodeadas de un halo de grandeza con el que no me siento identificada. Me considero una persona normal. (Piensa, y mira a su alrededor) A ver, entiendo que esto no es normal, pero yo soy más humilde.

-Se ha hablado mucho de su supuesta rivalidad con otra de las grandes mecenas valencianas, Hortensia Herrero.

-(Contesta rápidamente) ¿Pero cómo va a haber rivalidad? Hay amistad, y para mí en todo caso es una inspiración, un ejemplo. Yo me maravillo cuando entro a ver la iglesia de San Nicolás, por ejemplo, cuya rehabilitación ha sido posible por su compromiso con la ciudad. Fíjese, esto no es patrimonio de la ciudad, somos una fundación privada que hacemos un servicio público. La rivalidad está en la cabeza de otras personas pero no en las nuestras, desde luego.

-Usted decidió aceptar el encargo de presidir el Patronato de les Arts. ¿Cómo fue la experiencia?

-Aprendí mucho, disfruté mucho y también hubo situaciones difíciles porque forman parte de la vida y de la institución. Finalmente dejé la presidencia por razones familiares, porque mi situación personal cambió muchísimo y no podía mantener ese nivel de compromiso que requería el cargo. Sin embargo, quise dejar bien claro que quería continuar ligada y ahora soy patrona de honor. Estoy muy orgullosa de lo que se consiguió en ese tiempo, abriendo el Palau de les Arts a la sociedad y al mismo tiempo buscando la excelencia. Pablo Font de Mora, mi compañero y querido Pablo, tomó el relevo en un camino que iniciamos juntos y sé que lo está haciendo muy bien.

-Su marido tuvo un problema de salud grave. ¿Le cambió la perspectiva?

-(Se emociona) Me ha preguntado al principio qué sentía al venir aquí. Este es el legado que deja mi marido a la ciudad, y yo me siento responsable de este legado y espero estar a la altura. Él viene a menudo y le aseguro que no hay mayor satisfacción que entrar aquí y disfrutarlo en pareja. ¿Me ha cambiado la perspectiva? Me ha hecho valorar las cosas que antes no valoraba de la misma manera, y que parece que van de serie. Doy gracias, además, de que nos haya dado tiempo a finalizar este proyecto, y a partir de ahora poder disfrutarlo.

«Me gusta meditar. Me viene bien para tomar distancia y relativizar»

-Ha hablado antes de su hijo. ¿Qué le quiere dejar?

-Me gustaría que valorara que, por encima de todo, está el ser buena persona. Él ahora está concentrado en los estudios, en primero de bachillerato, es muy buen estudiante, curioso, muy responsable y brillante.... no sé si va a leer esto (ríe). Yo siempre le digo: «puedes ser buen estudiante, pero primero tienes que ser buena persona». Y en el futuro, lo mismo, podrá ser buen empresario, buen profesional, pero primero buena persona. Vivimos en sociedad, damos y recibimos. Yo le digo: «mira bien lo que das porque así recibirás».

-¿Cómo consigue hacer un click cuando sale de aquí?

-Hago lo que todo el mundo. Cocino, a veces más, a veces menos. Deporte también, aunque más por obligación, porque a mí lo que me gusta es meditar. Lo necesito. Vivimos muy hacia afuera, pero yo soy una persona que necesito recogerme, tener momentos de armonía y llegar a un equilibrio.

-Qué importante es el equilibrio.

-Cuando practicas el escucharte a ti mismo te permite distanciarte y coger un poco de perspectiva. A mí me viene muy bien tomar distancia y relativizar las cosas porque cuando estás dentro de la piscina no ves el agua. Hay que sacar la cabeza para tener una visión de conjunto.

-Imagine que han pasado cien años y nadie vivo les conoce. ¿Qué le gustaría que quedara en la memoria?

-Me gustaría que se nos recordara como una familia de emprendedores valencianos comprometidos, y que ese recuerdo contribuyera a cambiar la idea del empresario frente al trabajador. El primero también trabaja, el que más arriesga para levantar un sueño, el que cuando sale bien crea riqueza, y el que muchas más veces de lo que se ve comparte la parte que recibe de esa riqueza más allá de los impuestos que le corresponden. Bombas Gens es el legado que dejó otra familia empresaria con muchos valores. Nosotros lo hemos recogido y puesto al servicio público yendo aún más allá, y espero tener fuerzas para hacer de este un proyecto lo más sostenible posible para que nos sobreviva.

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